Capítulo 3 - Nos espera un largo camino.

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La luz se reflejaba en la cara de Traful, quien al salir, pudo respirar un poco de aire puro. Los tres estaban ya en libertad, pero en un momento, Kuji detuvo su marcha.

- Kuji... ¿Pasa algo? - Dijo Traful al advertir que él se había detenido.

- No... No pasa nada. - Sonríe. - Es sólo que no me puedo ir de aquí... - Gira la cabeza hacia atrás, para ver al edificio.

- ¿Qué? ¿Por qué no?

- Porque... Aunque en este lugar me han hecho cosas terribles, me siento parte de él... Es difícil de explicar con palabras, pero creo que este edificio es lo más cercano que tuve a un hogar...

- Kuji, ahí hay gente muy fuerte que podría lastimarte. Sígueme, iremos a un buen lugar, se que encontraremos un lugar lleno de gente buena... Gente cómo tú, cómo yo...

- No Traful... Yo no soy alguien bueno, vete. Nada de lo que digas podrá convencerme. Además... - La gente de traje blanco comenzaba a salir del edificio, y parecía que venían listos para atacar. - ... Puedo darles tiempo para huir, estos tipos no son problema.

- Bien, Kuji... Suerte. - Dice yéndose agarrado de la mano de Zoe.

- Igualmente.

Traful y Zoe salen corriendo por la carretera. No había ningún vehículo rondando por aquellas calles. Con una rápida mirada hacia atrás, él logra ver cómo Kuji desmembraba a sus oponentes con las manos. Obviamente, ya había perdido el control. Ellos siguen caminando, y en un momento, la carretera se ve rodeada de árboles por doquier. Estos tapaban con sus hojas parte de la luz solar, y generaban un reflejo tranquilizador. Ya luego de un tiempo, ambos estaban cansados y hambrientos. Habían sido casi dos horas caminando. Traful ve a un pequeño conejo, y silenciosamente logra agarrarlo. Sin poder aguantar el hambre que sentía, mata al conejo, y le extiende la mano a Zoe, con una parte de éste.

- ¿Por qué lo mataste?- Decía ella horrorizada.

- Para que tú no te mueras de hambre. Cómelo, no sé cuanto quede de viaje... De hecho, no sé adonde ir...

- Pero tal vez tenga enfermedades o algo.

- Tal vez, pero si no lo comes, no tendrás fuerzas para continuar.

- Lo haré...- Dice agarrando una parte del conejito.

Ambos lo comen, y continúan su viaje. Por el camino, ella iba juntando frutos secos que caían de los árboles. A lo lejos, lo único que se veía eran árboles y pavimento. En un momento, Traful comienza a sentirse mareado, y casi cae al suelo.

- ¿Estás bien?- Pregunta ella.

- Sí, sí... Tan sólo es el cansancio, tranquila.- Sonríe y la mira.

Siguen caminando por un rato más, hasta que Traful se vuelve a sentir mareado, y esta vez, cae al suelo.

- ¡Traful!- Dice ella mientras corría a su ayuda.

Quiso hacer que se levante, pero el le dijo que sus piernas no le respondían. Poco a poco iba perdiendo la sensibilidad de todo el cuerpo.

- Zoe... Ya no puedo levantarme... No sé qué tenga, pero no creo poder seguir. Tal vez ya estoy en mis últimas...

- ¡No! ¡¡No digas eso!!- Los ojos de Zoe se volvieron rojos, tomó a Traful en sus brazos, y dio un salto que sobrepaso la altura de los árboles, que eran bastante altos.- ¡No voy a dejar que nada te suceda!

Y así, Zoe continuó dando enormes saltos, y al parecer, la caída no le afectaba en lo más mínimo.

- Zoe... ¡¿Qué estás haciendo?!

- ¡No puedo dejarte morir, tú me salvaste!

Cinco razones para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora