7. La tonta esperanza

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Alexander tenía un gusto culposo por Chase, y este, como su mal hábito sólo lo sabía atormentar aún más.

Al encontrar a su chico al lado de él, supo dos cosas, tenía su brazo dormido por culpa de la cabeza de Chase y tenía un miedo que recorría desde sus pies hasta su espalda, deseando que su amigo y a la vez su amado, no reaccionara de la peor manera.

Un quejido sale de la boca del rubio, que se mueve en la cama y mete su cabeza en el pecho del pelinegro, buscando calidez inconscientemente. Al notarlo, poco a poco fue despertando y hasta dar con el dorso desnudo de un chico, no tardó en recordar la noche anterior.

— ¡Demonios! —gritó al salir despavorido de la cama, gesto que le dolió a Alex. Chase recorría la habitación con sus ojos mientras que su supuesto amigo terminaba de colocar su ropa.

— Buenos días, ¿Quieres desayunar aquí o afuera? —menciona Alexander intentando mejorar el ambiente pero sucedió lo contrario.

— Podría decir que siempre me sorprendes pero de la peor manera, actuando tan normal después de lo que me hiciste ayer —tomó aire y exhalo con brusquedad— ¡A ningún lado iría contigo, si fuera por mi ni te vería! -exclamó en el instante que busca algo de ropa que ponerse, se sentía vulnerable y expuesto. Sentía una gran culpa por todo y con todos.

— Chase, calmate. Te puedes hacer daño, no te esfuerces —pide Alexander, intentando acercarse a su amigo pero este retrocede.

— No, no lo voy hacer, tu cállate y quédate donde estás, ¡Somos dos hombres, eso de ayer no era natural! —dijo con dolor, el mismo que sentía ayer- se supone que ¡eramos amigos! —le reclama, quería salir cuanto antes de ahí.

Hay límites en cuanto a lo que podemos aguantar de un amor no correspondido y Alexander lo sabía, sentía que poco a poco se estaba acercando a ese punto de infracción que le convencía cada vez más acerca de resignarse con Chase pero como toda una alma llena de resiliencia o totalmente tonta, quería seguir luchando.

— Chase, lo siento pero para mi nunca fuiste un amigo —desvío su mirada, el semblante de desconcierto del chico frente de él, era punzadas dolorosas que quería evitar— Yo siempre te he visto como hombre, te amo desde aquel verano o mucho antes y escuchar decir eso ahora, duele y duele bastante —menciona con atisbo de desolación en sus ojos.

— ¿Amor?, ¿Verano? —soltó una carcajada perpleja, pasó su mano por su cara— ¡No me jodas! Eso se escucha asqueroso viniendo de un chico, y por otro lado, ¿No soy tu amigo? Entonces habérmelo dicho antes, mucho antes para así no tener nada más que hablar contigo —salió del cuarto, sintiendo una opresión en su pecho, la gota de sudor frío bajar por su cien y las piernas pesadas.

— ¡Chase, espera! ¿Ya te olvidaste de aquel verano? Recuerda, nosotros sentíamos lo mismo ¡Estoy seguro! —Alexander camino detrás del chico, alcanzando a tomarlo de la mano.

— ¡No me toques! —grita intentando soltarse del agarre de Alex, al no saber sobre que hablaba Alexander y mucho menos recordar ese supuesto verano, siente entrar más en crisis, sabiendo que una parte de él se podía doblegar a Alexander y eso no estaba bien, no estaba para nada bien— ¡Pierdete de mi vista, maldito marica! —exclama sumamente alterado, al punto de no darse cuenta lo que había dicho y para cuando reaccionó a sus propias palabras, fue suficientemente claro el daño que causó en Alexander.

Apenado, confundido y adolorido, se cubre su boca y decide no darle más larga a todo, simplemente irse con todo y su culpa. Se sentía miserable, quebrado, confundido y tan lejos del mundo que lo rodeaba. En su camino de regreso a casa, no dejó de pensar las últimas palabras que dijo, lo que había sucedido unas horas atrás y su relación con Alexander.

Todo le pesaba, su cabeza y sobretodo su cuerpo. Sentía una punzadas en su pecho y trasero, recordaba perfectamente las sensaciones que viajaron por su espalda, los besos que Alexander le había dado, las marcas que seguramente estaban en su cuerpo, la gentileza con que fue tratado.

— ¡Diablos! —chilla ante la punzante sensación por su zona pélvica— Era más que obvio, no se trata con tanto amor a alguien por el cual no sientes nada —dijo para sí mismo, mientras seguía en el taxi.

Quería llegar a su apartamento, dormir, no pensar... olvidar.

— ¡Idiota, enfermo y mil veces maldito! —empieza a gritar, no le importa el dolor que siente en su trasero, ahora mismo aquello era lo de menos, sentía más dolor por la sola existencia de Alexander en su vida y lo que este producía en él.

En otra parte, solo y tirado sobre él piso de un oscuro apartamento, estaba un chico con los ojos hinchados por llorar. Alexander sabía que lo de ayer era como jugar a la ruleta rusa, si tiraba del gatillo, tenía que esperar su turno que seguramente llegaría.

Sin embargo, un rechazo nunca deja de doler por más que sepamos que no somos correspondidos- Eres cruel, muy cruel Chase -se incorporó, caminó desganado hacia el baño y abrió la llave de la bañera. Le pesaba el corazón, aunque sonará imposible.

La esperanza es ciega y tonta cuando amamos, se dijo Alexander mientras tomaba un baño, seguía repasando todo lo sucedió y por mas que se dijera que era el fin, no podía creerlo. Entonces no fuera correspondido sus besos, no fuera sentido tanto placer por la mano de otro hombre, no fuera dejado que lo tocará ahí abajo y muchos menos, ningún hombre fuera dejado que otro le metiera dedos en su trasero.

Había esperanza por más pequeña que fuera, todavía estaba bien luchar ¿verdad? Cerró sus ojos y se deslizó debajo, hundiéndose por completo.

Chase en cambio, a medida que llegaba a su casa sentía su mente explotar, las lagunas que surgían de repente en su mente, los recuerdos de un supuesto verano y lo último, los sentimientos mutuos que Alexander dijo que existieron, ¿Dónde quedó todo eso?

Al llegar a su apartamento, deja que su cuerpo caiga en el suelo y se quede mirando sus manos, tiemblan pero no puede pensar claramente sólo cierra los ojos y como las imágenes fugaces que pasan una detrás de otras en las películas, él tenía algunas vocecillas que se reproducen como un CD descompuesto en su cabeza.

" — ¿Y Alexander?...

¿Qué pasará con Alexander?

¡Papá he preguntado algo! ¿Alexander, dónde está?

Lo hemos enviado lejos, no voy a permitir que te dañen... jamás."

Como un maldito CD descompuesto, así seguían esas vocecillas sin contexto alguno, no lograba ubicarlas en algún recuerdo de él y tampoco sabía que significaba.

Por el momento, no podía soportar el vacío infernal en su estómago pero también las náuseas que tenía. Todo se empezaba a derrumbar y Chase solo quería dormir y olvidar. Casi lo consigue, tirado en la entrada de su apartamento hasta que Hannah tocó el timbre y su dulce voz llegó a él.

Hace tantos años atrás, cuando Alexander se fue, siempre fue Hannah quien se quedó con él y por eso, amarla era lo más natural, lo correcto, lo normal... sus ojos se cerraron al divisar la figura de la chica aproximarse hacia él.

Gusto Culposo ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora