-Mekin, ¿Qué pasado es ese que nos has ocultado y por qué lo has hecho? –Preguntó Fj.
Mekin bajó su cabeza y respondió:
-No se por donde empezar, es todo una historia larga y un poco difícil de explicar. –Mientras tanto, se le cayó una lágrima al suelo al mismo tiempo que apretaba sus puños cerrados mostrando una cierta cara que transmitía un sentimiento de impotencia al no haber podido hacer algo.
-Si quieres, me respondes cuando acabe el Torneo. –Fj le dio más tiempo a Mekin para que pudiera explicar y dar sus motivos para mantener oculto su pasado. –La verdad es que Mekin nunca nos habla de su pasado –Pensó.
-Fj, espera. De momento, solo te lo voy a contar a ti. Es una historia de la que me avergüenzo. La historia de cuando me inicié con los Pokémon y de cómo me convertí en el Campeón de Pueblo Pino. Fue algo tremendo, una sensación difícil de explicar. Pasar de ser objeto de burlas a ser alguien al que nadie quería enfrentarse con sus Pokémon. Lo malo fue como terminó, pasar de haber podido ser una leyenda a volver a ser una mierda más en una esquina, esa mierda que no quieres cruzarte por asco, por mal rollo o por lo que sea que te transmita encontrártela por ahí tirada. –Mekin aceptó contarle su historia a Fj.
-Yo nací en Pueblo Naranjo. La gente me veía como un niño feliz sin preocupaciones. En cierto modo, yo era un niño casi sin preocupaciones, de no ser que detrás de que siendo un niño inocente que hacía lo que cualquier otro niño hacía, se escondía un niño que en casa era testigo de los malos tratos que mi padre le daba a mi madre y de algunos que me dio a mi.
Habían días que mis padres discutían y él le daba palizas, una de éstas fue la última, una gorda. Le dejó morados los pómulos y el derecho se lo fracturó. Le pegó tal paliza que hasta la desmayó y mientras la pateaba tirada en el suelo dijo que la iba a matar y que argumentaría que se habría caído por las escaleras para eludir la cárcel. Yo, de impotencia que sentía siendo un inocente niño, empecé a gritar.
Entre esos gritos, se despertó un Shinx que yo tenía. Ese fue mi primer Pokémon, él bajó las escaleras a atender mis gritos. Mi Shinx vino a consolarme y cuando vio a mi padre pegando a mi madre y a mi sin poder mediar palabra señalando lo que ocurría, mi Shinx sin pensárselo más veces atacó a mi padre, fue la primera vez que yo vi a mi Shinx usar Impact Trueno y no lo estaba usando contra un Pokémon, sino contra un humano. Vi como mi padre quedó paralizado por el Movimiento de mi Pokémon. Mi madre despertó de su desmayo y nos vió a mi Shinx y a mi llamándola. Cogimos unas pocas cosas nuestras y nos fuimos a pedir ayuda de alguien.
Estuvimos en casa de unos vecinos, los cuales llamaron a mi abuela materna. Ella vino a por nosotros acompañada de alguien que vivía en su mismo pueblo.
Cuando llegó, nos montamos con ella en el coche y no nos llevamos más que las pocas pertenencias que pudimos coger, la ropa puesta y una Pokéball. Esa Pokéball, la usé en ese Shinx. No podía dejar a mi Shinx, él defendió a mi madre y se lo dejábamos en Pueblo Naranjo mi padre se vengaría de él. No hizo falta nada más que decirle a mi Shinx que se viniera con nosotros y lanzarle la Pokéball para que dejarse atrapar.
Una vez en el pueblo de mi abuela, tuvimos que indagar por ahí para encontrar un nuevo pueblo al que irnos a vivir.
Resulta que el pueblo de mi abuela iba en declive y no habían colegios donde yo pudiera hacer mis estudios.
Tras unas semanas, casi un mes, dimos con un pueblo llamado Pueblo Pino.
Al poco tiempo, de estar viviendo ahí, mi Shinx evolucionó en Luxio. Samantha, así se llamaba, yo la llamé así. Sí, era una Luxio hembra.
Con el tiempo, vi gente que usaba los Pokémon para entablar combates. Al principio yo no sabía apenas nada, pero con el tiempo fui adquiriendo experiencia, al igual que mi Luxio. Un buen día, Samantha evolucionó. Ahora yo tenía una Luxray llamada Samantha.
Fui a unos cuantos Gimnasios y gané sus Medallas. Sí, vosotros creéis que tengo solo 2 Medallas, pero en realidad tengo 5 y solo me faltan 3 para poder ir al Campeonato Provincial. Os lo he ocultado porque me daba cosa contaros mi historia por el sentimiento que me da lo que viene después de todo esto que te estoy contando.
Esa experiencia en combates la gané teniendo que enfrentarme a esa gente que se metía conmigo al principio. Recuerdo que cuando empecé todos me derrotaban y al hacerlo se reían de mi y unos pocos se dedicaron a ir robándome dinero, el bocadillo para comérmelo en el patio en la hora del recreo, en fin, un desmadre. Esto pasaba hasta que me dediqué a luchar contra Pokémon salvajes usando a Samantha. Logré atrapar otros Pokémon gracias a ella.
Con ese equipo que me hice logré derrotar a cada uno de los que metían conmigo, tantas veces les derroté que mis Pokémon subieron a niveles increíbles superando así, los niveles de los Pokémon más poderosos de aquel pueblo. Incluso se me llegó a temer por aquello y nadie ya quería combatir contra mi porque cuando alguno de esos que se metían conmigo volvían a hacerlo, les dábamos una tunda. Una vez mandé a uno de ellos al hospital por unos 3 meses.
Aquello también tuvo un final y fue cuando mi madre conoció al padre de mi hermana.
La historia de mi madre con ese tipo es también un poco larga. Así que escucha atentamente porque no me gusta ir contando esta historia triste por todos lados por los que piso y no me gustaría tener que estar repitiéndola cada dos por tres.
Continuará…