En la historia, hace ya algún tiempo, existió una chica de alma rota y desesperada. Caminaba sin rumbo aparente, buscando, con la insistencia de aquél que pierde algo; pasaban las horas, los días, las semanas y luego, lo encontró a él. Pero jamás imaginó que del mismo Diablo se tratase. No lo notó. Lo cegada que estuvo a pesar de que él le dejó pistas; se le acercó a diario de una y cientos de formas, y aunque casualmente llegó a responderle de manera esporádica y natural, al final terminaba el día sintiendo el hueco a falta de "lo especial", retomándolo todo cada nuevo amanecer, esa cotidianidad, como si nada extraordinario pasara.
Pero, que tan equivocada estaba; un día, el Diablo hizo presencia, se plantó frente a ella y soltó la lengua, convenciéndola de su propuesta ante la cual la chica pensó que no era nada realmente anormal, por lo que accedió, sin pausarse a reflexionar siquiera en las probabilidades de estar cometiendo alguna equivocación. Acto seguido acude con sus amigas, más que para pedir orientación a comentarles su decisión. Y como era de esperarse, los sentimientos de éstas expresaron repulsión, sorpresa y hasta decepción. En el momento ni le interesaron tales reacciones, ni le afectaron, más en su ser interno, su conciencia reconocía que jugaba con fuego, aún así hizo caso omiso por no querer aceptar su fría y solitaria realidad.
Anhelaba el cubrimiento del oscuro y místico manto estelar pues sólo por las noches él la podía visitar. Consideraba esto un poco extraño pero de igual forma permitió que los hechos se dieran. Con fuego no se juega y la vida no se lo permitió pasar; lo peor de sus temores, el más grave problema personificado, ya le ocasionaba un terrible enfrentamiento entre su fantasía con el mundo de verdad. Y, al verse ya sin tiempo cuando más ocupaba de éste para detenerse a pensar, puesto que necesitaba elaborar un plan de ya; jactándose del don para arruinar todo con delicada imprudencia, no le quedó más remedio que volverlo a hacer, estar de nueva cuenta sin él. Despedirse de noches de desvelo por completo y de cambios climáticos en su piel.
Y otra vez; despertaba al amanecer, y anduvo, más perdida, ya que dejó de buscar. Cerró sus ojos al anochecer, rogando no pensarle, no soñarle, no extrañarle, pero es que el daño fue tal que le dejó marcas en su piel, en su alma y en su ser. A pesar de las circunstancias, calaron hondo sus mimos, sus palabras y esa voz, el consuelo en su mirar, sus caricias, su sabor...
Desde entonces y hasta ahora, su vida continúa, igual que antes, igual a como debió haber sido siempre o más bien jamas haber dejado de ser así; con tristeza anda cada día. Llegando el atardecer, todo ella comienza a sudar frío, y espera. Siempre sumisa espera a la luna acompañada de las estrellas, junto con la negrura de la noche para retomar la conversación anterior.
Obediente a las demandas que él tiene para ella. ¡¿Cuáles, cómo?! ¡¿Porqué?!... Porque el monstruo, el Diablo, regresó.