Harry no aparece en el departamento hasta la mañana siguiente con unos grandes y ridículos lentes de sol cubriendo sus cansados ojos. Se excusa diciendo que el día anterior, después de su última clase –historia de la música– fue invitado a una gran fiesta.
No lo dudo.
Todas las cortinas permanecen en su sitio, impidiendo la entrada de la brillante luz solar y no deja de gemir como animal enfermo, quejándose del dolor de cabeza cada vez que hago el más mínimo ruido o algo brillante se refleja en su rostro. También hace ruidos extraños al moverse y se queja por el dolor de espalda que lo aqueja después de dormir en el duro suelo de la casa de fraternidad.
Tomo de la repisa de la cocina la caja de aspirinas para llevarle una al rizado que permanece en su habitación a pesar de que son pasadas las tres de la tarde. Es sábado y mi jefe me otorgó el fin de semana entero como recompensa por cubrir la zona de Stephanie por casi una semana entera. Aunque, el día de hoy hubiera preferido ir a trabajar y no ser la enfermera del traidor.
Abro lentamente la puerta de la habitación de Harry. La televisión es la única fuente de iluminación y todo tiene un ambiente tétrico y un olor extraño. Camino hasta la mesita de noche y enciendo la lámpara después de colocar el vaso de agua y el medicamento en la superficie.
—Vamos Harry, deja de holgazanear. —digo empujándolo ligeramente por el hombro. Él hace un ruidito de molestia y se acomoda en posición fetal, cubriendo su cabeza con una almohada. Pongo los ojos en blanco pero no digo nada y me retiro en silencio de la cueva que ha creado en cuestión de minutos. Por una parte, me alegra que no llegara por la noche y me descubriera en uno de los momentos en que lloraba sonoramente en el sofá mientras aplastaba uno de los cojines que por poco dejo sin relleno. O más tarde, cuando mi llanto era silencioso pero mis sentimientos estaban siendo drenados dejando como resultado un block nuevo de dibujo totalmente destrozado y la apariencia de que un huracán atravesó mi habitación.
Probablemente, fueron los momentos más embarazosos de toda mi vida, pero me sentí muy bien cuando terminé de hacer todo un desastre con mi estado psicológico y mi dignidad. Dejé salir muchísimas cosas gracias a mis actos impulsivos.
Me peino con una trenza floja cayendo por mi espalda y, después de tomar mi pequeño bolso y mi teléfono celular, salgo del departamento aun sin la mínima idea del lugar a donde me dirijo. Una vez en el exterior, analizo mis opciones y, al ser tan pocas simplemente comienzo a caminar por la acera sin un rumbo fijo, solo quiero dedicarme a conocer un poco el vecindario.
Al cabo de unos minutos, mi teléfono recibe un mensaje y hago una parada en mi camino para leerlo;
Jake: Chicaaa, tengo mi primer cheque, ¿vamos a comer algo? ;)
Me río al imaginarme la expresión de Jake mientras escribe el mensaje, especialmente la parte del guiño. Lo más seguro es que el haya hecho el propio gesto a pesar de estar viendo la pantalla del aparato.
Yo: Nah. Seguramente querrás pizza... de nuevo.
Yo: ...estoy allá en media hora.
Respondo de vuelta y guardo el teléfono mientras comienzo a caminar hacia una de las entradas al subterráneo.
Creo que eso es una de las cosas que me convencieron para mudarme con Harry a este sitio; la facilidad con la que llegaría al subterráneo, que es, prácticamente lo que me mueve por toda la ciudad y es mucho más económico que un taxi o un auto propio. El siguiente mensaje no tarda en llegar, así que me detengo nuevamente casi al llegar a la entrada del subterráneo para leerlo.