Capítulo 21: Gancho izquierdo

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—¿Qué diablos se propone hacer ahora? —Ashton vociferó en voz alta desconcertado mientras observaba como Edwards abordaba un taxi en compañía de la chica sin previo 
aviso— ¡Qué esperas síguelo...!
—demandó. 

Tan rápido como el taxi se puso en movimiento, instintivamente Edwards volteó la cabeza para ver hacia atrás. Sabía que al hacer aquello estaba echando abajo el acuerdo al que había llegado con Ashton sobre todo el tema de su seguridad. 

—Contesta el jodido teléfono ¡Hijo de la... Reina! —exclamó, impotente y colérico sin saber qué decir. 

Según lo que habían acordado, Edwards no debía moverse de lugar sin antes confirmar. 

—Tal vez... va a la casa de la chica
—supuso el otro guardaespaldas detrás del volante un poco más calmado que Ashton. Sabía la responsabilidad que llevaba en los hombros, pero no tendía a perder los estribos tan rápido. 

—No lo sé —respondió dudoso sin despegar la vista del taxi y ya memorizando la placa. Lo conocía bastante bien y los “tal vez” no se apegaban a Edwards. 

Ashton, quería creer que su colega estaba en lo cierto y que el principe no era tan estúpido para involucrarse en algún problema de una chica que apenas conoce.

                                                    
                                                            

                      ****** 

—Lo hecho hecho ésta —se dijo así mismo tratando de reconfortarse mientras apagaba el celular ante las insistentes llamadas y mensajes de su protector— ¿A dónde se supone que mencionaste que vamos?
—preguntó Edwards curioso a una Lucy distraída. 

Ella se debatía en un dilema moral y sentimental. ¿Por qué debería correr tras alguien que la había hecho sentir como una idiota durante tanto tiempo? Oliver representaba la viva imagen de lo que todos pensaban de ella: una ilusa mojigata más.

—Lucy... Lucy. 

—¡Eh...! —exclamó ensimismada— ¿Qué, qué pasa?

—¿Te preguntaba hacia dónde vamos? 

—Al Bronx. 

—El Bronx —reiteró—. Se escucha pintoresco, nunca he estado ahí
—respondió Edwards, y de manera automática el taxista dejó salir varias carcajadas de burla. 

Por supuesto que para Edwards, debia escucharse pintoresco. ¿Por qué alguien como él siquiera consideraría visitar ese distrito? Uno de los más pobres y peligrosos de la ciudad de Nueva York.

—No, no es así. Y de hecho, cuando lleguemos en un aproximado de diez o quince minutos. No debes hablar con nadie, ni llamar mucho la atención —específico la chica con temor— ¡Oh rayos! ¿Y tú siempre te vistes así? 

—¿Tiene algo de malo? 

—Es que... es muy... 

—Ya sé... —comentó interrumpiendo sus palabras a medias—, es por la corbata, ¿cierto? No le favorece mucho a mi tono de piel. 

—No chad, me refiero a que siempre vistes de traje, muy elegante para cualquier ocasión. Como si fueras un gran empresario. 

—¿Y eso es malo por qué? 

—Porque acabamos de llegar a una de las zonas más degradadas y peligrosas de Nueva York
—respondió abriendo la puerta del auto y bajando de él atenta al panorama—. Y que llegue un desconocido vestido así, solo llama la atención y no sé absolutamente nada de trajes, pero algo me dice que es bastante costoso. 

La Cenicienta de Queens (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora