Capítulo 27

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—Esto tiene que ser una broma— dice Ema por tercera vez en minutos. Es lo único que ha dicho desde que llegaron, y Gabriel teme que tenga un derrame cerebral.

—¿Está bien? —pregunta Renato, inclinándose para susurrar las palabras en el oído de Gabriel mientras mira con preocupación a Ema arrastrando los pies por la cocina para terminar de preparar el café—. ¿Debemos hacer algo?

—No estoy seguro— admite Gabriel en voz baja—. Creo que deberíamos dejar que ella saque todo. 

Ema les da una taza a cada uno de ellos, mira entre los dos y murmura: —Esto tiene que ser una broma.

Y Gabriel quiere reírse, porque nunca ha visto a Ema tan sorprendida. Ella tiene su propia taza de café, y Gabriel ciertamente no quiere que se la aviente. Renato, sin embargo, parece no tener reparos al enfrentar el temperamento de Ema.

—Sí, creo que ya dijiste eso— sonríe, sorbiendo ruidosamente de su taza mientras los ojos de Ema se estrechan peligrosamente hacia él—. Probá algo nuevo.

—Dios— Gabriel suspira, dejando caer su cabeza entre sus manos. Acaba de recuperar a Renato, y ahora va a morir. Gabriel no había terminado de besarlo todavía.

Renato consigue lo que quiere, sin embargo, Ema gruñe y dice: —¿Qué demonios estás haciendo en nuestra casa?

—Visitando— murmura Renato, bajando su taza.

Gabriel ve que la mano de Ema retroceder, y rápidamente se apresura a decir: —¡Pará!

—¿Sabés lo que le hiciste cuando te fuiste? — Ema escupe enojada—. ¿Sabés lo mal que la pasó? ¿Y ahora crees que podés regresar a su vida como si los últimos dos años nunca hubieran sucedido?

—Detente— Gabriel dice de nuevo, con más fuerza esta vez—. Em, creeme, Renato y yo ya hemos sacado esto. Es... es un trabajo en progreso, pero lo estamos tratando entre nosotros dos. Renato, deja de provocarla.

—Lo siento.

Y suena renuente, pero es un comienzo. Gabriel no tiene idea de lo que está pasando con Renato, pero necesita calmarse. Esta actitud suya no ayuda en nada.

—¿Qué diablos está pasando? —Ema pregunta con incredulidad—. Pensé que era una broma cuando hablamos por teléfono. Pensé que debían haber sido Agustín o Gastón, y ustedes solo estaban jugando conmigo. Esto no puede ser real.

—Lo es— Gabriel le dice—. Realmente no hemos resuelto todo, pero espero poder hacerlo. ¿Podés al menos intentar ser feliz por nosotros? ¿Por mí?

—Error, Gabi... después de lo que pasó, ¿cómo podés hacer esto? —Ema susurra.

—Porque lo amo— responde Gabriel, estirándose para tomar la mano de Renato.

—Nuestros padres todavía estarían vivos si no fuera por él— Ema dice—. Si él no hubiera... si no se hubiera ido, entonces mamá y papá todavía estarían vivos.

—Basta— Gabriel dice—. Sus muertes están en mis manos, Ema. De nadie más, y definitivamente no en las de Renato.

—Tengo que volver al laburo— murmura Ema, girándose y saliendo de la cocina—. Creo que ambos deberían irse.

—Debería disculparme— Renato suspira.

—No. Esto es entre ella y yo— Gabriel dice, saliendo se su asiento—. Ella está equivocada, y lo sabe. No tuviste nada que ver con la muerte de nuestros padres. Voy a ir con ella solo.... No te vayas, ¿de acuerdo? Por favor, no te vayas mientras no estoy.

Luz de GuíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora