Mi tontita

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— ¡Tonti! —le exclamé a aquella Loppuny de cabello alocado y mirada cálida.

Luppy siempre parecía andar en las nubes, con su propio mundo. Mi mayor preocupación es que la engañen aprovechando su inocencia. Me dolería mucho verla en un prostíbulo o algún sitio de estos.

Cuando ella se giró a mirarme, sus bizcas pupilas miraban a los lados, como siempre lo hicieron.

— ¿Si, Try? —su envolvente y un poco chillona voz siempre me encantó.

— Adonde se supone que vamos? —intenté no sonar muy molesto, ya que ella llevaba como 1 hora conduciendo. No me molestaba la exagerada cantidad de tiempo perdido, pero estaba empezando anochecer.

— Bueno... —ella dudó de contar su sorpresa, pero guardó sus palabras.

No quiero ofenderla, pero me parecía peligrosa que justamente ella condujese con su visión. Ella no era miope ni nada parecido, pero desconfiaba.

Finalmente, después de un rato, ella frenó casi en seco. Por poco me caigo por el cambio de velocidad.

— ¡Llegamos! —la sonrisa de Luppy me tranquilizó un poco, pero me estremecí. Había aparcado al lado de un callejón estrecho.

— ¿Luppy...? ¿Dónde estamos...?

Luppy pareció dudarlo un poco, pero finalmente lo hizo. Me puso entre ella y la pared, muy juntos. Sus distantes ojos parecían traer ¿Amor? tragué saliva y tartamudeé.

— ¡¿L-Luppy, que haces?! —dije, rojo por su actitud.

— Try, tengo que decirte una cosa...

Me calmé un poco al ver su preocupación y suspiré.

— Vale... ¿Que es?

— ¿Tú me amas? —consiguió preguntarme despues de unos instantes.

Tosí fuerte y exclamé a mis adentros, anonadado.

— (¿¡Qué!?) —guardé como pude mi calma—. ¿Que si te amo?

Ella asintió y yo empecé a morderme la cabeza para responderla: ella siempre había sido muy dulce y mona, aparte de guapa, pero muy torpe y despistada. Siendo sincero, yo me sentía atraído por ella, pero es una pokémon. ¡Es ilegal la pokefilia!... 

Ojala estuviese con mi tío Eliot, que tiene una relación con una Braixen, creo que ahora es un león o algo. 

Tragué saliva, nervioso, mientras sus tiernos ojos miraban a los lados. Se me encogió el corazón al imaginarla llorando si la rechazase.

Con torpeza y lentitud, la abracé.

— Mi tontita... ¿Alguna vez te dije que no?

Fin



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