T R E S

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Billy caminaba a la dirección del pelinegro, mantenía baja la mirada y sólo veía sus pies. Donde de vez en cuando pateaba una roca que encontrara en su camino.

Al visualizar la casa, suspiró rendido, Constantine se encontraba sentado en las escaleras principales con un cigarrillo.

El castaño, de su mochila, sacó un sándwich y se acercó a dárselo.

— Lo siento — John alzó la mirada para verlo fijamente —. No debí ponerme así. Es que, yo quiero a los perritos y ver que haya pasado eso en frente de mi...no supe cómo actuar. Lo lamento.

Constantine no contestó, pero tomó el sándwich. Billy se sentó a un lado de él.

— Es de mermelada, yo mismo lo hice — sacó otro sándwich de su mochila —. No soy un gran chef pero al menos puedo hacer excelentes sándwiches.

— Eres demasiado frágil para esto — contestó apagando el cigarro para desenvolver el sándwich y morderlo —. Todos son frágiles al principio — el menor lo miró —. Se lo que piensas y te dire que no. Yo no era frágil para esto.

— Todo el mundo puede serlo — se alzó de hombros —. Que de un día para otro veas demonios que se supone que estén bajo tierra, es demasiado terrorífico.

— No veas tantas películas animadas — agregó por último.

Ambos seguían comiendo el sándwich hecho por Billy, mirando todo, y fue donde se había preguntado el ojiverde qué había pasado en todo esa calle.

— Antes tenía un compañero que era igual que tú, menos torpe también — Constantine limpió sus comisuras por las pequeñas migajas que habían quedado.

— ¿Tuviste un compañero? ¿Tú? — Billy alzó una ceja.

— Muy impresionante cierto? — lo miró —. Chas Kramer era un grano en el culo, pero ayudaba en lo que podía.

— Entonces...

— Fue por su parte, una vez que haya entendido más de esto, se fue.

— No lo extrañas?

— Debería? — sacó una cajetilla pero no había ningún cigarro —. No siempre se tendrá a alguien. Te he dicho lo malo que eres para esto?

— Oh aquí vamos — rodó los ojos Batson.

— Es broma — sonrió de lado el pelinegro —. Pero te falta más entrenamiento — justificó para levantarse.

— Todo el entrenamiento y aún no sé nada sobre mis poderes — suspiró rendido el menor —. No es que quiera apresurar las cosas y mucho menos incomodar con estar presionándolo — se levantó de ahí —, pero no entiendo que es lo que estamos haciendo.

— Entenderás en estos días — sacó otra cajetilla debajo de las escaleras y prendió uno —. Pero ahora iremos con la Liga.

— ¿Qué? — el ojiverde lo miró —. ¿Con la Liga?

— Ajá — asintió —. Tal vez entrenar ahí te vaya bien.

Con ambas manos haciendo algunos movimientos con ellas, hizo abrir un portal.

— Holy Moley, no sabía que hacías esto — agregó impresionado el menor —. Oye espera, qué tal si es un truco para dejarme varado en el desierto y morir ahí? — lo miró interrogándolo.

— Si quisiera matarte de esa manera no hubiera dicho que iríamos a la Liga — dio una escala al cigarro —. Te hubiera dicho que entrando a ese portal tendrías tus poderes. Y entrarías como todo niño emocionado por su primer eyaculación.

Shazam: Un rayo en el infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora