Parte Única

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Si quieres leer prométeme que no te mentiras a ti mismo mientras lo haces, gracias.

Hace poco pensé herirnos es humano, igual no me entiendes, seguro que amas a alguien, primo, hermano, padre, madre, amigo, novio/a...etc.

Si dijiste que no, perdiste, ya has mentido, todo el mundo ama a alguien y es amado por alguien sin excepción porque el amor nos mantiene vivos solo que este duele, duele mucho y a esto es lo que me refiero con auto-lesionarte es humano porque ser persona es amar y el amar a veces duele pero eso no importa mientras se ame, supongo.

Te contare mi historia, no es perfecta, de hecho yo tampoco lo soy pero ¿sabes?, tendrás que aguantarte. Me llamo... bueno eso en realidad no importa, tengo 17 años, desde pequeña siempre supe que era diferente pero mi padre me decía ''no eres diferente, eres especial'' y yo le sonreía. Hubo un chico, de hecho esa es la razón por la que estoy contando esto, él y yo éramos compañeros de clase desde infantil pero nunca conseguí tan siquiera hablarle, me daba vergüenza, y sí, yo también era una "autolesionadora". Tampoco tenía casi amigas, solo tenía una y aunque también la conocía desde pequeña no era de las amigas de confianza que le puedes contar todo solo era como una sombra que estaba a mi lado haciéndome compañía, supongo que ella sentía lo mismo sobre mi pero tampoco le pregunté. En cuanto a mi familia solo tenía a mi padre hasta que murió ya hace casi dos meses... solo puedo y quiero decir que fueron los dos peores meses de toda mi vida pero ya más adelante llegaremos a eso. En el colegio no hablaba casi en las clases solo copiaba apuntes y en los recreos me hacia la tarea al lado de mi fiel sombra, el único sitio en el que hablaba era en casa con mi padre, siempre le contaba hermosas y graciosas historias falsas de que había pasado en cole y lo bien que lo había pasado con ''mis amigas'', después, me iba a mi cuarto me hacia la tarea restante, estudiaba y finalmente veía YouTube o redes sociales en mi tablet. Sí, tenía redes sociales ya con ocho años pero no publicaba nada, solo veía las vidas de los demás y lo felices que eran. Los sábados le pedía permiso a mi padre para ir a un parque cerca de mi casa y él siempre respondía que sí. Al final, ni siquiera le preguntaba, él ya sabía que si quería buscarme en algún sitio estaría allí. Pero... ¿Qué hacía en el parque? igual te preguntas, pues primero iba hasta el puente que cruza el lago, me sentaba justo en el medio de este, en la tabla 17, y sacaba la cabeza por los barrotes de la barandilla para ver las hermosas luciérnagas que duermen a la sombra del puente. Después lo cruzaba y me iba a la orilla del lago en la zona menos transitada y por tanto más silenciosa, rozaba el agua y empezaba a susurrar canciones que me inventaba sobre la marcha, en mi opinión hermosas pero que sabré yo, también, a veces me traía un cuaderno de folios blancos e intentaba dibujar con mi mayor esfuerzo el hermoso paisaje que tenía ante mis ojos. Al anochecer, empezaba mi parte favorita, desde mi posición se podía ver como el puente tapaba el sol poco a poco hasta hacerlo desaparecer, daba igual cuantas veces lo viera, era maravilloso y aún no había acabado, justo cuando el sol emitía su ultimo rayo aparecía otra luz, bueno más bien otras luces, y no, no eran las estrellas o por lo menos no solo ellas. Las luciérnagas despertaban poco a poco, enseñando su blanca luz y dejando una estela a su paso. En unos minutos se habían extendido por todo el lago y parecía como si pudieras tocar el cielo. Desde la primera vez que vi ese hermoso espectáculo mi sueño fue nadar hasta el centro de ese lago y bailar con ellas, imaginaos, sería algo maravilloso. Para mi doceavo cumpleaños el 1 de junio diseñe un plan para poder hacerlo realidad. Era el año idóneo ya que ese día caía en sábado, le dije a mi padre que había quedado con mis amigas para celebrar mi cumple y que no me esperara despierto y él como siempre, aceptó. Cogí mi bañador y mis gafas de natación y las metí en una mochila junto con mi habitual botella de agua, una toalla y ropa de recambio por si acaso. Fui allí y esperé un tiempo impacientemente hasta que ya estaba a punto de atardecer, en ese momento me metí detrás de unos arbustos para que no me viera nadie aunque ese lugar tampoco era muy visitado que digamos y me cambié, dejé la ropa metida en la mochila que escondí tras unos arbustos y me puse las gafas en la frente. Metí un pie dentro del lago, para mi sorpresa el agua estaba templada después de un día entero dándole el sol así que me metí de golpe, nadé un poco al estilo perrito, pues aunque al lago no era del todo profundo solo tocaba muy de puntillas, y justo en el momento en el que llegué al centro el sol desapareció y miles de estrellitas pasaron justo por encima de mí tan cerca que si hubiera querido con solo con extender el brazo las hubiera tocado. Las luciérnagas se terminaron de posicionar y empezaron su alegre baile, recuerdo que justo en ese instante me puse a llorar de felicidad y empecé a nadar lentamente por todo el lago y ya con las gafas puestas intercambiaba buceo con perrito. Al cabo de un rato decidí salir del agua pero para mi sorpresa al salir vi a alguien en el puente, al ver su rostro mi corazón empezó a latir más rápido, ¿os acordáis de que había un chico?... Pues sí, era él y lo peor es que me estaba mirando. Sin pensarlo mucho, me puse las zapatillas y la toalla de vestido, cogí la mochila y corrí hasta el puente, él estaba justo en el tablón 17, me acerque a él y le dije:

Loving can hurtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora