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Las borrosas líneas que dividían la relación de profesor-alumno, poco a poco iban desapareciendo entre Blaine y Kurt. Ambos habían caído bajo una ilusión de romance y pasión que, hasta cierto punto, los cegaba de la realidad que los rodeaba. El adolescente, en su apogeo juvenil de amor, no era consciente de la aguda mirada de su amiga sobre él, estudiando y buscándole un por qué a cada suspiro y sonrojo que el chico exteriorizaba, haciendo eco de sus pensamientos, durante la clase de matemáticas. Rachel, con ojo crítico, observaba la llamativa actitud de su mejor amigo, quien sonreía a la nada y parecía brillar, con sus mejillas ruborizadas y el particular resplandor en su mirada azul, dándole un aspecto diferente. Ella no solía ser curiosa, más allá de lo normal, pero aquel comportamiento en el castaño, le estaba desquiciando debido a la incertidumbre de saber la razón de tal cambio.

- ¿Ocurrió algo bueno? Te vez radiante – comentó la chica, intentando poner un cebo, sutilmente.

- Oh, no... para nada... - contestó Kurt, ladeando su cabeza, forzándose a ocultar su sonrisa, fracasando en su intento – Incluso, creo que reprobaré el examen de química.

- ¿Seguro? – la chica lo miró expectante, a la espera de alguna reacción que coincidiera con lo que acababa de decirle. Sin embargo, el humor del castaño parecía imperturbable – Deberías estar preocupado, ¿no crees?

- Y lo estoy, pero... - Kurt inevitablemente rio - ¿No es un lindo día el de hoy? – volteó a mirarla con diversión en sus ojos.

- ¿Qué? – Rachel no entendía nada.

Más tarde, Kurt caminaba casi sin tocar el suelo, sintiendo su cuerpo ligero, como si flotara, mientras se dirigía al salón de reforzamiento matemático. Sólo una semana había pasado en compañía de su adorado profesor, y en su pecho no cabía más dicha. Ellos se esforzaban en ser tan discretos como sus sentimientos les permitían, pero parecían nunca tener suficiente del otro; con el latente deseo de estar cerca, de tocarse y sentir los latidos de sus corazones a un solo ritmo. Se necesitaban el uno al otro, como el aire, para vivir.

Las clases transcurrían lentas, cuando sabían que al terminar se volverían a encontrar; el tiempo se ponía en contra de su anhelo, tardándose tanto como podía, sólo para perturbarlos, aumentando sus ansias de estar juntos finalmente. Cuando el momento llegaba, y se veían solos en el salón, no podían contenerse y se besaban con pasión, deseando que el mundo y el tiempo se congelaran, para alargar ese momento eternamente, sin preocupaciones, ni prisas. Sin embargo, la realidad los golpeaba tan pronto como sus labios se tocaban, obligándolos a mantener las distancias.

- Vuelves a llegar tarde, Kurt – había dicho su padre, cuando el chico entraba por la puerta, pasadas las siete de la tarde ese día.

- Estaba estudiando... - mintió el muchacho, rogando porque su cara no se tiñera de rojo – Y olvidé llamar.

- No me gusta que estés dando vueltas por ahí a estas horas – insistió el hombre, para luego beber un trago de su cerveza, acomodando su cuerpo en el sofá – Es peligroso.

- Lo sé... Tendré eso en cuenta, papá – aseguró Kurt, antes de marcharse escaleras arriba.

El chico entró a su cuarto, con el corazón latiendo fuertemente en su pecho. Estaba tomando demasiados riesgos en su afán de mantener una relación con su profesor, y sabía que eso podría pasarle la cuenta. Temía ser atrapado en su prohibido romance y que lo alejaran para siempre del señor Anderson. Su corazón de adolescente no podría soportarlo. Aun así, se prometió no rendirse al miedo, y disfrutar de lo que tenían.

-o-

Blaine se encontraba recostado, acariciando tranquilamente el cabello castaño de su alumno. Afuera, la tarde caía lentamente, mientras ellos disfrutaban su tiempo juntos, tendidos en la cama del maestro.

Problemas Matemáticos [Klaine]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora