Prólogo.

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Prólogo. 

Son apenas las 10:30 de la mañana cuando camino con dirección a mi apartamento, acabo de regresar de la universidad porque la estúpida de mi olvido un trabajo de los finales, mis vacaciones navideñas comienzan mañana y sin ese trabajo no podré salir. Jonathan se reirá conmigo cuando me vea entrar por el apartamento, esta mañana de por si llegue tarde a la escuela y salí botada de él. Tomo las llaves de mi bolso y las inserto en la cerradura, trato de hacer todo esto con suma delicadeza y calma porque sé que él puede seguir durmiendo y su sueño es bastante ligero, no quiero despertarlo. Me sorprendo bastante, más de lo suficiente, al notar que la puerta del apartamento tiene el candado de cadena corrido por dentro, solo se puede ver un cuarto del interior. Pero sé que veo perfectamente lo que siempre temí ver, lo que nunca quise encontrarme, lo que nunca imagine con padecer. Sé que veo muy bien como él hombre que siempre creí perfecto e ideal, se encuentra bastante entretenido mientras le come la boca a la que bien podría ser el clon de Mega Fox. No quiero seguir viendo más, de modo que con toda la calma del mundo cierro la puerta y me voy sin dejar rastro alguno. Ya no me importa el trabajo final, ni que el señor Jensen se moleste conmigo o que me obligue a ir mañana a presentarlo. Solo pienso en una cosa: ¿Por qué?

Salgo del edificio de apartamentos y me detengo en la esquina, ya que a la vuelta de esta deje mi automóvil, comienzo a llorar con mucha fluidez pero no grito, lo hago en silencio, siempre lo hago así. Me siento muy patética parada mientras lloro abrazada del poste de luz de esta esquina, por lo que decido montar mi auto he irme a Dios sabe dónde. Conduzco sin rumbo fijo por las calles de San Diego cuando al estar cansada paro frente a una cafetería y estando estacionada saco mi teléfono celular y le llamo a la única persona que sé que me ayudara en este momento y me ayudara a resolver esto. Mark Dankworth. 

-Hola – saluda mi amigo con confusión – ¿No estás en clase? 

-Necesito verte – digo sin rodeos

-¿Qué sucede? – la confusión sigue ocupando su tono de voz, lo que me hace querer gritarle todo lo que pasa pero sé que no puedo hablarle de un tema así por teléfono. 

-Solo ven al café de la calle 20, te espero – cuelgo

Bajo del coche y me adentro en la cafetería en busca de una mesa con vista al frente. Me siento en el lugar que he encontrado a mi gusto y miro por la ventana mientras dejo que mi mente se despeje y divague en pensamientos que quieren provocar que más llanto salga de mí. Tres años de noviazgo e incluso una propuesta aún no hecha, mi cerebro se encuentra confundido ¿Por qué me hizo eso sí hasta hace unos días encontré una caja con un anillo dentro? No puedo pensar en nada más que en que todo esto es culpa mía por no darle tiempo a una relación que es perfecta y estar más preocupada por mis estudios que por otra cosa, si por lo menos le dedicara más tiempo a Jonathan esto no ocurriría. 

-Ya estoy aquí – La llegada de Mark me regresa de inmediato a la realidad. Se sienta frente mío y me mira con el ceño fruncido – ¿Has estado llorando? 

-¿Quieres ordenar? – Evado su pregunta, no me conviene hablar tan rápido de mi situación, parecerá que no tengo control de mis actos y lo tengo, se lo que haré. – Aún no ordeno, preferí esperarte – le sonrió a medias. Una castaña de falda corta se presenta ante nosotros con una carpetita en la mano y una sonrisa coqueta.

-Bienvenidos ¿Qué va a ordenar? – pregunta roncamente mientras mira a Mark con deseo.

Estúpida…

-Quiero uno sin azúcar – pido y observo como hace una mueca de desagrado al verme. No me importa, esa chica no me conoce así que es su problema si me juzga solo por estar en una mesa junto a un bombón, que ni en un millón de años se fijaría en ella. Es solo una envidiosa.

-¿Y tú que ordenas? – Mira a mi amigo mientras se muerde el labio. 

-Un descafeinado – responde sin mirarla. 

La castaña se retira y yo suspiro. Ya estoy algo acostumbrada a esto, no me parece nada del otro mundo cuando se trata de Mark.

-¿Me dirás que sucede?

-No

-¿Por qué?

-Mira, lo haré tarde o temprano ¿sí? Es solo que en este momento quiero estar cómoda conmigo misma antes de decírtelo – digo dejando que mi espalda choque con la fría silla. 

-¿Es algo bastante preocupante? – frunce el ceño con desconfianza.

Me encojo de hombros, no queriendo preocuparlo tanto puesto que he notado que no deja de mirar su elegante y caro reloj de muñeca desde que llegó. 

La mesera re-aparece junto a nosotros y nos pone nuestros pedidos sobre la mesa. Observo como saca un papelito de su bolsillo y lo pone junto al pedido de Mark, en esta ocasión mi amigo si la observa y ella le guiña un ojo antes de irse. Mi amigo castaño toma el papel y lo hace una bola para luego depositarla en la basura, eso es muy típico y rutinario en él, por lo que ya no rio y no me sorprendo. Vuelve a mirar su reloj con preocupación mientras bebe su café. 

-¿Tienes algún contratiempo?

-¿Eh?

-No has dejado de mirar tu reloj desde que llegaste – Tomo de mi café y miro a mi amigo en espera de una señal o de algo que me indique a que está pensando. Siempre se ha caracterizado por demostrar sus expresiones inconscientemente en el exterior. Y en este momento ocurre, ha comenzado a chasquear los dedos. Está nervioso.  

-Tengo una junta con una constructora de mi nueva compañía en Miami en una hora y no sé cuánto dure. Luego debo recoger a Charlie de sus clases de ballet así que ya te imaginaras como me encuentro. 

-Hagamos algo – propongo – Yo paso por Charlie y tu ve a tu junta, cuidare de ella toda la tarde.

-¿Te he dicho que eres un ángel? Porque si no lo he hecho es porque soy un completo idiota – me sonríe – Bien, ahora ¿Me dirás cuál es el problema? – bebe de su café.

-Jonathan me engaña – suelto de una vez. Él se atraganta con su café al tiempo que lo digo y me mira con los ojos abiertos. – Yo también tuve una reacción parecida al abrir la puerta hace un rato y encontrarlo con una réplica exacta de Megan Fox. 

-Es un imbécil – declara

-Lo sé. Solo que una parte de mí se niega a aceptarlo. 

-¿Qué vas a hacer? 

-No lo sé – sonrió 

-Termina con él.

-No puedo hacerlo.

-¿Por qué?

-Porque soy una estúpida que lo ama demasiado – Una lágrima se desliza por mi mejilla y la limpio rápidamente. – Sé que no lo voy a dejar porque además de que lo quiero, tengo un plan – Me mira interrogante – Quiero esperar en estas vacaciones que me lo confiese y le daré una oportunidad.

-Eso no está nada bien – dice, entrecerrando los ojos y apretando los puños. Está enojado.

-No me interesa como lo veas tú, confió en lo que hago, te llame únicamente porque necesitaba decírselo a alguien. Como ya lo dije él no me vio, lo atrape en la movida y esperare su confesión. 

 -Bien – dice a regaña dientes. 

¿Madre por accidente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora