Estoy en la nevería, son las cuatro de la tarde y yo trabajando como siempre, es febrero y aunque hace calor no muchas personas vienen, solo de cinco a siete personas nos visitan, nuestra heladería es famosa, ha estado aquí desde antes de que yo naciera, así que mis padres se encargaron de ganarse el cariño de la gente, y ahora yo me encargo de vender.
Odio esta rutina, la mañana en la escuela, en la tarde la nevería, y en la noche hacer tarea tratando de no distraerme por culpa de mis hermanos. Tengo tres hermanos, dos son gemelos, tienen doce años y son niño y niña, Javier y Cecile, mi otro hermano tiene seis años, se llama David, yo soy la mayor, Evie, tengo 18, y sueño con irme de aquí, no me gusta Bronx, es Nueva York, pero la parte mala de Nueva York, prefiero ir a la parte bonita de Nueva York. Como he vivido aquí toda mi vida es algo a lo que estoy acostumbrada, todos los maestros nos tratan como potenciales delincuentes, y si no tienes cuidado, puedes caer en un mal gang, con una muy mala compañía.
La campana de la puerta me saco de mis pensamientos, mi mejor amiga Daleí entro con una sonrisa de que tenía un plan.
-Hola Evie, ¿te diviertes? - me saludo.
-Claro, muchísimo.
- ¿Está tu mama?
-Sí ¿Por qué?
-Para que le pidas permiso de venir conmigo.
- ¿A dónde?
-Ven conmigo, no preguntes.
-Voy por ella- dije y pasé la cortina azul que separaba el negocio de "atrás" el lugar de descanso, la bodega, donde había suministros y donde mis hermanos dormían y hacían sus tareas después de la escuela.
-Ma, ¿Puedo ir con Daleí?
- ¿A dónde?
-Al centro comercial.
- ¿Tienes dinero? - pregunto y yo sabía que cuando comenzaba a interrogar, significaba un "si".- ¿Tienes tu celular? –volvió a preguntar y yo asentí. –Te quiero aquí antes de que cerremos, avísame si te tardaras más.
-Claro- le respondí, me di media vuelta, pase la cortina y me quite el delantal morado pastel que sirve de uniforme.
Le asentí a mi amiga y me tomo del brazo, las dos salimos casi corriendo de ahí, en el camino hablamos de como estábamos, volvíamos a planear nuestra huida a Manhattan, o quizá huiríamos hacia el sur, solo sabíamos que nos iríamos lejos. Aunque Manhattan no es lejos, al menos es un comienzo. Sentí que llegamos al centro comercial muy rápido, nunca cuento el tiempo que hago nunca tengo prisa por llegar a ningún lugar, así que el tiempo no es algo que me preocupe. Le pregunte a Daleí porque veníamos, y no me quiso decir, ninguna de las diez veces que le pregunte desde la banqueta hacia el centro comercial me quiso responder porque estábamos aquí, conocíamos el centro comercial, hace meses que no veníamos, pero en meses no había cambiado mucho así que Daleí tenía un buen motivo para volver.
- ¿Quieres ir por algo de comer? - me pregunto sonriendo. Yo ya conocía esa sonrisa, la había visto muchas veces cuando comenzaba a salir con Carlos.
-Si, por que no- le respondí. - ¿A dónde?
-Una nueva cafetería que abrió aquí- me dijo todavía con la sonrisa de oreja a oreja.
La dejé que me guiara, estaba en el tercer piso, cerca de donde estaba la terraza, una cafetería era un lugar pequeño relativamente, quizá unos ocho por diez metros, suficiente para cuatro mesas pegadas a las paredes y dos en el centro, de máximo cuatro sillas, se veía muy bonito, tranquilo, no como otra cafetería sino más familiar, las luces bajas y sin música de fondo que era mejor para poder platicar. Daleí entro como si hubiera estado aquí antes, que no es una opción que descarte, Daleí era una vagabunda, se la pasaba fuera todo el tiempo, ha tenido una vida difícil, pero se ha sabido levantar, yo la admiro, entonces no me concierne reclamarle que no esté en su casa. Nos sentamos en una mesa del centro porque las mesas de las paredes estaban ocupadas por parejas de novios, al sentarnos vino un mesero a dejarnos dos menús.
-Sabes, si quisiera algo dulce, me hubiera quedado con el helado.
-Calla, solo pide un café.
- ¿Por qué? ¿Son los mejores cafés del mundo?
-Su manera de servir es muy bonita- me dijo con una sonrisa pícara.
Cuando me dijo eso llego otra vez el mesero que nos dio los menús, un chico de ojos cafés y cabello rubio castaño, voltee a ver a mi amiga y después voltee a ver el menú.
- ¿Qué les puedo traer? - pregunto
-Un mocha para mí- dije.
-Yo quiero un americano y dos rebanadas de este pastel con fresas- dijo mi amiga señalando el menú.
- ¿Algo más? - pregunto el chico.
-No, gracias- le respondí, devolviendo el menú, seguido de un "en un momento lo traen".
Daleí se me quedo viendo mientras se alejaba, que es mucho decir porque estábamos a un aproximado de cinco pasos del mostrador.
- ¿Es él? – le pregunte
-No, pero es muy guapo.
-Daleí, hasta Carlos era guapo para ti- le dije y ella me vio con odio.
-Era diferente, y ya paso, el tipo fue un desgraciado, siguiente página- me dijo.
Me sorprendía que después de todo lo que paso ella este tan tranquila, yo tuve un novio, bueno no puede contarse como uno, tenía doce años, la edad de mis hermanos y andaba con un chico del barrio donde vivía, antes de que mi padre nos abandonara, luego tuve que romper con él porque me mudaría, duramos la extensa cantidad de tres meses juntos, que realmente es mucho para un par de niños de 12 años. Desde ese momento creo que estuve más centrada en enojarme con mi papa por abandonarnos, y centrada en irme de este lugar que no quería encontrar nada que me atara aquí, así que no había llegado a tener una relación con nadie, ocasionalmente salía con alguien que me gustaba, pero nunca llegaba a nada, era muy incómodo para mí tener que romper ilusiones, o ver que se alejaban de mi cuando les decía que podíamos ser amigos.
-Creo que es momento que conozcas a alguien y yo vine a conseguirnos citas- me dijo y en el momento en que termino, el chico mesero llego con nuestros cafés y pastel.
-Aquí esta- dijo y me amiga le sonrió, esa sonrisa que siempre le funciona.
-Gracias- le dije. Se fue un poco confundido de lo que Daleí estaba haciendo.
Daleí y yo seguimos hablando de mi familia, de mis hermanos, de la escuela, de todo. El pastel era realmente delicioso, parecía un cheseecake de fresa, pero era pastel, con una crema de fresa deliciosa, me gustaba que mi amiga me sacara de mi rutina. Terminamos el pastel tan rápido que no me di cuenta, lo que hizo que me sintiera triste, no quería que ese pastel se acabara, pero ambas acabamos y me di cuenta de que no me quería ir, no quería volver a casa.
-Ten, paga – me dijo entregándome su dinero. - Yo voy al baño, te veo afuera.
-Claro- le respondí.
Me levante haciendo la silla para atrás y cuando me voltee alguien choco conmigo, me golpeo el brazo y de las tazas que traía, una se le cayó hacia enfrente manchando mi blusa y la otra termino en el piso.
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Dulce Amor
RomanceEn un barrio del distrito de Bronx en Nueva York, vive Evie, con su mamá, sus tres hermanos y un sueño de ir a un lugar mejor para vivir con su mejor amiga Daleí, quien ha tenido una vida tormentosa y quiere comenzar de nuevo en otro lugar. Gracias...