Minuto Cero en el Comando Militar

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Algo se tramaba en la Escuela Militar, y pues claro, los teléfonos no dejaban de sonar. "Son del gobierno" decían algunos, "Naciones Unidas" decían otros. Lo concreto es que los altos mandos ordenaron no responder esas llamadas.

Ya estaba en plena marcha el golpe militar. Las tanquetas rodeaban La Moneda, infantería se disponía a entrar al palacio de gobierno, todo eso en medio de una lluvia de balas. Desde la plaza de la Constitución se disparaban ráfagas con fusiles M16. Era una verdadera escena de guerra.

Las comunicaciones eran caóticas para los militares también. Las órdenes iban y venían, las cartas iban y venían. Todo era indicio de un momento clave en la historia del país, y ellos lo sabían. Estaban a punto de salvar a la población chilena de lo que pudo ser una catástrofe política. Según la oligarquía de ese entonces, el socialismo los mataría de hambre. Algo debían hacer, y esa mañana estaban decididos a hacerlo.

César Mendoza, Gustavo Leight Guzmán (si, padre de Gustavo Leight Yates) y José Toribio Merino ya se encontraban reunidos en una sala de juntas en la Escuela. Solo faltaba el General en Jefe del Ejército de Chile; mas Pinochet se rehusaba a responder a los llamados de sus similares que en ese momento necesitaban de su apoyo para concretar el golpe. Parte del ejército ya se había levantado en contra del gobierno de Salvador, sin embargo, la parte restante esperaba una orden por parte de Pinocho para sumarse a sus compañeros rebelados.

- ¿Augusto dio alguna pista de si se uniría a nosotros?- preguntó Mendoza.

- Habrá que esperarlo nomás.- pronunciaba resignado Toribio Merino.

- ¿Pero cuánto más po hueón? Sin él va a ser difícil concretar esta cuestión, y más si se demora en respondernos.- Leight Sr. demostraba su preocupación por la poca claridad que Pinochet demostraba frente a toda la situación.

Apenas terminada esa breve discusión, unos bototos se escuchaban recorrer el pasillo frente a la puerta de la sala de juntas. Eran pasos pesados, con un caminar malhumorado.

Tocan la puerta 3 veces. Pasan 5 segundos y sin esperar una respuesta, la puerta se abre de manera brusca. Era Augusto Pinochet.

- Más les vale que esta custioncita termine como queremos que termine. Sino, nos van a cargar a todos.

Finalmente, un suspiro se tomó la sala de juntas, pues las palabras del militar daban a entender que estaba dentro del plan también.

Sin embargo, una última llamada resonó en aquella sala. Un teléfono rojo bastante moderno para la época encendió una pantallita pequeña en donde se veía claramente el número de procedencia de aquella llamada. Decía "Oficina del Presidente, Palacio Moneda". Una llamada emitida desde la mismísima oficina presidencial en medio de una balacera infernal. Ya nada terrible podía pasar, así que Pinochet, tomando un rol de liderazgo se encamina al colorado teléfono que parecía gritar más que sonar.

El teléfono va viajando hacia la oreja de Augusto. En ese trayecto ya va pronunciando sus últimas palabras:

- Aquí el general Pinocheh, ¿Qué pasa?

Acto seguido, el temido flash cegador se tomó las mentes de todos allí en el lugar. Todos quedaron sentados mirando a Pinochet, mientras que él, pasmado, ahora sostenía un aparato rojizo y bullicioso junto su cara.

¿Por qué lo miran?

¿Por qué me miran?

¿Quién es?

¿Quién soy? ¿Qué tengo aquí? Por qué estoy aquí?

Todas serían preguntas sin respuestas. El edificio institucional se quedó en silencio, las llamadas ya no sonaban, las carreras desesperadas de unos y otros ya no tenían sentido. Todo era inquietante, irreconocible, incógnito.

Mientras, al otro lado de ese aparato que había sido contestado por el antiguo Augusto Pinochet, se escuchaba una fuerte respiración, nada más que eso. Era como si esa respiración hubiese estado alterada por algo, pero ¿Qué la habrá alterado? Y qué va a saber Augusto si ya no recordaba nada...

Amnesia del 73Where stories live. Discover now