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Cuando recuerdo mi antiguo colegio en lo primero que pienso es en los últimos años, y no porque hayan sido los mejores o porque hayan pasado cosas interesantes, sino porque están más cerca de mi memoria.
Puedo recapitular cada uno de los nombres de mis compañeros, aunque de algunos incluso ya olvidé como se veían. El primer año con aquel grupo fue, para mi, una catástrofe, y no porque no me quisieran o porque me molestaran, simplemente no me sentía cómoda con ellos. El motivo era sencillo; había regresado de varios años de vivir en el extranjero para encontrarme con que nada era igual. Sabía que no iba a estar con nadie que fuera extremadamente cercano a mi en ese entonces y también sabía de que las personas que conocía de hace tiempo ya tenían amigos cercanos. En conclusión estaba sola. Antes de regresar de mi intercambio me acuerdo de lo mucho que le rogué a mis padres que me cambiaran de escuela, a la escuela en donde iba a estar mi mejor amiga. Simplemente no podía soportar emocionalmente la soledad que sabía que esos tres años de preparatoria iban a producir. Les marqué llorando por tres días seguidos para que accedieran, a veces ya ni siquiera exigía que me cambiaran a la escuela de mi mejor amiga, sino que les insistía en que me quedara en Alemania o mínimo me cambiaran a una escuela en Canadá, o cualquier otro país, menos en el que vivía. A pesar de todos mis intentos y lágrimas ninguno de los dos accedió y tuve que regresar a México. En mi ausencia mis padres habían comprado una casa que yo desconocía, así que cuando regresé sentí que estaba en un lugar que no me correspondía. Dormía en una casa que no era la mía y estaba en una escuela que desconocía y en la que no quería estar. Tardé en acostumbrarse al sentido de la palabra "hogar" y tardé bastante en llamar "amigas" a la chicas con las que me juntaba y en el año que siguió, tardé mucho menos en dejar de considerarlas amistades.
Recuerdo bastante bien las veces que avisaba que iba al baño y que aquellas chicas me contestaban "no nos tienes que decir a dónde vas", "¿no quieres ser más específica?" O "tú solo ve" y para cuando ya había desarrollado el hábito de ir sola y no avisar se empezaron a quejar de que "desaparecía", cuando le conté a una de ellas que lo hacía por esa razón lo único que recibí fue un: "no me acuerdo"  y un "ah, perdón" dicho en voz baja.
El primer año, fue sin duda uno de mis peores. Soporté muchas cosas que no merecía de aquellas dos chicas, pero visto desde el presente no guardo ningún rencor, incluso me siento culpable ya que gracias a mi alejamiento y finalmente mi ausencia pasaron a estar muy encerradas ellas en su mundo, ya que a nadie más les caía bien aquellas dos. Al final me dejé de hablar por completo con una de ellas y con la otra poco a poco me volví a llevar, incluso pasaron varias cosas en ella en mi tercer y último año.
El primer año fue en donde formé parte de ese trío, ese par de chicas y yo, nos juntamos más que nada porque éramos las nuevas en aquel salón. Aunque yo ya conocía a varias personas en aquel grupo, todos se juntaban con sus amistades ya formadas e incluso cuando en teoría era amiga de varios, nunca había formalizado nada profundo con nadie que estuviera ahí.
Mi rutina del primer año fue la misma casi todos los días; despertar, ponerme mis audífonos para escuchar música, vestirme, subirme al carro y escuchar como mi madre hablaba en monólogo, normalmente regañándome o amenazándome de quitarme mis audífonos para que le hiciera caso, ir a clase, poner música de nuevo de ida, ir a mi casa y poner la música en mis audífonos aún más alta de lo que ya estaba, en la tarde mi madre normalmente me volvía a regañar por tener la música tan alta que no la escuchaba, diciéndome que tenía que prestar más atención al presente y que me iba a lastimar los oídos. En los fines de semana normalmente iba a comer con mis abuelos, sino me quedaba en mi habitación con mis audífonos puestos mientras hacía otra cosa en mi teléfono o computadora. Esa rutina huele a odio, y lo digo porque en esa temporada no me podía odiar más, no me soportaba ni yo misma, fue la temporada en donde consideré varias veces huir de casa y empezar de cero en otra ciudad, en donde consideré desaparecer. Por obvias razones no lo hice, era un sueño bonito en aquel entonces, pero incluso en esos momentos sabía que estaba siendo irracional y que no era para tanto. Aún así no podía controlar mis emociones y desarrollé el hábito de rascarme el brazo cuando me sentía enojada y el de llevar una liga en mi muñeca y jalarla lo más que pudiera sin hacer ruido, cuando me sentía nerviosa, mis brazos por ambos hábitos siempre terminaban rojos, incluso sigo teniendo la cicatriz en el brazo izquierdo de cuando me rasqué tan fuerte que mi piel tardó dos semanas en recuperarse y a pesar de lo tanto que tardó en curar nadie nunca se dió cuenta. También rompí demasiadas ligas. Ligas que no necesitaba ya que mi cabello no era lo suficientemente largo como para hacerme coletas de caballo. Fue un año caótico y sin embargo aprendí varias cosas esenciales de mi que me servirían en el futuro.
No todo en aquel año fue horrible, también hubieron situaciones buenas que por desgracia he empezado a olvidar, supongo que la culpa al final la tengo yo, ya que me enfoqué tanto en las cosas negativas de aquel año que terminé por olvidarme de todo lo bueno. En este año no pasó nada interesante, lo interesante estaba por pasar en el siguiente año.....

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