Nunca consumí alcohol ni drogas.
Siempre hice deporte.
Llevé lo que la sociedad dice una "vida sana"
¿Para qué?
Te vi.
Me viste.
Y no te detuviste.
A mis espaldas me insultaste.
Cada una de esas palabras atravesaron mi pecho y se llevaron la última gota de esperanza que tenía dentro de mí.
Corrí al baño. Intenté no llorar. Lo logré.
Siguieron los insultos cuando salí, pero esta vez no tuyos.
Caminando hacia mi casa, me paré en el cordón de la avenida. Veía los autos pasar a gran velocidad delante mío.
Di un paso.
Los autos seguían pasando.
Di otro paso. Mi pie estaba sobre el asfalto.
Mi mamá lloraba desconsoladamente, asomandose por la puerta de mi cuarto, mientras yo recuperaba el aire que había perdido.
Retrocedí.
Tal vez no estoy perdida, tal vez me niego a ver más allá de mi dolor.
Tal vez valga la pena seguir luchando.
O tal vez no.