Recuerdos. ¿Qué son los recuerdos? La definición simple sería: lo que ya pasó. Lo que hicimos hace un mes o hace un año, que todavía permanece en nuestra memoria… Eso es un recuerdo.
Es increíble lo que realmente recordamos o lo que nuestro cerebro decide recordar. Uno no rememora la felicidad que se siente la primera vez que montas una bicicleta. Sin embargo, recuerda la primera vez que se cayó. Solo el dolor invade la memoria y logra que lo malo sobrepase lo bueno.
Esto lo voy a recordar toda mi vida, lo peor que a una chica puede pasarle. Jamás olvidaré los golpes sin cesar en mi rostro, ni tampoco el momento en que decidió que no era suficiente con eso cuando se bajó los pantalones. Nadie me escuchó, nadie me vio. ¿Esto es lo que sienten todas esas chicas atacadas físicamente en la vida diaria? ¿Que este será el último recuerdo que tendrán?
Todo se esfuma cuando abro los ojos, no logro ver lo suficiente debido a la clara hinchazón de mi rostro, aun así, todo es blanco y brillante. Cuando comienzo a pensar que estoy muerta, entra un hombre de bata blanca con una carpeta en sus manos y frena en seco cuando nota que lo estoy viendo.
—Señorita Lowell, soy Andrew Russell y soy el médico a cargo. —Su voz suena amortiguada y apenas logro entender lo que dice—. Le recomiendo que siga descansando hasta que sea capaz de hablar y poder dar su declaración.
¿Es que acaso no hablo? Creí que logré coordinar mi cerebro con mi boca, pero supongo que no puedo diferenciar la realidad de la locura que hay en mi cabeza. No quiero hablar y siendo honesta, necesito desconectar mi mente. Así que, sin más preámbulos, me dispuse a cerrar dolorosamente los ojos y dormir.
Mis párpados se niegan a abrirse cuando siento una voz femenina a mi alrededor, está más que claro que estoy viva y en un maldito hospital. Lo que me hace preguntar: ¿cómo llegué aquí? Mi mente parece gelatina y no logra conectar dos neuronas para llegar a una explicación. Cuando por fin puedo abrir mis ojos, esta vez no los siento tan inflamados y noto al instante cómo una mujer de cabello rubio me devuelve la mirada. Con una pequeña sonrisa, se acerca lo suficiente a mi cama y toma mi mano entre las suyas.
—Creí que no lo lograrías, pequeña. —Le dedico una mirada confusa, pero aún soy incapaz de hablar—. Soy Sandy, trabajo aquí y he estado pendiente de ti durante las últimas cinco semanas.
—¿Qué? —Mi boca está muy seca y en cuanto la simple pregunta sale de la misma, comienzo a toser.
Cinco semanas. Eso no puede ser posible. Sandy toma con rapidez el vaso de agua y me lo lleva a los labios. Me lo bebo casi en dos tragos y poco a poco siento que la comezón de mi garganta se desvanece.
—¿Mejor?
Asiento con la cabeza y un dolor invade todo mi cuerpo, pequeños fragmentos borrosos llegan a mi mente y comienzo a sentir cómo se empañan mis ojos.
—Sé que no es un buen momento, pero debes saber que saldrás de esto. Yo lo sé.
—¿Cómo estás tan segura? —Mi voz suena rasposa y apenas audible.
—Estuviste en coma por ocho días. —La miro sin dar crédito a lo que dice. Esto es una pesadilla sin fin. ¿Sabe mi familia que estoy aquí? Al ver que no le contesto, Sandy prosigue—. Un par de personas te trajeron, estabas sangrando mucho y por un momento tu corazón dejó de latir.
Sandy saca un pañuelo de su bolsillo y se dispone a secarse los ojos. Parece una mujer agradable y dulce, seguro es una gran madre.
—Ese hombre me violó —digo sin filtro alguno, con mi vista clavada en la nada.
La verdad es cruel y lo peor es que debo aceptarla. Sandy me mira con pura sorpresa en sus orbes claros. No puedo recordar quién era, no podría describirlo en caso de tener que hacerlo. Solo puedo decir que es un monstruo.
—No logró tanto como piensas, porque el daño en tu zona íntima no era grave…
—Pero lo hizo —interrumpo su explicación.
No me interesa si me penetró por diez segundos o por diez minutos. Es una maldita violación y no tiene vuelta de hoja.
—Lo sé. Las personas que te trajeron lograron separarlo de ti, pero antes de amarrarlo, él escapó.
Me quedo en silencio pensando en esos héroes municipales, debió ser una horrible y asquerosa escena la que tuvieron que presenciar al ayudarme. No puedo evitar sentir algo de vergüenza, para ser honesta, pero no puedo hacer nada al respecto. Londres siempre me pareció seguro, bueno, al menos en el barrio donde vivo y aunque nunca me había paseado a altas horas de la noche por la bella ciudad, jamás pensé que podría ser parte de tal acto de violencia y sin motivo alguno.
Intento no pensar mucho en que el tipo está suelto, porque puedo sentir cómo el miedo se instala en mí cuerpo y es acompañado por la terrible paranoia. Debo salir adelante y ayudar a la policía en todo lo que pueda para que ese monstruo pague.
—Tus padres están aquí —informa la dulce enfermera haciendo que vuelva a la realidad.
Asiento una vez más, incapaz de hablar o quizá siento que no podré verlos a los ojos sin sentirme débil.
Sandy se toma unos minutos para revisar todos los aparatos eléctricos a los que estoy conectada antes de salir por la puerta, no sin antes prometer que volvería dentro de un rato a ver cómo seguía. Me quedo sola y cuando pasan cinco minutos, hago acopio de toda la fuerza que desconocía tener, para no cerrar los ojos. Me siento cansada y es normal, aun así, debo ver a mi familia y asegurarme que, a pesar de lo que sufrieron estas cinco semanas, estoy aquí e intentaré superar esto a como dé lugar.
En lo que parece ser una eternidad, la puerta de la habitación individual en la que estoy (asumo que es gracias a mi padre) por fin se abre y lo primero que logro divisar es la mata color chocolate de mi madre. Puedo sentir cómo mi corazón comienza a latir deprisa o quizá sea la máquina que monitorea mis latidos la que hace un ruido bastante irritante. Mi madre apenas lleva algo de maquillaje en su rostro y puedo ver incluso desde la cama, el tono rojizo de sus mejillas y sus ojos inyectados en sangre. ¿Cuánto tiempo habrá llorado?
—Mi niña…
Su voz se quiebra haciendo que me duela un poco más el corazón, bueno, de igual manera me duelen hasta las uñas, pero esto es diferente. Es un dolor emocional.
Beatrice Lowell siempre fue una madre amorosa comparada con las otras madres y esposas de hombre ricos como mi padre. A ella le importaba un comino el dinero y fue una de las primeras enseñanzas que me inculcó.
«Nunca permitas que un hombre controle tu vida por algo tan corriente como el dinero».
Era algo que me repetía constantemente a lo largo de los años, ella siempre trabajó duro y sé por carne propia que se casó con mi padre porque estaba enamorada de él. Siempre anhelé algo así, un amor para toda la vida, pero mis elecciones con respecto a citas no cumplían con las expectativas que mi madre me plantó.
«El hombre debe ser fiel y respetar a su mujer hasta el final, si no acepta eso, puedes desecharlo porque no sirve».
La escuchaba, asombrada e hipnotizada por sus palabras, era extraño pensar que, si los hombres no sirven, hay que desecharlos. A medida que fui creciendo, me fui dando cuenta que no puedo desechar a un hombre como mi madre decía por un motivo muy simple, no son objetos. Mi pensamiento se forjó gracias a mis propias experiencias y aunque antes intentaba no ver lo que mi madre decía, ahora lo veo. Me trataron igual que a un objeto desechable y ahora veo muy claro que todos lo somos, solo debe llegar el momento en que te lo demuestren.
—Hola, mamá —susurro. Mi voz suena mejor, pero aún no se parece a la mía.
Intento estirar mi brazo; me arrepiento en el acto. Un dolor agudo invade todo mi cuerpo. Un sollozo entrecortado sale de sus labios y en menos de dos segundos está frente a mí tomando mi mano.
—¿Cómo te sientes, cariño? Sé que es una pregunta estúpida, pero quiero saber si te sientes cómoda en esta habitación o si prefieres que te muevan a otra, quizá si hablamos con el director del hospital…
—Estoy bien aquí —la corto antes de que siga con sus ideas—. ¿Dónde está papá?
—Estará aquí en un segundo, se quedó hablando con el médico.
Asiento y dejo salir un suspiro doloroso, realmente me imagino todo roto en mi interior. Mi madre me mira con un profundo ceño fruncido, debe ser muy duro verme así y ni siquiera sé qué tan destrozada está mi imagen hacia los demás.
La puerta se abre de nuevo para que mi padre, vestido con un clásico traje azul marino, entre por la puerta. Su rostro refleja preocupación y cuando por fin encuentra mi mirada, el alivio puro se apodera de sus facciones.
Mi padre siempre fue una luz para mí y muchas veces era envidiada por eso, para Greg nada era más importante que su hija o eso es lo que solía decirme a diario. Sin embargo, cuando se dio cuenta, ya estaba mayor y debía hacerme cargo de su imperio, lo cual no me apetece en lo más mínimo, él cambió. Muchas peleas fueron ocasionadas por eso y me molestaba en sobremanera. No aprobaba a mis novios por no ser de la misma “clase social”, lo cual me parecía ridículo y a mi madre igual; a pesar de todas las peleas, siempre estaba dispuesto a arreglar nuestra relación. Para mí eso significaba más que cualquier rabieta que le hiciera en el momento. Sé por su mirada que está molesto, aunque no puedo ver bien si es conmigo o con la situación. Espero que sea por lo segundo.
—Hola, preciosa.
