Por la guerra

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¿Cómo habían llegado hasta ese punto? La lengua del chico recorría cada parte de su cavidad oral y ella tan solo podía deshacerse en caricias hacia el pecho y espalda desnudos de su acompañante.

¿Cómo terminaron en una situación tan comprometedora? Si bien habían ya transcurrido un par de años, ella ahora con 15 años seguía siendo una niña y ni que decir de su acompañante, aunque mayor en edad tenía la mentalidad de un niño ¡Por Dios! Ni siquiera estaba completo aún.

El sentir frío de la madera contra uno de sus pechos la hizo retroceder casi de inmediato rompiendo de golpe el beso, que vamos a admitirlo, estaba disfrutando.

—Dororo... lo siento ¿Dolió?— la cara de preocupación del chico era todo un poema, al menos había recuperado la vista, estaba listo para retroceder y olvidar todo lo que habían hecho hasta que la menor tomó su mano real y la colocó en uno de sus senos incitándole a acariciarlo.

—No pasa nada, solo que tu otra mano está algo fría, pero... esta me gusta

¿De dónde había salido aquello? La pequeña ladrona no encontraba explicación a sus acciones, pero tenía la ferviente necesidad de que Hyakkimaru la tocara, que la deshiciera a besos y que la hiciera suya como la mujer que siempre se ha negado a reconocer que es.

Necesitaba sentir el calor del joven acariciando cada rincón de su piel y no hallaba el porqué. Culpaba a Hyakkimaru por ser tan inocente que ella pudiera guiarlo de un beso a una situación tan lujuriosa; culpaba a su propio crecimiento por hacerla sentir necesitada de tacto; culpaba a la guerra por haberlos hecho tan unidos... por demostrarles que si hoy no se atreven mañana quizá no puedan.

Porque había visto a decenas de mujeres morir por amor al no haber besado a su amado antes de morir, porque había visto a varias prostitutas disfrutar de su trabajo "porque así comían y podían morir sin remordimientos"... porque ella misma sabía que a la mañana siguiente podría morir o podrían tomarla, después de todo había crecido, ocultar su sexo ya no era tan fácil.

Y era eso lo que más le frustraba, porque anhelaba sentir aquel placer que le estaba propinando el cuerpo del ronin, pero le asqueaba la idea de que alguien más que no fuera él la tocara con tal deseo. Y en medio de la guerra, siendo una mujer, el que solo un hombre te tocara era más bien un privilegio.

Eso era, la guerra era la culpable de todo, del atrevimiento con el que acariciaba el cuerpo del mayor; de la manera tan lasciva en la que se atrevía a susurrar su nombre; del candente sentimiento que la hacía seguir, aumentar la intensidad de cada roce. Ella necesitaba tener al joven en cuerpo y alma en ese preciso instante, para que las atrocidades de la guerra no le hicieran arrepentirse de no hacerlo.

—Do... ro... ro— suspiró con seducción el muchacho mientras sentía las manos de la niña juguetear con su miembro, recién recuperado y altamente sensible cabe decir, a la joven ladrona le parecía angelical oír la voz del samurái tan ronca y lujuriosa.

Sí, podía e iba a culpar de todo lo que pasaba a la guerra, pero igualmente podía agradecerle... se sentía enferma por ello, pero le agradecía que hiciera crecer en ambos ese sentimiento de tortuosa necesidad, de falta de moral, que le quitara lo amable al joven para atreverse a tocarla a pesar de seguir siendo una infante, le agradecía la falta de respeto hacía si misma por incentivarse a ser ella la que diera el primer paso, sin importarle en lo más mínimo lo que pensara Hyakkimaru de ella... porque si iba a ser mujer, sería mujer con quien ella deseara.

Flores susurrantes ~|Dororo|~Where stories live. Discover now