Sonó el reloj del horno y Luna se levantó y fue hacia la cocina. No esperaba que Matteo la siguiera, pero lo hizo. Parecía interesarle cómo sabía ella que los bizcochos estaban listos. Ella le mostró cómo usar un palillo para introducirlo en la tarta y comprobar si estaba hecha, esperaba que siguiera adelante con su promesa de hacer él mismo alguna tarta.
Las tartas estaban listas, pero ella le explicó que no se podían sacar de los moldes hasta que pasaran diez minutos. Después tendrían que dejar que se enfriaran del todo antes de envolverlas y meterlas en el congelador.
Cuando pasaron los diez minutos, Luna le dio la vuelta a las tartas y les quitó el papel encerado que se había quedado pegado a ellas. Entre los dos, fregaron los moldes y volvieron de nuevo al restaurante.
—Si te estás aburriendo o tienes algo más que hacer, puedo encargarme de lo que queda por hacer —le dijo Luna.
—No me estoy aburriendo y no se me ocurre nada que me apetezca más hacer que lo que estoy haciendo.
A Luna le encantó oírlo y decidió intentar saber más de él.
—Muy bien. ¿Y qué me cuentas de ti? —preguntó después de tomar más limonada—. ¿Cómo te metiste en el negocio de la hostelería?
—Empecé ocupándome de las mesas en este mismo local —dijo él mirando alrededor—. Cuando tenía diez años.
—¿Diez? ¿No eras demasiado joven? Unos diez años demasiado joven, diría yo.
—Mi padre era mecánico y cuando yo tenía diez años un coche en el que estaba trabajando le cayó encima. Murió y...
—¡Vaya! Lo siento muchísimo —dijo Luna.
—Hace mucho tiempo de eso. Pero mi madre tenía problemas para mantener un trabajo durante mucho tiempo. Se quedó con cinco niños que criar y una compensación económica irrisoria de la compañía de seguros. Se puso a trabajar en la tintorería, pero no nos llegaba y yo, con mi cabeza de un niño de diez años, pensé que podía ayudar.
Luna se imaginó a Matteo de niño, un niño con el peso de la responsabilidad, y sintió pena por él, pero también admiración por el coraje que había demostrado a tan tierna edad.
—¿Cómo es que te contrataron siendo sólo un niño?
—Alfredo Bilder, al que llamaban Al, era el propietario del local entonces y también se encargaba de entrenar al equipo de béisbol local. Siempre estaba diciéndonos que necesitaba a alguien que lo ayudara a barrer el suelo, a sacar la basura o algo así, a cambio de algo de dinero para comprar una bicicleta o lo que quisiéramos. No se puede decir que me contratara, realmente era como si me diese una paga por hacer algunas tareas. Pero cuando le conté a Alfredo lo que había pasado en casa, me encargó que me ocupara yo en exclusiva de esas funciones.
—¿Trabajabas cada día? ¿Después del colegio o sólo los fines de semana?
—Después del colegio o después del entrenamiento de béisbol. Y también los fines de semana. Barría el suelo y la acera. Lavaba los cristales. Sacaba la basura. Llevaba pedidos a las mesas. Servía agua a los clientes, cosas así.
—¿Y Alfredo te pagaba por todo eso?
—Eso es. Y otros clientes, que nos conocían y sabían lo que le había pasado a mi padre, también querían ayudarme sin que pareciera que me daban limosna, así que me daban propinas. Y conseguía bastante dinero.
—Para un niño de diez años...
—¡Eh! Acabé siendo el propietario del sitio —bromeó él como si lo hubiera conseguido con las ganancias de su infancia.
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Regalo De Bodas › Lutteo {Adaptada]
Fiksi PenggemarQuizá encontrara el amor de su vida en la boda de su mejor amiga... ❥ Fecha de publicación: 19.05.19 ❥ Fecha de finalización: 11.08.19 ❥ Editada: 10.04.22 ❥ Historia adaptada. ❥ Todos los derechos y créditos reservados a su autora original.