Capítulo 12: Recuerdos del pasado.

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—¿Venganza? —preguntó Klaus, sorprendido a la par que asustado—. ¿Tú escuchas lo que dices?

—Venganza, por humillarme de semejante manera. —Hans le dirigió una mirada indiferente a su hermano, no había sentimiento de superioridad en aquel momento, tan solo indignación.

Toda la sala se quedó en silencio, las miradas estaban entre Hans y su hermano mayor, la mayoría de las personas se preguntaban si su presencia allí seguía significando algo.

—Hans, nosotros no... —intentó explicar el rey, pero su hermano pequeño no parecía dispuesto a dejarle hablar.

—No seas ridículo, mi venganza no será contra vosotros, me vale ver vuestra cara de terror —respondió el pelirrojo con cierto desagrado—. Pero puede que después de todo también fuerais merecedores de ello.

—¿Entonces de qué venganza estás hablando? —preguntó Viktor, el cual seguía encargándose de Derek.

Hans se dirigió hacia el ventanal cuyas vistas daban a una costa de la isla, apoyó las manos en su parte trasera y con cierto escozor, respondió:

—Contra el reino de Arendelle.

Se oyeron voces y quejas por parte de los asistentes, también había zonas de la pequeña capilla aún en silencio, pero una voz del final de la misma se alzó en contra de las palabras de Hans.

—¡No te atreverás a cometer semejante acto! —Kristoff avanzó y señaló al príncipe, que se dio la vuelta con los ojos entrecerrados.

—¿Y quién va a impedírmelo? ¿Tú?

—No solo seré yo, todos los aquí presentes están en contra de tus ideas disparatadas.

Los hermanos miraron al vendedor de hielo asombrados, había sido el único de toda la sala que había tenido el valor suficiente para encararse con Hans después de ver sus poderes. El príncipe pelirrojo se quedó mirando al contrario con sus rojizos y ambiciosos ojos, lleno de curiosidad y pensativo.

—¿Y quién se supone que eres tú?

—Mi nombre es Kristoff Björgman, y vengo de... —el rubio pensó que debía haber mentido en el nombre, pero ya era tarde para eso, así que lo hizo en la localización—. Las Islas del Norte.

—Muy bien, ahora te plantearé otra pregunta —Hans se dirigió al vendedor de hielo con tono desafiante y una mirada que transmitía auténtico pavor—. ¿Quién te crees que eres?

—Soy el que va a impedir que intentes cometer otro crimen contra el reino de Arendelle.

—¿Qué crimen? ¿Liberar al reino de una peligrosa monarca que casi acaba con su pueblo y cuya ejecución fue aprobada junto a los grandes dignatarios? Por cierto, el dignatario francés iba en el mismo barco que yo cuando naufragamos, y no le veo por aquí —aquella respuesta no fue del agrado de Hans, lo que le impulsó a utilizar esas palabras tan dañinas, y en consecuencia hizo surgir unas chispas de fuego en su mano derecha mirando al resto de los invitados—. ¿Tú y cuántos más vais a impedírmelo?

Nadie respondió, ni siquiera Kristoff se atrevió a contestarle, pues el robusto muchacho se vio empequeñecido ante las llamas del príncipe Hans. Los reyes de Corona parecían tener el deseo de intervenir, pero la situación les imponía demasiado.

—Lo suponía... ¡Guardias! —hizo llamar el príncipe—. Encerrad al señor Björgman en las mazmorras por amenazar a quien actualmente está al mando de las Islas del Sur.

—¡¿Pero qué?! —Kristoff se vio arrastrado por dos hombres igual de grandes que él que obedecían a Hans por miedo a ser atacados de la misma manera que el príncipe Derek—. ¡Lo que tú harás será aún peor!

Frozen: El príncipe de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora