—Me duelen los pies...
—No nos detendremos hasta encontrar un lugar donde comer, en serio quiero algo, Peridot.
—Ay...
Lapis gruñó y tomó a la rubia de la muñeca al ver que se había detenido.
—Oye, Lazuli.
—¿Sí?
—¿No te gustaría rentar un cuarto por algunos días?
—¿Por qué lo dices?
—¿No te incomoda dormir en la calle?
—Pues... sí, pero es divertido.
—Dile eso a mi espalda.
—Ah... y a la mía...
—¿Ves? Por favor... quedémonos en algún lugar, ¿sí?
—Mmm...
—No por mucho.
—Bueno, porque no quiero establecerme... —suspiró.
«No aún.»
—Excelente.
—¡Allá hay un restaurant!
La pelinegra salió corriendo mientras arrastraba a la rubia.
Peridot observaba lo emocionada que lucía Lapis al ver el menú del pequeño establecimiento. Sinceramente lo comprendía, no habían comido desde el día anterior en la mañana. Habían tenido que salir huyendo de un poblado porque pensaban que eran delincuentes o algo así.
—Toma —le dio su mochila—. Ve a sentarte mientras yo pido algo.
—De acuerdo —asintió y se retiró.
La ojiverde se sentó en una de las mesas más retiradas y acomodó las cosas de ambas. Dio un largo suspiro y colocó sus codos sobre la mesa, apoyándose en sus manos y viendo hacia su derecha.
Había un par de casas y palmeras, según tenía entendido estaban muy cerca de la costa.
Sonrió de repente, a pesar de estarse quejando gran parte del tiempo se sentía muy alegre de acompañar a Lazuli.
No extrañaba nada, ni el lugar donde vivía, ni a sus conocidos, mucho menos su rutina.
No tener un hogar fijo no sonaba tan mal en ese momento.
—Uy, lo sirvieron rápido —llegó contenta con dos platos a la mesa—. ¿Cuál quieres?
—El que tú no quieras —rió.
—Mmm... quiero la hamburguesa.
—De acuerdo.
Ambas comenzaron a comer, poco después la señora que atendía dejó una jarra de agua de limón y un par de vasos.
—Qué linda mañana —sonrió la ojiazul después de comer una papa.
—Sí que tenías hambre —de nuevo puso sus codos sobre la mesa y se apoyó en sus manos, mirando fijamente a la joven.
—Realmente... —bostezó.
—Te dio el mal del puerco.
Ambas rieron y se observaron por algunos segundos. El ambiente era bastante ameno.
—Entonces —habló la rubia—. ¿Buscamos un lugar?
—Oh, claro —asintió—. Supongo que podemos preguntarle a la señora si rentan algún cuarto por aquí, ¿no?
—Sí.
—Pero como tú fuiste la de la idea te toca ir a preguntar.
—¿Qué? ¿A mí?
—Síp.
—Ay...
—Ay nada —le sacó la lengua—. Ve, ve... mientras yo dormiré un poco —bostezó de nuevo y movió el plato, apoyando sus brazos y colocando su cabeza sobre ellos.
Sin embargo Lapis Lazuli no durmió, solo estaba reposando. Abrió sus ojos un poco y se puso a pensar.
¿Eso era lo que debía hacer?
«Pero claro... quiero encontrarla. Quiero volver con ella.»
—La extraño —murmuró.
«Espero verte pronto.»
Sonrió levemente.