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Karl sonrió ampliamente, gritando un « ¡Lo sabía! » « ¡Lo sabía! » mientras echaba a correr hacia la oficina de la alfa

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Karl sonrió ampliamente, gritando un « ¡Lo sabía! » « ¡Lo sabía! » mientras echaba a correr hacia la oficina de la alfa.

El reclamo cargado de posesividad retumbó por toda la planta, provocando que un par de personas asomasen sus cabezas por las puertas de sus oficinas para averiguar qué había sucedido.

- ¿Qué está pasando, Karl? -inquirió una chica beta- ¿Qué ha sido eso?

- ¡Eso, amiga mía, ha sido la prueba de que mi intuición es mejor que la de cien alfas juntos! -chilló el beta con emoción- ¡Vuelve a tu trabajo, cotilla!

La chica obedeció, riendo ante su entusiasmo.

Cuando llegó al despacho de Emma, intentó abrir la puerta, sin mucho éxito, ya que la alfa se la cerró en sus narices cuando intentó adentrarse en aquel espacio.

- ¡Oye, no seas así de bruta, Emma! -le regañó- Abre la puerta ahora mismo o me veré obligado a derribarla.

Hizo una mueca de disgusto al ver que su amenaza había sido ignorada porque intentó abrirla una vez más, siendo estampada contra su cara nuevamente.

- Bien, creo que tanto tú como yo sabemos que no tengo la fuerza suficiente para derribarla... -refunfuñó con indignación- Pero avisaré al mastodonte que contrataste como personal de seguridad o, mejor aún, aviso al hermano del omega que tienes en cautiverio para que derribe la dichosa puerta.

Suspiró de emoción al ver que esa amenaza sí había surtido efecto.

La alfa se había apartado, dejándole vía libre para adentrarse en la oficina y poder saciar su curiosidad.

- ¿Qué ha pasado? -inquirió con suavidad, mirando al omega para comprobar que estuviera perfectamente.

- ¿Qué parte no has escuchado, Karl? -inquirió Emma, conteniendo un gruñido- ¿El grito o el mío?

- Bien, bien. Relájate -refunfuñó el beta- ¿Qué te pasa? -inquirió con burla- ¿Es que ya estás sintiendo cómo tu pene abandona su escondite para comenzar a marcarse en tus pantalones?

- Karl -gruñó con frustración- Vete a la mierda, por favor.

Éste rió de forma histérica.
Le resultaba gracioso conocer esa faceta de la chica perfecta que siempre tenía su naturaleza bajo control.

- ¿Qué harás ahora? -insistió Karl- ¿Necesitas que avise a su hermano o...?

Dejó la frase a medias para poder prestar absoluta atención al omega tumbado en el sofá.

Samuel se había incorporado bruscamente, controlado por sus instintos.

Su omega se había dado cuenta de que por más gimoteos que soltara, no lograría reunir la curiosidad de la alfa.

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora