Despierto

72 2 3
                                    

Despierto.

El timbre me taladra los oídos. Me levanto de la cama y voy hasta la puerta, la abro sin preguntar quién es, ya lo sabía.

-Perdón, me quedé dormido sin... darme cuenta –Digo mientras bostezaba.

-Capo, ¿vos viste el frio que hace? Hace 5 minutos estamos acá afuera –Replica Agustín, el cual tenía puestas 3 camperas y un gorro.

-Deja de ser tan exagerado Cheto –Lo reta Matías, Cheto es el apodo de Agustín, el cual no se puede explicar–, tocamos el timbre una sola vez y además mira como estas vestido, es imposible que tengas frio idiota.

-Cállense un rato, ¿Y Yaco viene? –Pregunto.

-Está en una cena, viene en un rato –Responden al unísono.

-Pero son las 12 de la noche... ¿Quién entro ultimo? Ustedes le abren, yo no pienso caminar.

-El Cheto –Contesta Matías al instante, el nombrado hace una mueca.

-Listo, vamos al quincho.

El quincho es la estructura más rara que he visto, todavía no entiendo porque mi papa quiso hacerlo de dos pisos cuando ni siquiera nuestra casa tenía dos pisos. Abajo esta la parrilla, la cocina, una mesa enorme y el baño; y arriba, que es una especie de altillo, hay una cama y un sillón.

Entramos al quincho, prendo las luces y subimos la escalera, Matías y Cheto se sientan en el sillón mientras yo me tiro a la cama donde estaba mi gato negro, Nexus.

- ¿Estabas durmiendo acá? –Pregunta Matías.

- No no, estaba adentro –Respondo mientras acaricio a Nexus con una mano y con la otra reviso mi celular– Yaco está afuera.

- Que oportuno, Cheto anda a abrirle –Le dice Matías.

- Ni en pedo, yo no voy.

- La concha de tu madre –Respondo mientras me levanto.

Salgo del quincho y recorro el patio, hace muchísimo frio. Antes de abrir la puerta corrediza para entrar a la casa miro hacia la derecha. Hay un gato negro sentado en el tapial, pero no era Nexus. Este era más flaco, en cambio el mío es una bolsa de grasa, figurativamente. El gato no para de mirarme con sus ojos amarillos, ni siquiera pestañaba. Escucho un movimiento atrás mío, me doy vuelta bruscamente. No hay absolutamente nada, vuelvo la vista al tapial. El gato ya no esta.

Entro a casa perturbado por lo que acababa de pasar, camino hasta la puerta y la abro.

- ¿Por qué tardaste tanto? –Pregunta Yaco– ¿Y por qué estás tan pálido?

-Emm, porque no salí de casa en todo el día –Respondí, pensando en la cara que tendría.

-Ah sí, muy típico tuyo, Seba.

Volvemos hasta el quincho, en el camino miro lo más disimuladamente que puedo hacia el tapial para no alertar a Yaco, no había nada.

- ¿Qué ves? –Se dio cuenta.

-Nada, estaba viendo el cielo, parece que va a llover.

-Ah, sí, ojalá que no.

Entramos al quincho y subimos las escaleras.

-Che, ¿alguien sabe a qué hora llega Agus? –Pregunta Cheto, mientras Yaco saludaba a Matias. Agustina es nuestra amiga, estudia en una ciudad a menos de 100 kilómetros.

-A la misma hora de siempre, ¿acaso siempre vas a preguntar lo mismo? –Replico

- ¿A la 1:00 entonces? –Pregunta indeciso otra vez

DespiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora