IX

647 96 23
                                    

Me bebí mi copa de sangre sin muchas ganas. El nuevo reparto del comedor de los vampiros tampoco me convencía del todo. Pese a que había hecho a Nick sentarse dónde solía hacerlo Deirdre, con la sutil diferencia de que era yo quién estaba en el trono ahora. Así que él estaba a la altura de mis piernas. Deirdre estaba un poco más allá, lanzándome miradas asesinas, junto con Rachel.

Lo primero que había hecho esa mañana al volver con Enkar había sido separar a Rachel del resto y explicarle mi plan (sin hablarle de la relación de Nick con Elektra. Era consciente de que la mayoría de las vampiras realmente estaban coladas de él y no iba a poner en peligro a la chica, por borde que hubiera sido conmigo). Rachel no le había dado importancia a que mis intenciones fueran buenas.

Y, sinceramente, me cansé de ella. Si no quería entender que yo pretendía conseguir algo positivo, no iba a hacerlo. Así que esperaría a que lo viera con sus propios ojos. Ya se daría cuenta de que yo no era mala. De momento, Deirdre había intentado quitar la sangre a una de las chicas y Jade y Li se lo habían impedido, sin que yo tuviera que dar la orden si quiera.

Así que íbamos por buen camino. Pese a las miradas que Nick no dejaba de lanzarme. No lograba entenderlas del todo, porque no parecía furioso. Más bien parecía esperar que me diera cuenta solita de que no quería estar allí. Pero, vamos, ya lo sabía. Solo que había decidido darle tiempo a Enkar para resolver lo que fuera que tenía entre manos. Después, si aquel lugar no me aportaba nada mejor, me largaría.

Ellos no iban a ayudarme con mi alma y, pese a que no quería recordar, sabía que era cobarde no hacerlo. En cualquier caso, que no supiera qué había hecho, no cambiaba nada. Aun así, lo había hecho. Así que mejor no jugar en desventaja con quién fuera que me había matado, y saber también los motivos.

En resumen, no quería recordar, pero debía hacerlo.

Y no lo haría allí. Había aprendido magia por mi cuenta, con ayuda de un niño de diez años. Podría aprender sola todo lo demás también. Pero aún sentía ese vínculo con Enkar, era el único que me importaba de verdad allí (junto con Zeq, quizá). Así que le daría un par de semanas más. Tampoco perdía nada y era posible que averiguase algo.

Un silencio tenso recorrió el comedor. Y, por un agradable segundo, pensé que Enkar había vuelto a buscarme. Porque aquel silencio solo lo había producido él con anterioridad, al menos en mi presencia. Sin embargo, me desinflé al ver que no era él.

Y luego me tensé hasta que me pareció que mi columna había crujido. Era un vampiro que yo no conocía, pero que tenía los ojos amarillos. Le miré en detalle mientras se acercaba y los comparé con la imagen que tenía archivada en mi mente de mi asesino.

Aquel vampiro tenía la piel muy morena para ser un vampiro, es decir, parecía que dedicaba su tiempo libre a tomar el sol y eso era raro en nuestro mundo. Además, era guapo, alto y musculoso. Y los ojos claros contrastaban con su pelo oscuro y con su piel. Sin embargo, la forma de estos, ligeramente rasgada, no coincidía con lo que yo había visto de mi asesino.

Y me decepcioné, sería tan fácil que él hubiera entrado allí a entregarse voluntariamente... Es decir, quizá no a eso, pero me había dejado en aquel lugar por algún motivo, podía volver a buscarme.

—Mierda... —oí el susurro muy bajo de Nick.

El recién llegado se plantó delante de nosotros. Llevaba unos vaqueros oscuros y una camiseta blanca de manga corta. Parecía un tipo normal, de unos veinte quizá. Y, en otras circunstancias, me habría llamado la atención, porque tenía algo que hacía que no quisieras quitarle la vista de encima. Sin embargo, sabía que todos los viejos roqueros se conocían. Así que él podía saber dónde estaba mi asesino y eso me puso alerta.

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora