LXXIX. Más Allá Del Muro

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El frío no era para los dragones. Desde que dejaron al sur, Daenerys Targaryen sentía en carne propia la incomodidad de sus hijos. Cuando ya estuvieron tan al Norte como fue posible, Drogon, Rhaegal y Viserion volaban con dificultad. Sacudían la cabeza y emitían llamas cortas para dispersar la nieve que caía sobre ellos.
Ese lugar también era nuevo para ella. No le gustaba. Ese ambiente tan gélido la hacía sentirse vulnerable, y odiaba esa sensación.

A varias leguas de Eastwatch, empezó a percibir la presencia de la muerte. Aún en lo alto, a lomos de Drogon, sabía que algo terrible los acechaba desde abajo, en la niebla.
Rhaegal y Viserion volaron a los lados, y con sus alas dispersaron la bruma fría. Entonces, la Reina vio a los hombres vivos, liderados por Jon Snow, luchando sobre un islote de hielo contra criaturas humanoides, más huesos que piel.

—Dracarys —le ordenó a Drogon, y acto seguido, su hijo más grande abrió fuego contra los espectros que rodeaban a los expedicionarios.

Los otros dos dragones se dedicaron a quemar las líneas de muertos. Eran más de los que ella pensaba, cientos, tal vez miles; hombres, mujeres y niños por igual. Chillaban de una forma aterradora mientras el fuego los consumía.

Daenerys dirigió a Drogon hacia el islote para poder ayudar a los hombres. Ellos eran sólo seis en comparación a los que enfrentaban. Todos eran desconocidos a excepción del llamado Rey en el Norte y del leal Jorah Mormont.

—¡Suban! —gritó la Targaryen.

A lo lejos, más hombres muertos comenzaron a reunirse. No parecían tener un líder específico, todos hacían lo mismo, marchaban al mismo ritmo. Caían y se deshacían, pero seguían vivos, arrastrándose.

«Esto es peor a todo lo que he visto.» Pensó impactada.

Los hombres fueron subiendo a lomos de su dragón, uno a uno se acomodaron detrás de las alas.

De pronto, el ejército de los muertos se detuvo. El ambiente se volvió más denso, la oscura neblina volvió a cubrirlo todo. Podía oír a Rhaegal muy lejos, y sólo alcanzaba a ver las llamaradas de Viserion atacando a un grupo de espectros.

—¡Está aquí! —gritó Jon Snow, mirando hacia lo alto de la colina.

Daenerys dirigió la mirada al mismo lugar al que veía el bastardo de Eddard Stark. De la nieve, emergían nuevas criaturas, diferentes a los que estaban atacando. Estos eran más grandes e imponentes. Montaban caballos revividos y llevaban armaduras. La piel de estos monstruos era blanca y congelada, y sus ojos... Sus ojos eran azules como una estrella muerta. Uno de ellos, desmontó con total calma. Era el más grande de todos, y tenía una especie de corona de hielo tallada sobre las sienes.

«El Rey Nocturno.» Se dijo.

La criatura tomó una lanza hecha de hielo, y rápidamente la lanzó por los aires. El aire siseó y el siguiente sonido fue el alarido de dolor de Viserion. La lanza se le había clavado directo en el corazón, dio varias vueltas desesperado, tratando de mantenerse volando. Pero otra lanza le cayó por el costado. Hubo otro grito, esta vez no era Viserion, sino Drogon, que veía caer  el cadáver de su hermano hacia las aguas congeladas.

«El Norte no es lugar para los dragones.» Pensó Daenerys. Aún sin entender qué había pasado.

—Khaleesi, debemos irnos —la voz de Jorah Mormont parecía provenir de otro mundo— ¡Khaleesi! —gritó desesperado.

El Rey Nocturno preparaba otra lanza, esta vez pretendía lanzarsela a Drogon.
El grupo de muertos que Viserion contenía, empezó a avanzar hacia ellos. Eran más rápidos, y el frío les daba una gran ventaja.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora