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Corría por los pasillos con una mueca desesperada en su rostro, observando de reojo las miradas cargadas de tristeza por parte de sus compañeros de trabajo

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Corría por los pasillos con una mueca desesperada en su rostro, observando de reojo las miradas cargadas de tristeza por parte de sus compañeros de trabajo.

El alfa había llegado tarde, otra vez.
Y su jefa lo estaba esperando en su despacho para hablar.

Aunque, definitivamente, intuía que no solo quería hablar, sino que también lo despediría.

— Adelante, Henry —escuchó tras la puerta que había golpeado previamente— ¿Necesitas veinte minutos más para acomodarte en tu puesto de trabajo o así está bien?

«Sí. Estoy despedido»
Pensó Henry con tristeza.

— Señor..., yo..., —intentó excusarse vagamente.

— Te lo dejé pasar la semana pasada porque siempre has sido excelente en tu trabajo —le interrumpió la alfa frente a él— Pero has llegado tarde tres veces en lo que va de esta semana y estamos a miércoles. Entiendes mi decisión, ¿verdad?

— Señor..., —imploró el alfa, desesperado.

Sí. Su jefe no era un hombre, era una mujer; una mujer alfa. Y no. Ella les exigía llamarla señor si querían dirigirse a ella.

— Lo siento, Henry —le interrumpió ella— Te di una oportunidad la semana pasada. Hablé contigo, pero ya van tres veces —éste asintió, dándose por vencido— ¿Cuál es tu motivo?

La semana anterior su jefa le preguntó el motivo por el que estaba cometiendo aquella irresponsabilidad. Sin embargo, Henry prefirió mantenerse callado.

— Mi hermano está roto —comentó con completa seriedad— Debo hacerme cargo de él porque mis padres ya no pueden hacerlo; no son capaces de hacerlo.

La alfa asintió. Que un lobo se rompiera estaba, lamentablemente, tan puesto al día en su vocabulario que ni siquiera se sorprendía.

Un lobo roto hacía alusión a aquel que había entrado en una profunda depresión, arrastrando a su humano consigo. Pocos conseguían salir de aquella maldición, pues la mayoría acababa muriendo.

— Pudiste decírmelo la semana pasada y ahora no me estaría planteando despedirte —comentó su jefa con tranquilidad— Si lo deseas, puedo darte la baja.

Henry negó con rapidez.

— Necesito el dinero —comentó con angustia— Por favor, dame otra oportunidad —imploró con tristeza— Intentaré estar aquí a mi hora, solo... —

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora