Primera vez.

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La noche estaba siendo bastante más aburrida de lo que esperaba, aún faltaban más de dos horas para la lluvia de estrellas por las que había venido y ya estaba harto de estar en aquel lugar. Realmente no me apetecía mucho salir aquel día pero confiaba en que si le pedía un deseo a las estrellas tal vez se acabaría cumpliendo, era más tonto e inocente de lo que cabría esperar de un chico a sus dieciséis años.
Después de bajarme del autobús del pueblo me encontraba en la gran capital, era grande, más grande lo que alguna vez pude haber pensado. Ni siquiera el campanario podía tocar el cielo como lo hacían los grandes rascacielos y sus calles eran confusas y parecidas. Me sentía pequeño y perdido, aquel lugar realmente no me gustaba y era incapaz de seguir el ritmo que las demás personas. Quizás es que yo era el único que no tenía prisa, quizás era simplemente que todos tenían un lugar al que ir excepto yo.

Di vueltas algo perdido por la gran ciudad sin saber muy bien hacia dónde ir, después de que la fría oscuridad invernal hiciera que las calles oscurecieran empecé a tener un poco de miedo de recorrer los callejones. Tonto de mí creí que aquel parque sería más seguro, que tal vez me sentiría más cómodo recorriendo aquel escondido lugar fuera de la mirada de las personas. Era un parque grande, con frondosos árboles en mitad de la ciudad, la oscuridad ayudaba a que fuese difícil caminar por aquel lugar y apenas lograba ver a más gente, poco más de algún que otro hombre que parecía mirar o buscar algo en aquel lugar, realmente no le daba mucha importancia.
Cuando encontré una zona que parecía estar tranquila y tener un pequeño banco junto a un par de árboles me decidí a sentarme. Miré la hora, aún faltaba bastante para ver las estrellas caer y no sabía del todo si ese sitio era del todo bueno pero ya estaba cansado de caminar y caminar sin un sentido fijo, ese día no estaba siendo tan fantástico cómo esperaba que fuese. Una nueva decepción en mi vida.


—¿No eres algo pequeño para estar aquí a éstas horas?—

Aquella voz resonó detrás de mí sacándome de mis pensamientos. Fue un sonido masculino y un tanto autoritario, de un hombre mayor. Por alguna razón me levanté del banco asustado mientras me giraba para mirarlo. En efecto, era un hombre bastante más mayor que yo, de unos cuarenta años, su corte parecía muy básico y su cuerpo era fornido y fuerte. Pensé que tal vez era un militar por sus pantalones de camuflaje y sus botas, aunque las chapas que colgaban de su cuello sobre su blanca camisa parecían falsas, pero no sabría diferenciar a esa edad algo falso ni aunque me lo restregaran por la cara.
Bueno, para ser justos tampoco es que me fijase mucho en él, es más, ni siquiera recuerdo cómo era su cara o sus chapas. Nunca miré mucho su rostro, el mío probablemente se había quedado completamente blanco incapaz de decir nada, aquel hombre que me habló se estaba sujetando su grueso y duro miembro con la mano, es más, se estaba pajeando delante de mí.

—¿Qué pasa? ¿Te gusta?—

De nuevo habló, se había dado cuenta de que no paraba de mirar su polla, algo normal por que no apartaba la vista sintiéndome totalmente nervioso. Nunca le había visto la polla a alguien y era definitivamente más grande que la mía. La forma en la que se masturbaba sin reparo delante de mí me intimidaba, pero tampoco era capaz de moverme, tenía algo de miedo y no estaba seguro de lo qué hacer.

—Vamos, no te quedes ahí parado, que tengo que entrar al bar y voy con prisas. —

No sabía a lo que se refería pero ahora lo tenía delante de mí, con casi nada de distancia entre él y yo. Era más alto y más fuerte que yo, en todos los sentidos posibles. Después de decirme eso me agarró con la mano que tenía libre de la nuca y me empujó hasta mi cara quedó contra su gorda polla para azotarme con ella en la cara.

—Sí, ¿Te mola, perra? Sí, sí que te mola.—

Aquello me golpeó varias veces en la cara con algo de fuerza, fue una sensación extraña y no sabía lo que tenía que hacer, estaba algo paralizado y mi primer contacto con un hombre no estaba siendo tan idílico como esperaba. 
Me limité a arrodillarme frente a él sin saber bien lo que hacer y él empezó a meterme su gruesa polla en la boca. Me costaba metérmela y él era bastante bruto, buscaba follarme la boca pero yo era incapaz de poder metérmela bien o tanto como él quería y al final acababa tosiendo y tratando de apartarme. No estaba muy seguro de querer aquello pero no pude hacer nada cuando sus dos fuertes manos me sujetaron de la cabeza y empezó a moverme como él quería, forzándome a meterme su erección en la boca en contra de mi voluntad.
Realmente era enorme y gruesa, apenas podía respirar y él me la metía hasta la garganta por mucho que oía mis arcadas o sentía mis golpes en sus piernas pidiendo que me dejase respirar. Algunas lágrimas caían de mis ojos y se me hacía difícil poder ver entre ellas, mi saliva goteaba de entre mis labios a toda su polla y un sabor extraño y algo viscoso ahora estaba en mi boca. No sabía lo que estaba pasando por él estaba perdiendo la paciencia.

—Joder, pero qué mal la comes, anda, levántate.—

Cuando por fin pude respirar tomé aire con fuerza y tosí varias veces. Mi cara probablemente estaba roja y su mano me agarró del antebrazo con fuerza para forzarme a levantar y entonces me puso contra el banco. Mis dos manos se agarraron del frío metal para no caer sobre éste y entonces sentí cómo tiró de mis pantalones dejándome el culo al aire.

—¡No!—

Quise decir algo, quise quejarme pero tras aquel no me agarró del pelo y tiró con fuerza hacia atrás haciendo que mi espalda se arqueara. Emití un quejido de dolor y mi corazón se aceleró con miedo cuando aquella polla se acercó hasta mi entrada y me golpeó algunas veces con ella. Empecé a temblar por los nervios y las lágrimas caían de mi cara, un nudo se hizo sobre mi garganta y apenas era capaz de decir nada.
Aquella bestia de hombre fue salvaje al meterme su grueso glande en mí, forzó mi cuerpo hasta que la metió a la mitad. Fue un dolor atroz, jamás me había dolido nada de esa forma y sentía como si mi interior ardiese con fuerza. Ante mis gimoteo de dolor me agarró la boca con la mano izquierda para acallarme mientras lloraba y me sujetó de la cintura para forzar que mi culo estuviese en la posición que él quería. Jamás olvidaré la primera embestida que me dio, sentí cómo si algo se rompía dentro de mí cuando gimió al pegar sus huevos a mi culo con esa brutalidad, gimió alto y pude oírlo en lo más profundo de mi ser.
Y entonces comenzó a follarme de una forma tan brutal, me embestía, me golpeaba una y otra vez. Ambos cuerpos chocaban haciendo un fuerte sonido mientras yo lloraba y me retorcía de dolor incapaz de liberarme. Su polla me atravesaba profundo, muy profundo y muy fuerte, mi cuerpo estaba roto y dolía cómo jamás podré llegar a explicarlo. Me embistió una, dos y diría que mil veces gimiendo para mí y disfrutando de lo estrecho que yo estaba. Al final era incapaz de pensar mientras temblaba de dolor y lloraba, al final apenas podía sentir donde estaba cuando se corrió dentro de mí. 

La última estocada fue la más salvaje, fue un empujón tan grande contra mí que caí contra el banco con él encima. Se corrió en abundancia, el semen salió de mí junto a la sangre y entonces sacó su polla tras recuperar su aliento y me dio un azote que dejó la marca de su mano sobre mi nalga. 

—Pero qué mal follas, joder.—

Me dijo eso mientras yo caía de rodillas sollozando delante del banco y él se subía la cremallera de su pantalón para luego irse a toda prisa. Jamás le volví a ver y estaba tan mal que fui incapaz de levantar la vista para ver las estrellas. 

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⏰ Última actualización: Jun 10, 2019 ⏰

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