Capítulo 7

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En cuanto llegaron a la Madriguera para pasar ahí la Navidad, tanto Harry como Hermione comprobaron que los abrazos de Molly Weasley seguían siendo capaces de cortar el aliento a cualquiera. Igual que la bronca que les echó a ambos por estar demasiado delgados. También se interesó por sus notas, por su estado de salud y les ofreció zumo de calabaza insistentemente hasta que lo aceptaron. Ambos la adoraban, para Harry era lo más cercano a una madre que había tenido.

-Qué bien, mamá -se quejó Ron-, cuatro meses sin verme y a mí ni me preguntas.

-No seas así, Ronald -le reprochó su madre-, estoy bastante segura deque tú te has alimentado bien – afirmó dándole una palmada cariñosa en la tripa.

Ron gruñó e inmediatamente Fred y George le preguntaron si quería abrazos y cariñitos suyos. Como ya era tarde, la matriarca enseguida les animó a que se instalaran en sus respectivas habitaciones y bajaran a cenar. Harry se acomodó en la habitación con Ron y Hermione hizo lo propio en la de Ginny.

Las comidas que preparaba la madre de los pelirrojos podían hacerle la competencia a las de Hogwarts perfectamente; con la diferencia de que en el castillo nadie te obligaba a comerte hasta el último bocado... El ambiente durante la cena fue agradable a pesar de la tensión general por el clima de guerra. Cada vez que alguien intentaba sacar el tema, Molly lo cortaba de raíz. No obstante, eran palpables la ansiedad y el miedo que flotaban en el ambiente. Vieron poco al señor Weasley durante las vacaciones: estaba demasiado ocupado con las misiones de la Orden.

Tras la cena, apenas les quedaban fuerzas para ponerse al día unos con otros. Estaban cansados del viaje y algunos aún seguían de resaca de la fiesta de la noche anterior, así que decidieron irse a dormir pronto. Para desgracia de Hermione que realmente moría de ganas de meterse en la cama, Ginny tenía ganas de hablar. O más bien de que la escuchara. Así que la castaña, con paciencia y buen humor, escuchó todas las alabanzas que su amiga expresó sobre Harry. Las dos gryffindor siempre habían sido buenas amigas y les encantaba cotillear juntas.

Hermione llevaba años escuchando en boca de la pelirroja todo tipo de sueños y deseos en los que "El chico que vivió" era el protagonista. Sin embargo, ahora, por primera vez, sentía que realmente comprendía ese amor tan profundo y la angustia de perderlo a manos de la muerte o de cualquier otro enemigo. Claro que Hermione había querido a sus amigos e incluso llegó a interesarse por Ron. Pero pronto se dio cuenta de que esa atracción se debía al constante clima de peligro y aislamiento que los hacia sentirse necesitados y no a una emoción real. No tenían nada en común, apenas había temas de conversación que les interesaran a ambos y las formas y modales del joven desquiciaban a Hermione. Lo querría siempre como amigo, pero nunca surgiría verdadera atracción. Y menos ahora que había comprendido y sentido en su cuerpo lo que eso suponía. Pero Ginny no parecía querer entenderlo:

-¿ Y tú y él bobo de mi hermano cuando vais a dejar de dar rodeos?

-No hay rodeo alguno, Ginny. Somos amigos y nada más. Además, él está con Lavander y realmente deseo que les vaya bien.

-Bah, seguro que eso es solo para ponerte celosa y empujarte a dar el paso a ti, él es demasiado torpe. Y tú llevas años lanzando miradas furtivas durante las comidas, créeme sé por experiencia cuando alguien está enamorado. Veo en ti todos los síntomas -expuso la pelirroja con aire solemne.

-Si realmente piensas que me puedo enamorar de Ron por su forma de comer, no me conoces en absoluto -contestó Hermione riendo.

-Ahí llevas razón...-aceptó su amiga- ¿Entonces quién es?

Hermione dejó de reír de inmediato, se retorció las manos nerviosa y tardó un segundo más de la cuenta en contestar. Así que la inteligente pelirroja la pilló de inmediato:

Alguien que cuide de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora