Una ruta segura

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Ya habíamos pasado un par de noches navegando por el océano. Ya no faltaba mucho para llegar a Berk, muy probablemente llegaríamos para antes de que Patán suene el cuerno mañana en la mañana. Zephyr y Nuffink ya estaban dormidos, y cómo no estarlo: volaron por primera vez en sus vidas y estos dos días se la pasaron saltando y riendo sintiéndose satisfechos de haber montado un dragón.

Astrid y yo comíamos con tranquilidad; hubiéramos invitado a los niños a la cena, pero no queríamos interrumpir su pacífico letargo. Ella estaba sentada bajo el mástil devorando violentamente un salmón, cosa me causaba risa. Yo ya había terminado mi comida por lo que me senté a entablar conversación mientras nos guiaba a casa. Las estrellas decoraban el cielo con un mapa que me ayudaba con esta tarea.

-¿Cuánto tiempo crees que durará curar al Cortaleña?-, me preguntó

-No lo sé-, respondí, -tal vez dure meses: primero hay que hacerle un parche, luego ver si es efectivo, después lograr que se acostumbre a este,...

Mi esposa respondía con uno que otro "ajá, comprendo, sí por supuesto" de forma burlona y conteniendo la risa, dándome a entender que obviamente no ponía atención.

-Ja ja, que graciosa. ¿Quieres que de verdad te haga reír?

-NO, ni se te ocurra-, gritó ella mientras me acercaba a hacerle cosquillas.

Astrid y yo jugamos así de vez en cuando para evitar hacernos pensar en otras cosas; ella y yo solemos hacer eso para enfocarnos solo en nosotros y nadie más; ella sabía que estaba a punto de caer en preocupaciones de nuevo. Además, no hay nada que me haga más feliz que abrazarla a ella y hacerla reír, a pesar que siempre suelo terminar con el brazo torcido por detrás de mi espalda gracias a ella.

Habiendo terminado el pequeño juego le dí un beso y recosté mi cabeza sobre su hombro, -Cuando curemos al cortaleña lo podremos llevar de vuelta al mundo oculto.

-Sí. Y todo regresará a la normalidad.

-Sí... Aunque deberíamos hacer este viaje de vez en cuando.

-¡Hipo!-, rió Astrid.

-Solo digo. Así podremos liberar nuestras ideas y ver a nuestros dragones.

-¿Y llevar a todo Berk?

-No. no a todos. Pero sí a los niños de vez en cuando. No quiero que se pierdan de estas maravillas

-Yo tampoco.

Luego de una pausa retomamos la conversación.

-Pero ayer estaba pensando...-,

-¿En qué?-, preguntó Astrid.

-Si ese cortaleña llegó a Berk entonces hay más dragones buscando un hogar allá afuera, y por ende hay más personas que los cazan, cada vez más cerca..

-Sí, pero no podemos hacer mucho... o no todavía-, dijo ella con intención de tranquilizarme. -Primero debemos encargarnos de Berk y de nuestras tareas. Con el cortaleñas es suficiente hasta ahora.

-Sí, pero...

-No te preocupes. No has hecho nada malo, es más, haces más de lo que debes. Todo está bien: curaremos al dragón y lo traeremos aquí sano y salvo.

-Sí... y tenemos esta ruta segura,

De repente el barco chocó. El golpe fue leve, pero sí fue capaz de sacudir ligeramente al navío tomándonos por sorpresa. Nos levantamos para corroborar que todo estuviera en su lugar. Fui a ver a los niños mientras Astrid buscaba daños en el casco; Zephyr y Nuffink aún dormían.

-¡Hay que bajar el mástil!-, exclamó ella.

Una función útil del barco es que el mástil se podía ensamblar y desensamblar desde la base y se podía depositar a lo largo del barco sin ningún problema; esto se utiliza mucho cuando hay posibles amenazas a la hora de navegar, permitiéndonos así la oportunidad de pasar desapercibidos en la noche o entre la niebla ya que así el enemigo no vería el mástil y confundiría el inmóvil barco con una larga roca o un trozo de otro navío que por alguna razón se despedazó. Este era ese mismo caso.

Mi esposa me indicó que chocamos con un barco bastante grande señalando con el brazo ciertas luces que se veían desde arriba, seguramente eran las antorchas de la embarcación. Ese navío doblaba el nuestro tanto en altura como en grosor; ¿Qué tanto cargaba ese barco para tener esas magnitudes?

Por suerte nadie se dio cuenta del suave impacto, sino nuestro barco ya estaría siendo abordado por los tripulantes de la embarcación contra la que chocamos. Igualmente, bajamos el mástil y estiramos una lona de cuero café, siendo esta lo suficientemente larga para cubrir la proa, y nos ocultamos debajo de esta junto con los niños y el mástil.

Escuchamos unas voces bruscas y graves que provenían de la embarcación. No se podía descifrar bien la conversación de los tripulante, pero, a juzgar por las risas, no parecían estar fijándose en qué chocó con su navío. Mi curiosidad me obligó a sacar un poco la cabeza por uno de los extremos de la lona para poder entender sus palabras. Aún no se entendía mucho de su conversación, pero pude entender unas pocas palabras que detonaron mis preocupaciones: "Encerrar", "Jaulas", "Cazar", "Dragones", "Cortaleña".

Mis preocupaciones fueron confirmadas: estas personas cazaban dragones. Sentí la necesidad de abordar el navío, pero mi esposa me detuvo. Conociéndome bien, ella tomó mi mano y me miró a los ojos.

-No-, susurró, -quédate con nosotros. Esperemos a que se vayan y solucionemos esto en casa.

Eso me tranquilizó. Dejé que mi cuerpo reposara tranquilamente sobre el suelo de madera, junto a Astrid, bajo la lona. Miré por arriba de mi cabeza y vi a los niños durmiendo envueltos en una manta de lana acurrucados alrededor de un dragón de peluche. Todo, por suerte estaba tranquilo.

Pasaron unos pocos minutos para que el viento se llevara lejos a los cazadores. Esperamos unos momentos más para asegurarnos de que ya no había nadie cerca. Una vez solos, corrimos la lona y reensamblamos el mástil para que su vela nos llevara a Berk lo antes posible.

Tanto mi esposa como yo nos dimos cuenta que había mucho que resolver.

HTTYD/CEATD: Dragones y HumanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora