Poema VIII Destrozada

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El sonido de los carros resuenan,
Las voces de los jóvenes llegan.
Inundan mi audición en esta tarde fría y lluviosa.

Yo sigo aquí sin poder escapar,
En mi rumbo sin fin
Que he iniciado a horas lejanas.

Mis labios están llenas de llagas,
Mis ojos están rojos e hinchadas,
Mis brazos y pómulos, morados.
Mi corazón destrozado...

El sonido de los carros se vuelven más profundos,
Las voces se oyen más cerca,
Pero nadie se detiene a mirarme,
Nadie me estrecha una mano.

Nadie se apiada de esta demacrada cara.

Trato de ocultar mis heridas,
Trato de cubrir mi pesadilla.

Nadie se apiada al observarme,
Parecen ver esto a cada vuelta de casa.

Ninguno se atreve a salvarme de ese.

Mis labios están resecos,
Partidas e indeseables.
Mis párpados están morados,
Mis lágrimas ya se han secado.

Me siento vacía y destrozada,
en cuerpo y alma,
sombra que vaga por las calles sin importarles nada.

Los pies ya me duelen,
he recorrido una vez más la misma zona,

Siempre retorno el mismo lugar

que no ha de tener final.

Soy un alma en pena
a luz del día.

Regreso a casa,
con el mismo sentimiento.
Aun no recupero la esperanza,
no cobro la alegría de aquella mañana.

Y sigo yo aquí.
Nuevamente en casa,
Sentada dentro de nuestro cuarto,
temerosa y destrozada.

Ojalá hoy no vuelva a torturarme.

No deseo sus manos sobre mi vientre,

ni su lengua saborearme.

Ojalá hoy no vuelva.

No de la muerte.

GRITOS CANTADOSWhere stories live. Discover now