05 ♦ No me abandones

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Dedicada a:Amecrack009



Murasaki, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro. ¿Qué es?

—¿Cuál es tu sueño? —preguntó ella, serenamente triste, con la vista perdida al cielo.

Estaban en la terraza del colegio. Ya hacía más de diez minutos que la clase de Historia comenzó y ellos aún estaban de cuclillas, juntos, sin culpa, conscientemente faltando a clases.

Apoyados en la pared observaban las nubes y sus variados tamaños y formas.

Solían hablar de muchas cosas durante el día. Aunque también disfrutaban de momentos así donde compartían el silencio y el panorama de la naturaleza a su alrededor.

Murasaki la observaba. Siempre lo hacía. Le gustaba hacerlo.

Inclusive antes de hablar por primera vez; él la observaba de lejos.

Eran sus ojos color marrón oscuro (como el café amargo que sólo a ella le gustaba) lo que más veía y continuamente le dolía hacerlo; porque a través de ellos, en la profundidad, encontraba una gran tristeza que pedía a gritos ahogados salir y ser vista.

Una tristeza cansada de ser opacada por una semisonrisa no falsa ni real y que adornaba muy seguido su rostro.

En su interior había un fantasma que miraba a todos sin mirar, unos ojos apagados que aún brillaban con esperanza; una imagen que para él era como un patético reflejo de si mismo. Y le dolía.

Le causaba tanto dolor saber que esa lástima que ella le generaba era la misma lástima que se tenía a si mismo.

Y Murasaki se volvió adicto a esos trágicos y apagados ojos melancólicos. Adicto a esa semisonrisa que él lograba sacarle en ese entonces. Adicto a la extraña tranquilidad que podían darle esas cosas de ella en esos días tan traumantes conviviendo con su familia.

Le desesperaba la sola idea de que la arrebataran de su lado, no quería que la robaran, no quería que ella también lo abandone, no soportaría que ella desapareciera.

¿Por qué le quitaban todo lo que él adoraba? Eso que le hacía bien, ¿por qué no era capaz de luchar por ello?

¿Qué debía hacer para que ella nunca se alejara y él no pensara seriamente en conseguir una jaula tamaño humano? Sí, era descabellado. ¡Pero peor era darse cuenta de que él lo había pensado tantas veces!

Y nuevamente, triste, la observaba de lejos. La veía hundirse en sus pensamientos. Sin hacer nada, sin saber nada.
Sintiendo lástima por ella y por él también.

—¿Un sueño? —meditó— Sí. Tengo un sueño —giró su rostro buscando los ojos cafés de ella—. Pero no te lo diré fácilmente. ¿Quieres saberlo? —preguntó con una sonrisa ladina.

—No —respondió inexpresiva, borrando la sonrisa de él y dándole más confusión—. No quiero saber tu sueño. Sólo quería saber si tienes uno. Eso te hace genial, ¿sabías?

—Eh... ¿Yo? No me digas eso tú también —dijo divertido, y un tanto nervioso.

—Lo digo en serio —continuó Ayako—. Tienes un sueño. Tienes algo que deseas tanto que incluso estás dispuesto a dar tu vida por ello, ¿cierto?

—Sí... —asintió, avergonzando por el patético recuerdo de la jaula tamaño humano.

—Pero yo no. No tengo ningún sueño. No tengo nada que me apasione de esa manera...

Tinta Vital ♦ Death NoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora