20-01-20.
A veces la vida decide dejarte sola por momentos. Ahí te das cuenta de lo mucho que necesitas a esa persona que siempre estaba a tu lado. Aunque le hayas gritado que es una gilipollas. Que no le quieres. Que ojalá se muera. Y le dices eso y se queda y te abraza. Y te besa la frente y te da su pecho para que te deshagas y puedas sacar todo lo que llevas dentro que te hace ser así.
A veces la vida decide ir a por ti y hacerte aún más fuerte o reventarte. Nunca le parecen suficientes palos los que ya te ha dado. Nunca estás en paz. Siempre tienes que estar alerta. Y coño, cansa. Cansa hasta que te da a La Persona. Y digo a la que te complementa. Que aunque tenga sus miedos te acaricia los tuyos y te los quita.Estoy mirando mi techo. Lógicamente estoy pensando en ti. Porque si no tal vez me dé otro ataque de locura. O me derrumbe. O me den aún más ganas de matarme. Miro alrededor y veo la puerta del baño entreabierta y encendida la luz. Me levanto y voy aunque mi cuerpo no dé a más. Me duelen las entrañas y hace bastante que él entró en mí. No me ha vuelto a tocar. El hecho de que Mikel esté donde yo tengo que estar me da miedo. Y me da miedo estar sola con él.
Cierro la puerta y me miro en el espejo. Mis labios no están curvados hacia arriba y mis párpados no están tan abiertos como siempre. Recorro el rostro que se refleja en ese espejo y me doy cuenta de lo mal que estoy. De quién he dejado de ser. Otra vez estoy en este momento. El momento de mirarme y darme contra la realidad. De ver quién soy ahora. De mirarme y ver lo mal que estoy. Que lo que noto dentro se ve también fuera.
Hecho de menos también a Marta y María. Y siento que no he disfrutado lo suficiente con ellas. Últimamente pienso mucho en ellas. Pienso mucho en todo lo que me está pasando. Esque si cierro los ojos las veo constantemente. Como si fuese mi cabeza un televisor que reproduce una película de dos mujeres que se amaban y acabaron colgadas en un muro con la cabeza metida en un saco. Y en cuanto acaba la película se queda la foto de ellas dos ahí. Colgadas. Inertes. Sin poder volver a darse un amor físico. Sin poder tocarse. Sin mirarse. Y encima ahí. En la plaza. Porque además quieren ridiculizar el hecho de amarse. ¿Y si nos pillan, Nat? ¿Nos colgarán?
Ojalá nunca te cuelguen. Ojalá no te intenten ridiculizar a ti, amor. A ti, que eres la persona más bonita del mundo. Una diosa.A las diosas no se las cuelgan.
Salgo de mi trance y me vuelvo a encontrar. Mis ojos marrones. Mis párpados cansados y mi tez pálida. Mis labios encorvados hacia abajo. Mis manos apoyadas en el labavo. Mis hombros caídos, cansados.
Descontecto mi mirada de mi reflejo y agarro el botiquín. Cierro la puerta para que no me veas. Me da miedo que me encuentres ahora. Me da miedo que te asustes.
Abro el botiquín y saco el bisturí y el alcohol. Y me vuelvo a mirar al espejo. Mis ojos se están volviendo rojizos y me lloran. Digo que me lloran porque yo no lo noto. Agarro el bisturí con mi mano derecha y extiendo mi brazo izquierdo. Me agarro al grifo para no temblar más de lo que tiemblo ya y me acerco lento el bisturí a él. Me lo apoyo en la cara interna del brazo, cerca de la muñeca. Noto cómo mis venas azuladas están marcadas en mi palidez y sonrío entre triste y poco. Las voy a encontrar fácil porque entre que se me trasparentan y he adelgazado una barbaridad.
Aprieto un poquito el bisturí y me escuece pero casi ni lo siento por toda la mierda que me duele por dentro. Me maltrato la piel lento. Despacio. Me paro en cada centímetro y disfruto de mi interior cayendo por los laterales. Miro hacia la puerta por si vienes y sigo despacio. Lo hago flojito porque no quiero dejarte sola y prometí sacar de aquí a Julia. Porque tengo que terminar muchas cosas aún. Pero un poco más de dolor no me va a matar. Vuelvo a mi brazo y mis tendones de las manos se aprietan porque el escozor aumenta cada vez más.
Acabo recorriendo todo mi antebrazo y al terminar todo mi brazo está rojo. Me alivia el hecho de que mi sangre salga de mí. Suspiro lento. Cierro la mano. Tiro mis lágrimas a la basura y lavo el bisturí con el agua. Miro en el botiquín algunas gasas y me limpio la herida. Me gusta el dolor que me provoca pero no quiero que se me infecte porque el hecho de dejarte sola me preocupa. Quiero protegerte yo también.
Me lavo las manos y guardo todo. No me vendo el brazo porque para qué. Total. Ya no sangra. Y mi madre me decía que era bueno que las heridas estén al aire. Abro la puerta y te encuentro en mi cama sentada mirándome. Miro alrededor y veo cómo has guardado la ropa que traje puesta en la mochila que llevas. Te levantas y yo guardo mi brazo en mi espalda. Me ha entrado el miedo de que veas lo que acabo de hacer. Me avergüenza tanto que me veas así. A mí tampoco me gusta estar tan mal.
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𝑇𝑖𝑚𝑜𝑟 - Albalia.
Genç KurguNo sé qué pasa aquí. No entiendo nada. Me han traído a tu mansión. Y tú eres la que maneja el cotarro aquí. Estamos en el siglo XXI y nos tienen de nuevo como criadas. Como antes. Cuando trataban a la mujer como vientre de alquiler. O las maltrataba...