Su voz suave me aclara que el enfado no es conmigo, cuando se trata de el gran Greg Lowell, no se sabe qué esperar.
Lo observo cautelosa mientras él toma una silla y se sienta del lado contrario de mi madre. Es algo intimidante y a la vez reconfortante estar rodeada por ambos, pero me siento más segura que nunca.
—Lo siento.
Mis ojos comienzan a arder y sin darme cuenta, lágrimas llenas de arrepentimiento desconocido ruedan hasta perderse, no sé por qué me estoy disculpando, solo siento la necesidad de hacerlo.
—No, Em, no tienes por qué disculparte —habla mi padre con cierto tono de autoridad, el cual flaquea con un pequeño temblor al final.
Sus orbes se llenan de lágrimas y sin esperarlo, lo tengo tomando mi mano y la de mi madre, al mismo tiempo que pequeños sollozos sacuden su cuerpo. Puedo jurar por mi vida, que jamás lo vi tan vulnerable.
—Creí que jamás te volvería a ver o a escuchar, y la idea me volvió loco. —Su confesión me toma por sorpresa, en serio esperaba que me comenzara a replicar el hecho de andar sola en la calle a esa hora, mas esto es lo opuesto y no podría estar más aliviada al respecto—. No sé qué haría si pierdo a alguna de mis dos chicas, pero no podría vivir después de eso.
Sus palabras me parten el alma y logran que los mismos pedazos se unan de nuevo, ese es el efecto que tiene el amor. Cualquier tipo de amor es válido, pero solo el real es capaz de romperte y arreglarte sin esfuerzo alguno.
Mi padre estuvo llorando por un escaso momento más, debido a que el doctor entró en mi habitación.
—Señorita Lowell, nos conocimos a medias hace unas horas. Hay unos oficiales que quieren hablar con usted. —Parece un poco incómodo con la situación e incluso algo nervioso.
—¿Usted cree que mi hija va a ser interrogada en este estado? —espeta mi padre.
Ahora ya sé por qué está tan nervioso, mi padre no es un hombre fácil y en esta situación debe estar más difícil que nunca.
—Está bien, papá, puedo hacerlo.
Soy ignorada con facilidad. Entretanto, mi padre se pone de pie y se dirige a la puerta echando humo, no logro oír lo suficiente antes del portazo, pero siento un poco de pena por esos oficiales.
—Llevo tres minutos con mi hija y usted no va anteponerse por un maldito interrogatorio. Volverá cuando ella vea a toda su familia y se prepare para detallar todo lo que usted desee, así que le pido que tenga más paciencia.
La voz de mi padre, un poco amortiguada por la puerta, se oyó furiosa. No puedo culparlo, llevo más de un mes en cuidados intensivos y lo único que quiero es irme de este hospital y olvidar todo, pero sé bien que cuando salga, lo menos que podré hacer es eso.
Siento como si mi cerebro hubiera sido reemplazado, no logro ver más allá de la calle oscura antes de que todo sucediera. Intento con todas mis fuerzas recordar algún detalle de lo que me pasó. No lo logro. Es como si mi mente me jugara una mala pasada, puedo sentir aún sus asquerosas manos tocándome e incluso el peso de su cuerpo sobre el mío. No obstante, no logro verlo a él ni escuchar cualquier cosa que me haya dicho.
Mi padre vuelve a entrar en la habitación para sentarse de nuevo a mi lado. No vi cuando salió el doctor Russell, supongo que estaba demasiado inmersa en mis asuntos para notarlo.
—Volverán mañana a hacer todas las preguntas que tú les permitas, Em.
Se aclara la garganta, intenta adaptar su tono calmado conmigo.
—Tara y Aiden están en la sala de espera y se mueren por entrar a verte, linda. —Mi madre aprieta mi mano con suavidad—. Patrick también.
Como si fuera una película de ciencia ficción, soy capaz de sentir las alarmas en mi cabeza cuando escucho el nombre de mi ex novio. Claramente mis padres no saben sobre mi ruptura prematura con Patrick. Sé que mi padre se va a volver loco, debido a que su socio más cercano es padre de él, mas no tuve otra opción y ahora mismo no quiero afrontar la opinión que tengan los demás sobre mi vida amorosa.
—Me gustaría descansar un poco más antes de verlos.
Mi madre asiente de inmediato. No necesito dormir más de lo que ya he hecho, pero quiero tener la fuerza suficiente para afrontarlo y necesito tomarme todo el tiempo posible antes de verlo. Debo aclarar que, a pesar de todo lo que me pasó, mi decisión está más que tomada y no pienso volver con él.
Aquí está el primer capítulo ❤ espero que lo disfruten y muchas gracias por leer❤...x
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FIGHTOVE © 《DISPONIBLE EN AMAZON》
Teen FictionEmerson Lowell es una chica que lo tiene todo y pierde aún más en una fatídica noche. Zac Reed es un luchador nato que viene de una familia de clase media y un pasado lleno de dolor. La pesadilla de Em los une y lo único que ella desea es dejarlo t...