ÚNICO

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Pasaban de las nueve y aún se encontraba en el mismo lugar: la pequeña y vieja mesa de madera cerca de la ventana. NamJoon se entretenía jugando con la superficie, repasando las líneas desgastadas con las yemas de los dedos mientras miraba al exterior; tan tranquilo, húmedo e iluminado cada tanto por los fuertes relámpagos que parecían dividir el cielo. Aquello bien podía ser una representación de su atormentado corazón, de la tristeza sentida y la angustia que ya se le acumulaba en la garganta, como un nudo espinoso.

     Se suponía que no debía esperar nada, después de todo es un día normal y sabe que muy probablemente él no llegará. Así que maldice todos esos anhelos que le nacen sin siquiera darles permiso y trata de matar la esperanza que le ancla a estar cerca de la entrada.

     —¿Qué estoy haciendo? —Se repasa el cabello dos veces con la mano extendida y los mechones quedan rebeldes, casi cubriéndole los ojos—. Qué es lo que esperas, Kim NamJoon —se dice con desilusión, desesperado al creerse tonto. Sus brazos ahora se apoyan sobre la mesa y poco después se le une su mejilla, la mirada inerte la tiene en algún punto muerto. Prefiere estar así que pensar o ver casi cada minuto su celular en la espera de algo que bien sabe no va a llegar.

     Lo que sí sabe es que debería ir a dormir, o al menos estar en su cama debajo de mantas cálidas y no soportando el frío de una muerta superficie que le lleva a una melancolía invasiva. Pero es aferrado, más bien raya en lo necio y por eso se queda. Como si eso fuese la solución a todos los males.

     En ese punto él ya está aburrido, aunque más desconcertado que otra cosa. El dedo meñique juega con la taza de café a medio tomar que tiene enfrente, ya frío como deberían de estar sus sentimientos, aunque esos solo se encuentran más cálidos y desbordantes.

     NamJoon comienza a hacer cosas que solo las personas sin nada por hacer durante horas hacen: cualquier tontería entretenida que sea más interesante que el silencio que le rodea. Por eso apoya la frente en la boca de la taza, siente la presión del borde que le ciñe la piel y parece que eso lo lleva a recargarse con más devoción. Cuando reacciona deja de hacerlo, pero mantiene la cabeza gacha. Solo ve el líquido negro sin interés alguno, y como si una fuerza más grande que él lo guiara, saca la lengua y la sumerge, solo para después hacer un gesto de asco.

     Respinga cuando cuatro golpes planos en la puerta le sacan de su estado de hipnosis. La impresión le había hecho tirar el café al mover bruscamente la mesa con su cuerpo.

     Sabe que es él: Jackson. Solo el castaño acostumbra a tocar la puerta con la palma en lugar de un puño. Lo hace porque sabe que al moreno le desagradan los golpes fuertes e insistes y porque está seguro que NamJoon siempre espera por él cerca.

     No puede suprimir el nerviosismo que de repente se le apoderó del cuerpo, ni la emoción pues, sin darse cuenta una pequeña sonrisa comienza a destellar con ganas de quedarse lo que resta de la noche.

     El pobre chico enamorado solo atina a levantarse rápido y torpe al atorarse con la pata de la mesa. No se le ocurre más brillante idea que limpiar el café derramado con las mangas de su camisa para poder ir rápido a abrir.

     Jackson lo descoloca bastante mal.

     —¡Joonie!

     El chico de hoyuelos abre sus ojos con impresión, no por la sorpresa de ver al mayor, sino en el estado que llegó. Está completamente empapado de agua, su ropa y los mechones se le pegan a la frente.

     —¿Qué demonios? ¿Dónde te metiste?

     —¡Estaba lloviendo!

     NamJoon se apresura a tomarle del brazo en una invitación a que entre lo más rápido posible, como una madre preocupada por un hijo pequeño del cual teme que enferme.

Día especial · ﹝ᴊᴀᴄᴋᴍᴏɴ﹞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora