La rubia caminaba completamente sola, metía sus manos en los bolsillos de su abrigo intentado no congelarse. El bosque donde se encontraba se mantenía silencioso, aún había luz a pesar de ser casi las dos de la mañana, simplemente no podía dormir, por lo que un paseo no le parecía tan malo, además, el frío le reconfortaba, por más que se sintiera como una paleta de hielo, se sentía aliviada. Realmente le gustaba el lugar, sin duda, hubiera sido hermoso el viaje si fuera en otras circunstancias.
La idea de pasarlo sola últimamente le dolía más que nunca. El vivir sola todo el tiempo le había dado inmunidad a ese dolor, sin embargo, pasar tantos meses rodeada de sonrientes compañías le había hecho que su inmunidad desapareciera. Ahora, que había sentido un apéndice de felicidad, le dolía ya no tenerla.
Una parte de ella se sentía mal también por el hecho de ignorar a Phoebe, pero ¿que se supone que debía hacer? ¿Seguir ahí, fingiendo que todo estaba bien cuando solo quería llorar hasta quedarse dormida? No, no haría aquello. Ni una ni la otra, le era más sencillo molestarse, al menos la ira aminoraba la tristeza y el dolor.
Se detuvo mientras exhalaba con fuerza, como si así expulsara todo eso que la atormentaba. Miro el cielo y se imagino en su casa contemplando las estrellas, en ves de el despejado cielo azul de Alaska. En ese momento maldijo mentalmente a su padre. ¿Porque había accedido? ¿Donde había quedado el supuesto castigo que tenía?, se preguntó.
Por más que le suplico que no deseaba ir a la famosa excursión semestral, el señor MacCalistter le había obligado a ir, sin importarle que le había castigado semanas atrás. Pateó la nieve y esta salió volando levemente.
— Vaya que eres ruda —Alex cerró sus ojos con impaciencia. Si bien ella estaba de espaldas, también era cierto que reconocía a la perfección esa voz burlona—. Dime, ¿planeas hacer amistad con la naturaleza ya que no tienes amigos reales?
Ella se giró rápidamente, demasiado rápido en realidad y le miró con tanta intensidad, que parecía que deseaba quemar vivo al mellizo.
— Eres un imbecil —le dijo mientras avanzaba—. Maldito gusano —una vez frente a él lo empujó y el se tambaleó hacia atrás viéndola con confusión— ¿Porque tienes que molestarme cada segundo de mi existencia? —le gritó y empujó de nuevo—. Idiota, eso eres. Un idiota —sus empujamos y leves golpes seguían impactando al mellizo quien no se movía ni para defenderse siquiera— Maldito el día en que te conocí. Quisiera nunca haberlo hecho. Te aborrezco. Te odio, te odio en serio.
Le detuvo ambas manos una vez que creyó que era suficiente de recibir sus golpes, ademas, el pecho empezaba a dolerle. La miro a los ojos, de ellos salían lágrimas, su nariz estaba roja al igual que sus mejillas. Su rostro era el de una persona triste, destrozada. Jamás le había visto así y para ser honestos, aquello le dolía, no le agradaba verla de esa manera.
— ¿Terminaste?
La chica frunció sus labio y dio un tirón para librarse de Max, establecer un límite parecía una buena idea.
— Ni siquiera eh comenzado —dio unos pasos más atrás y se limpió el lado derecho de sus mejillas.
— No es culpa mía lo que te está pasando.
— Claro que si. Lo es, Max. Siempre es tu culpa. No importa que sea, siempre encuentras la forma de hacerme sentir miserable. Siempre buscas arruinar mi vida.
— Tú vida no está arruinada. Aún no lo eh logrado.
La rubia bufó sin gracia y sintió con tristeza.
— Créeme, ya no puedes hacer nada. Así que felicidades, ya lo lograste. Ahora ¿porque no te largas y me dejas en paz? —se dio media vuelta y empezó a caminar para alejarse lo más rápido posible.
— ¡¿De verdad tener a Phoebe lejos arruina tanto tú vida?!
— ¡No es solo por Phoebe! Es por todo, siempre buscan una manera de arruinar todo, empezando por mi maldita blusa.
— Tú arruinaste mi chaqueta...
— ¿En serio? —pregunto con incredulidad— ¿Sabes que? Solo lárgate, déjame en paz.
La chica volvió a girarse y empezó a caminar pero a un paso mas lento.
— Bien, da igual, me iré. Es molesto estar contigo de todas formas —respondió dando media vuelta y avanzando rápidamente. Completamente molesto, aunque ambos lo estaban en realidad.
Un fuerte crujido hizo que diera vuelta de nuevo. Era demasiado estruendoso para ser una simple mara rota por lo que no podía ignorarlo. Ambos vieron como la mitad superior de un árbol caía frente a ellos justo a la mitad de los dos jóvenes.
— ¿Que rayos? —susurró Alex y ambos se miraron con cierta curiosidad y miedo a la vez.
Otro estruendo similar se escuchó y miraron hacia el cielo, no entendía que sucedía sin embargo una nave grisácea apareció a la vista y para ser honestos no irradiaba confiabilidad por ningún lado.
— Maldición —murmuró Max, no sabía de quién se trataba, pero seguramente era alguien con superpoderes y algo le decía que no era una buena persona—. ¡Corre! ¡Alex, ven acá! ¡Ya!
Ella no lo pensó dos veces y se hecho a correr, para sorpresa de todos, hacia él. Salto el gran tronco mal partido y siguió avanzando, a pesar de que la nieve le dificultaba moverse demasiado, ahora se encontraba en el área despejada del lugar, antes al menos le protegían los árboles y por un milisegundo pensó en que era más seguro que Max fuera a ella y no al revés, sin embargo siguió adelante.
La nave empezó a disparar rayos láser con un cierto color azul celeste, lo que confirmaba sus sospechas, no era alguien muy amigable. En otras circunstancias probablemente hubiera buscado la forma de charlar con quienquiera que estuviera dentro de la nave, tal vez incluso un autógrafo y consejos sobre villanos, pero ahora amenazaba su vida y aún más importante, amenazaba a vida de Alex. Pero ¿como rayos va a salvarla si eso implica revelar quién era y lo que podía hacer?
No tendría otra opción, levantó su mano y desvió justo a tiempo un rayo que venía directo a él gracias a la telequinesis, sin embargo al mismo tiempo, fue lanzado uno hacia Alex derribándola al instante, eso lo desorientó y segundos después recibió un disparo también. Dejándolo noqueado, Alex, quien aún no se había desmayado lo vio caer y algo se rompió dentro de ella, después cerró sus ojos, volviéndose todo negro a su alrededor.
Los segundos pasaron en completo silencio y la nave se quedó suspendía en el aire por esos mismos instantes, después avanzó, posicionándose sobre la rubia y abriendo una compuerta baja. Ella flotó gracias a una luz azul celeste que salió de la nave y la metió dentro de ella, después despegó a una velocidad extremadamente rápida y desapareció de la vista de cualquiera.
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The Thundermans...algo así
Novela Juvenil"Entre a la gran casa guiada por la chica sonriente -ahora mi amiga- nos sentamos en el sofá y la platica surgió de la nada, haciéndonos reír por nuestros comentarios -obviamente bobos- - ¡¿Qué hace ella aquí?! -mencionaron a mis espaldas, gire enco...