Dentro del closet

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Aquí dentro todo era cálido. Al menos la mayor parte del tiempo, lo era. Como aquellos días de octubre donde el sol estaba tras las nubes y una ligera brisa te estremecía la piel, un día perfecto para salir a caminar por alguna vereda si me permites decir.

Había algo de polvo, no te lo voy a negar. Me causaba un poco de alergia y comenzaba a estornudar. Relina decía que mis estornudos son como los de un gatito, pero esa es otra historia que quizá quieras escuchar en otra ocasión.

Desde el suelo, donde solía sentarme a abrazar mis rodillas y balancearme sobre los talones, podía percibir el aroma de todos los abrigos, vestidos, chaquetas y demás prendas que colgaban de ganchos sobre mi cabeza, era bastante agradable. Si alzaba un poco el mentón, mi nariz rozaba con el abrigo gris favorito de la abuela, el mismo que usaba la tarde en la que me vio besar a Relina. Mi mejor amiga.

«No dejaba de llorar, mis ojos ardían al igual que la rojiza punta de mi nariz por tanto restregar las mangas de mi suéter en esta. Mi garganta irritaba, pero en ese momento el dolor en mi pecho era más fuerte que la curiosidad de saber si era por frio o mis sollozos.

− Sigo esperando una respuesta.

¿Qué se supone le diría? Me había visto con Relina, estaba besándola por el amor de Dios. No tenía excusa ingeniosa ni comentario sarcástico que me salvara en esta ocasión. A decir verdad desde que la escuche decir mi nombre mientras mis brazos se aferraban al cuello de mi "amiga" lo único que pude hacer fue largarme a llorar.

− Dorothy...

− ¡Lo siento! ¡lo siento, lo siento, lo siento! ¡abuela perdón!

Silencio. Ella no decía nada y yo seguía llorando como idiota.

− Quiero una explicación

− Abuela, yo...

− ¿¡Por qué esa chica usa vestido negro en plena primavera!? Mi niña, si en mis tiempos se hiciera eso ¡la mismísima Coco Chanel se habría extirpado los ojos!»

Jamás comprendí con claridad que quiso decir con ello, y no estaba segura si hacía referencia a sus tiempos de diseñadora o solo intentaba omitir el problema. Miranda era su nombre, la mujer que me diseñaba exclusivos vestidos cada temporada y la mujer que me adoró incluso después de saber quién era en realidad. Espero tú no me juzgues por ello.

Aquí dentro también me siento segura ¿te lo había comentado? Las enormes puertas de madera no dejan traspasar los gritos de mis padres ni las botellas de vidrio que suelen arrojar sobre mi espalda. Sí. Me siento segura.

Solo yo, recuerdos trascendentales colgados sobre mí y una pequeña caja de cartón con cartas y fotografías de Relina y mías.

Tal vez podrás pensar que está mal me quede aquí dentro, pero cuando intente salir a ver el sol, las personas aún no estaban listas para ver a chicas que besan chicas, hombres de vestidos ni arcoíris en los cielos.

También me he sentido así muchas veces, llego a perder el aire, siento que estas paredes de madera se cierran a mi alrededor y me encarcelan en vez de protegerme, podría ser mi claustrofobia, podría ser mi deseo de besar a Relina frente al vecino que siempre necesita azúcar, no lo sé.

Por eso he venido aquí, contigo. Esperando una pequeña ayuda.

Algo que me dé un poquito de esperanza para salir de aquí, tomar de la mano al amor de mi vida y correr lo más lejos posible sintiendo que mi felicidad no depende más de un estereotipo o esquema.

« Porque aquí dentro todo es cálido, hasta que la madera comienza a pudrirse. »

−Fucking fat

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