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"A veces la primavera pasa delante de nuestros ojos como un simple suspiro, una brisa removiendo el cabello, ese sentimiento de estar vivo mientras te detienes, y te das cuenta de que el mundo que te rodea también lo está. Muchos, e incluso mi boca, han dicho la belleza de la frescura primaveral, el suave sol, los cerezos en flor que decoran un camino que nos queda por recorrer como la vida misma. ¿Pero quién se preguntó que existía antes de la primavera? Sólo aquél que tiene alma, y que goza de un inquebrantable espíritu es capaz de ver, y conscientemente hallar la belleza en todo lo que nos parece tan familiar, tan cotidiano como la lluvia que nos permite crecer, tras la cual aparecen los más bellos rayos de sol. Aquél que tenga ojos puede ver, pero sólo aquél con el alma en el cuerpo puede amar."

Daniel nunca había pensado que un libro podría terminar así.

Daniel jamás se había detenido a pensar, hasta ese momento, aquello que el autor aseguraba y darse cuenta de que esa era la realidad en el día a día de él, y de todos quienes lo rodeaban. Él mismo se detuvo un momento, su anatomía cálida y cómoda postrada en el cómodo sillón de la biblioteca con café service que él solía frecuentar para alimentar su gusto por la lectura. Y se dio cuenta de que, tal vez, en la vida había pocos momentos en los que la gente se detenía, como lo estaba él, y como lo estaban los demás en ese pequeño espacio de tranquilidad y de calma, en esa especie de refugio contra la celeridad del mundo exterior. Mirando a través del vidrio humedecido por las gotas de una lluvia que no cesaba, podía apreciar el ajetreo de quienes caminaban por las calles con prisa, sin querer perder siquiera un minuto de su preciado tiempo, y sin hacer tal vez ese ejercicio de subir la vista y apreciar la hermosura implícita en un cielo lleno de diferentes tonos de grises. El mundo avanzaba, y él hasta ese día había avanzado con él sin entender precisamente porqué.

Se llevó la taza de chocolate caliente a los labios, no necesitó ponerle azúcar, o siquiera soplar. Las camareras del lugar le conocían tan a profundidad que sabían que él jamás le pondría leche al chocolate, y que en lugar de eso le pondría dos terrones de azúcar para lograr la dulzura que embriagaba su paladar. Sus lentes ópticos se empañaron, y esto le arrancó una pequeña risa algo boba al rubio de ojos rasgados que había entendido, al finalizar su lectura, que era muy probable que estuviera pensando demasiado en torno a la reflexión de un personaje de ficción. Pero que de todos modos no podía hacer más que hallarle verdad a todo eso que el mismo personaje por su voz y por su mano planteaba en una carta hacia las personas que jamás le habían comprendido. Porque era cierto, pocas personas en el mundo amaban y podían apreciar lo bello en la simpleza de las cosas.

Tomó el libro en su mano, reposando la taza en la pequeña mesa frente a él, y suspiró por primera vez en el día: Abrió el escrito, revisó cada detalle de portada y contraportada, incluso introducción y dedicatoria en aquél que había parecido ser casi su desahogo y al mismo tiempo la herramienta que le había abierto los ojos. Pero era imposible, era el cuarto libro de ese tipo que leía, y aún así le era extremadamente difícil, más bien dicho imposible, encontrar al autor al que, sabía, pertenecían los cuatro ya mencionados. Porque quizás Daniel Kang no era muy hábil en muchas cosas, pero si algo sabía hacer a esas alturas de su vida era reconocer el estilo de escritura de alguien, reconocer las ideas de alguien sin importar en el formato, o en la historia que se planteasen. Algo dentro de él le hacía pensar que ese "autor anónimo" del que se había vuelto un gran fan en el último tiempo de su vida, era la única persona que podía entender su manera de pensar y de tomarse la vida, y que era también la única persona con reflexiones tales que le hacían abrir los ojos ante factores frente a los que alguna vez fue ciego. Tal vez era una fantasía de fanboy algo extraordinaria, pero él quería saber un poco más sobre esa persona. Al menos quería conocer qué tipo de persona era, o cómo se veía. De qué manera vivía como para entender tan perfectamente que, como en la reflexión de una de sus obras favoritas, "Lo esencial es invisible a los ojos". Pero así como tenía esas ganas, también sabía que su mente trabajaba demasiado, y que probablemente eso jamás ocurriría. Si esa persona posteaba sus libros bajo el anonimato era exactamente porque no quería ser conocido, ¿Verdad?

Spring is.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora