27. Eres mi princesa | Julian Brandt.

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27.

O

reanaaaaa

género: romance

advertencia: ninguna.


— ¡Juliaaaan!

— ¿Qué pasó cariño? — escuché su voz asustada detrás mío. Di una media vuelta y lo miré, — ¿Quién le colocó esto a nuestro hijo?

Julian miro al canino en mis brazos y río a carcajadas. Era un tutú rosado. ¡El era un niño!

— Fue Mats, ayer vino a jugar conmigo a un juego y su hija... — se detuvo a mirarme, estaba muy seria y sabía que también enojada con él. — Está bien, lo siento

— No es por tí. Ni por Boby — dejé el perrito en el suelo sin el traje ridículo y salió corriendo de la habitación. — ¿Porqué siempre que invitas a un amigo tuyo hacen ese tipo de cosas? — crucé mis brazos.

— Somos tontos. — río. Negué con la cabeza. — Está bien, no vuelve a pasar amor. — beso mi mejilla

— ¡Sigo enojada contigo! — canté divertida.

— Bien, que te parece si preparo palomitas y traigo tus gomitas preferidas. ¿Entonces me perdonas?

Sin hacer ningún gesto engañándole en verdad, salió corriendo de la habitación hacia la cocina imagino.

Me reí internamente, no estaba enojada, me gustaba que fuera mi esclavo permanentemente

Bajé las escaleras que daban a la sala y caminé a dónde estaba él. Me dió ternura verlo apresurado porque las palomitas salieran del microondas.

— Ya casi amor, no te preocupes.

Sacó un pequeño tazón de la alacena y metió dentro dos bolsas de gomitas y las dejó frente a mí. Buscó en el refrigerador donde guardaba mi malteada favorita y la sirvió en un vaso.

— Falta poco, mi princesa.

El timbre del micro sonó y de inmediato sirvió la bolsa de palomitas. Todo lo colocó frente a mí y se sentó en un banco esperando que probara algo.

— Adelante amor. — río cansado. — Todo tuyo

— Ósea que... ¿No querrás palomitas? — fruncí el ceño

Hecho un vistazo rápido y negó, eran sus preferidas.

— Bien, es todo mío...

— ¡Está bien, comparte conmigo!

Reí y comenzamos a comer como dos gordos que éramos.

— Lo mejor de todo, es que nunca estuve enojada contigo

— Lo sé

— ¿Aún así hiciste todo eso por mí?

— Sí

— ¿Porqué?

— Eres mi princesa y te amo. — sonrió con dos gomitas en la boca. — Igual, algún día tienes que consentirme a mí amor.

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