00:00:08:00

1.2K 134 107
                                    

Como todas las mañanas, Yoongi se levantó a ayudar a su abuelo en la cafetería. Diría que es un sacrificio que se levante, porque claramente no era una persona que madrugara, pero el trabajo de su familia le animaba.

Amaba la cafetería como a su vida. El olor al café, las múltiples presentaciones que tenían, los clientes habituales... Toda esa rutina era una maravilla para Yoongi.

Amaba todo, excepto cierta creencia familiar.

En el recinto tenían un dicho que había pasado de generación en generación: "Cuando una pareja se mira a los ojos durante 8 segundos, se enamora" y jamás en su vida creyó en algo como eso. No podía ser posible porque en su tiempo ahí, si bien había visto parejas felices, también había visto peleas, rupturas, y todo lo negativo de tener una pareja.

Patrañas. Todo eso del amor a primera vista eran mentiras, cosas imposibles. No puedes enamorarte de alguien con solo mirarle, tienes que conocer primero a la persona, tratarla y cuando mucho, eso tomaría meses, años tal vez.

No había modo de que Yoongi aceptara tal cosa.

Él no se consideraba un amargado en esos temas, pero tampoco podía decir que era un soñador.

Era realista. Sí, eso era.

Por eso nunca imaginó que llegaría el día en que le hicieran dudar de su decisión.

Esa mañana Yoongi trabajaba mientras escuchaba las anécdotas de los clientes, sorprendentemente estaba de buen humor ese día y atendía hasta a la historia más absurda.

La mayoría de los clientes en la mañana eran personas mayores por lo que el chico no se estresaba con los comentarios. Solo por algunos comentarios casuales de los adultos cerrados de mente.

"—Chico, ¿no se te alargan las orejas con esos aretes tan grandes que usas?"

"—¿Para qué quieres tantas perforaciones?"

"—¿Eso es un tatuaje?"

"—¿Otra vez te teñiste el cabello?"

Era una exageración, porque Yoongi solo tenía perforaciones en las orejas, tal vez una diminuta en los labios, pero no solía usar el arillo con los clientes. Su tatuaje no estaban a la vista, solo en un brazo tenía tatuado una palabra con profundo significado para él. Sólo ocurrió cierto día donde se arremangó la camisa mostrando sus pálidos brazos, que un anciano le llamó la atención. Su cabello este mes había decidido teñírselo de un rojo vino, tirando casi a un café, color que lo contrastaba con su pálida piel. Él lo consideraba decente, a comparación de sus otros tintes exóticos como el verde menta o azul eléctrico.

Su abuelo y familia lo aceptaban tal cual, eran sus gustos, no le veían nada de extraño y hasta cierto punto le daba un toque moderno a la cafetería.

Yoongi lidiaba con aquellos señores cuando la campanilla de la puerta sonó, avisando la llegada de un nuevo cliente.

Un joven de cabello negro azabache había entrado al lugar, portaba unos lentes oscuros de sol, una camisa blanca de manga larga se ajustaba a su cuerpo y sus pantalones negros de vestir estaban entallados; su estatura no era mayor a la de Yoongi. El chico empezó a recorrer el lugar con la mirada, aún con sus lentes oscuros puestos; sus prominentes labios se curvaron en una sonrisa cuando visualizó al mayor detrás de la barra y el pelirrojo solo lo miró confundido.

—Bienvenido, ¿en qué puedo servirte?—Preguntó el mayor de manera cortés.

—Dame un latte para llevar. Por favor.—Habló el chico con voz dulce. Se acercó a la barra y se sentó en una de las sillas altas a esperar su orden mientras jugaba con su celular.

Ocho Segundos [BTS | YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora