Capítulo 3

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Lancaster, Inglaterra, 1822

Revolvió el té contemplando las minúsculas partículas de polvo que volaban bajo el rayo de luz de la mañana, que atravesaba el cristal y daba calor a su pierna extendida. Estaba sentada en la mecedora junto al ventanal colonial cuando golpearon la puerta de su habitación.

—Mi señora...

—Sí, adelante. —la vio entrar con los ungüentos para su pierna y aquella sonrisa maternal.

—¿Cómo amaneció?

—Cierra por favor con la traba, no tengo ánimos para soportarla.

—Claro señora.

Se acercó a la mecedora, dejó la bandeja sobre la mesa, mientras Elena levantaba su negra y pesada falda de luto dejando al descubierto su pierna maltrecha.

—¿Sigue doliendo?

—Al levantarme, cuando estoy mucho tiempo sentada... al apoyarme... en todo momento —suspiró fastidiada y al mismo tiempo resignada, llevó la taza a sus labios y bebió otro sorbo de té.

—¿No desea pasear por el jardín? Ya los narcisos han abierto sus pétalos... el perfume es precioso.

Elena guardó silencio y cerró sus ojos apretándolos mientras su doncella le pasaba aquel ungüento que olía espantoso, pero que le aliviaba el dolor.

—¿Alguna vez vas a quitarle ese olor? Por Dios Freya... es horrible.

—Lo siento mi señora... es imposible porque es la flor...

—Sí, sí... ya sé... no me lo repitas... es que es insoportable.

—Lo siento milady. ¿No va a salir?

—No sé... no tengo ánimos...

—Señora, si sigue así, se va a marchitar y ponerse oscura como esas ropas que lleva... ya es hora de que busque un vestido bonito para ponerse.

—Olvídalo, me lo va arrancar con sus propias manos cuando me vea. Debo guardar luto de por vida y seguir confinada en este lugar que aún huele a muerte, hacerle los honores y tanta cosa... —su voz se volvió temblorosa al hacer palabras todo lo que la agobiaba.

—Señora... ¿Por qué no habla con su familia? Intente una vez más.

—Ya lo hice... no quieren tener problemas y están justos de dinero, que una boca más es una boca más... que Victoria aún no se casa... No me quieren allí, fin de la cuestión.

Freya se levantó del suelo y dejó las cosas sobre la mesa mientras buscaba el cepillo para arreglar su cabello. Le hizo un recogido muy bonito, con una hermosa cinta en él.

—Tiene un cabello muy hermoso.

—Gracias...

—No esté triste... tengo algo para usted. —susurró apenas y Elena se volvió hacia ella intrigada. —Se lo robé de la bandeja de correspondencia a la señora Esme.

—Por Dios Freya no te metas en problemas que no quiero quedarme sola.

—No se preocupe Marquesa... —sacó la misiva de entre las telas de su vestido y le extendió el sobre.

Elena frunció el ceño y lo tomó entre sus manos. Era el sello de la familia Marshall, vizcondes de Lancaster.

—¿Qué es esto?

—No lo sé, pero apenas vi que era para usted, me apuré a tomarla de la bandeja antes que la señora Esme la vea y la rompa.

Elena acarició con sus dedos aquel lacre y la abrió recorriendo rápidamente con sus ojos aquellas líneas.

Corazón en  PenumbrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora