Revisó que nada se quedara, era la tercera vez que lo hacía y es que le ponía los nervios de punta el solo hecho de tener que volver a la realidad y afrontar todo lo que se venía de ahora en adelante. Las manos le sudaban, el estómago lo tenía cerrado, podía jurar que la ansiedad la estaba atacando nuevamente y era algo que detestaba.
— Cariño... ya todo está en orden— Carlo la alejó de la maleta que había abierto nuevamente y la cerró — relájate, mejor espérame abajo mientras bajo esto al carro.
— Si — suspiró — esta bien te espero abajo.
Bajó las escaleras y se recostó en el sillón, Bianca se estaba asegurando de que todo quedara en orden para tan pronto llegaran a Palermo ella enviara las llaves a la persona encargada.
— Todo está listo — escuchó a Bianca decir — me asegure que todo quedara tal cual lo encontramos.
— Y yo me aseguré que todas tus cosas estén en estas maletas — dijo Carlo antes de que ella pudiera abrir su boca — el jet privado nos espera en el aeropuerto.
— No quiero regresar — se quejó cubriéndose el rostro con las manos — de verdad no se cómo manejaremos esto.
Se moría de miedo de solo pensar cómo la gente se tomaría lo de su embarazo y mucho más porque sabia que la atacarían con preguntas acerca del padre. Odiaba mentir pero que más iba a hacer si el padre de su bebé era un hombre casado y además su mejor amigo, esa era la principal razón por la que pretendía llevar su embarazo en alguna otra parte del mundo donde nadie la conociera.
— Un paso a la vez cariño no te estreses antes de tiempo — rodó los ojos ante su respuesta.
¡ÉL LE PEDÍA QUE NO SE ESTRESARA!
Como es que podía decir eso y no morderse la lengua si el segundo nombre de Carlos era estrés, ese hombre vivía preocupado de las cosas que quizás pasarían en diez años. Lo conocía desde que eran pequeños y siempre había sido así, se preocupaba en exceso porque lo único que le llenaba era que las cosas se hicieran a su modo.
— Si tu lo dices — inhalo y exhalo, se colocó de pie levantándose del sofá y sonrió demostrándoles a ambos presentes que estaría bien aunque solo fuera en el exterior.
Casi dos horas después volvía a pisar el suelo de ciudad natal, Palermo estaba soleado pero sobretodo caluroso así que no había duda que el verano ya estaba acompañándolos. Bajó la escalerilla con cuidado ya que sus preciados tacones no podía dejarlos de lado, Carlo la esperaba al final de ésta con una sonrisa que ocupaba todo su rostro.
— ¿Por qué sonríes así? — cuestionó tan pronto el castaño posó sus labios sobre el dorso de su mano.
— Porque te ves hermosa — le escuchó decir — lo único que me pesa es no poder pasar todo el tiempo contigo y tener que separarnos ahora.
Tragó el nudo que se le formó en la garganta, así serían las cosas de ahora en adelante hasta que él lograra divorciarse porque ella no pensaba darle razones extra a la gente para que tuvieran con que señalarla.
— Estaré en el chalet hasta que encuentre la casa — le informó acomodando el vestido que había escogido para viajar.
— Cuando agendes las citas para verlas me llamas — la acercó a él acortando la distancia entre ambos — esto lo haremos juntos cariño — sus grandes manos se posaron en su espalda baja y cuello, rozó sus nariz con la de ella causándole un cumulo de sensaciones en su interior para finalmente tomar sus labios entre los suyos besándola tan despacio que sintió que en cualquier momento las piernas le iban a fallar.
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Regalo de Amor
RomanceGia Bianchi es una hermosa diseñadora de interiores que muere por ser madre y formar una familia pero se ha cansado de esperar al hombre perfecto. No era que no lo hubiera intentado, era hermosa y cientos de hombres la habían cortejado a lo largo d...