El Día de la Leyenda

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Los cazadores conocían que la Bruja Oscura por fin tenía todo listo para que los demonios invadieran la Tierra y la convirtieran en el caos absoluto, o al menos eso es lo que contaba la leyenda, no sabían si realmente funcionaría o si esos demonios llegarían siquiera a asomar la cabeza, pero desde luego no iban a quedarse parados a esperar el resultado, lo mejor era acabar con ella y acabar con todo de una vez por todas.

La noche había llegado, pero no les quedaba otra opción que seguir con el plan, a pesar de que la oscuridad era una gran aliada de la bruja, pero si paraban a descansar o a la mañana siguiente, tal vez fuera demasiado tarde para robar el libro de conjuros. <<Si tan solo hubiésemos vigilado más la celda donde la teníamos encerrada. Si tan solo hubiésemos quemado el maldito libro cuando lo encontramos. O si tan solo los arqueros de la muralla no hubieran fallado cuando la bruja escapaba, esto no estaría pasando, pero ahora tengo que ser fuerte. Tengo que serlo por los habitantes de la ciudad. Tengo que hacerlos por los que me esperan en casa. Pero sobre todo tengo que hacerlo por mi pequeña>>. Esa era la principal motivación del líder del escuadrón cazador de monstruos para entrar en la boca del lobo, y nunca mejor dicho, porque en ese momento un par de lobos salieron de entre los árboles, saltando sobre dos de sus acompañantes. A pesar de que la luz de la luna no conseguía pasar entre las grandes hojas de los árboles, las antorchas y los gritos de los humanos que estaban recibiendo salvajes mordiscos conseguían que más o menos pudieran defenderse.

El líder bajó rápidamente de su caballo, el cual se había encabritado como el resto de los que se encontraban allí, desenfundó su espada de plata y se lanzó a rescatar a sus compañeros de caza. Consiguió localizar el primero, el cual se estaba dando un festín con las vísceras de unos de los humanos que se había aventurado a la suicida misión de la caza. Sin dudarlo ni un segundo alzó su espada, para luego bajarla a una gran velocidad y fuerza, la suficiente para cortarle la cabeza al lobo de un solo movimiento, sin duda, aquella espada le había sido muy útil durante sus misiones para conseguir la reputación que tenía. La sangre del lobo empezó a salir a borbotones, cayendo encima del cadáver que el mismo lobo se estaba comiendo. No sintió ninguna lástima, ya que aquella bestia no era natural, sino fruto de la magia que aquella poderosa bruja podía realizar. Cuando se dio la vuelta para buscar el otro enemigo, se dio cuenta de que aún quedaban otros dos cazadores con vida y que se habían encargado de eliminar a la otra bestia. <<Parece que voy a tener algo de suerte esta noche, esperaba que todos los cazadores hubiesen sido masacrados llegados a este punto>>, pensó para sí mismo. Limpió la espada en su propia ropa y volvió a guardarla.

-Es hora de ponerse en marcha, compañeros, es hora de derrotar a la bruja, ya habrá tiempo de llorar las pérdidas cuando volvamos victoriosos a la ciudad-. Les dijo antes de ponerse a caminar hacia lo más profundo del bosque. No esperaba que los demás lo siguieran después de lo ocurrido, pero, a pesar de ello, sí que lo hicieron <<Parece que hoy no moriré solo>>.

Pasaron muchos minutos hasta que por fin consiguieron vislumbrar una luz. Se trataba de la casa de la bruja, donde de repente unas nubes oscuras, en forma de remolino, se habían situado por encima de ella. El líder de los cazadores extendió su palma de la mano, en la que empezaron a caer gotas de agua <<Ya ha empezado el principio del fin, tenemos que entrar ahí y acabar con ella antes de que complete el ritual>>, se dijo para sí mismo, como si se encontrara solo. Sacó la espada una última vez y corrió. Los otros dos cazadores hicieron lo mismo. Entraron en la casa, dispuestos a enfrentarse a la bruja, pero en el interior no encontraron a nadie, solo un gran caldero en el fuego y el libro de conjuros en un atril. Entonces fue cuando escuchó el sonido del metal y dos gritos. Al darse la vuelta pudo contemplar a una mujer alta, con un fino traje negro y largo pelo gris. De sus ojos rojos manaba una gran euforia. Y en sus manos portaba dos cuchillos, ambos enterrados en el cuello de los dos cazadores inexpertos. Soltó las armas, haciendo que los dos cuerpos cayeran de golpe. El líder se hubiese abalanzado a por la bruja de no ser porque esta extendió su mano e hizo que volara un par de metros hasta chocarse con la pared.

-Así que el gran cazador por fin hace acto de presencia-. Le dijo mientras, con un movimiento de manos, una cuerda volaba hacia él y lo ataba-. Debo darte las gracias ¿sabes? Gracias a ti conseguí el Libro Maldito. Oh, no creerás que me atrapaste y me encerraste en la celda por tu gran habilidad ¿no? -La mujer se rió de una manera que cualquier persona hubiese huido del lugar-. Yo me dejé atrapar sabiendo que el libro se encontraba allí, era más fácil hacer eso que intentar colarme en la ciudad. Y también tengo que darte las gracias por traerme tanta sangre, me es necesaria para completar la Invocación. -Miró a unos de los cazadores asesinados, levantó una de las manos y el cadáver empezó a flotar en el aire hasta situarlo encima del caldero. Juntó las manos y luego las separó rápidamente. El cuerpo del cazador se rompió en dos, haciendo que todo su interior se desramase en el interior del recipiente. El líder se revolvió entre sus ataduras, queriendo librarse y poner fin a aquello. La bruja sacó una daga y se acercó al hombre-. Estate quieto, si no te he matado aún es porque quiero que sufras, pero hazlo en silencio. -Le sacó la lengua de la boca, se la cortó y la tiró al suelo.

La bruja se puso delante del Libro Maldito y empezó a recitar un conjuro, a los segundos toda la tierra empezó a temblar, se escuchaban los árboles caer y a la bruja reír. En ese momento de debilidad el cazador no lo dudó y consiguió romper las cuerdas mágicas que le ataban. Agarró la espada de plata y atravesó el pecho de la bruja que en ese momento se había dado la vuelta percatándose de que su prisionero se había liberado. Pero ella no se asustó ni sufrió, sino que con una mano agarró el brazo del cazador y con la otra mano le cortó el cuello con la daga. El hombre se llevó la mano a la garganta intentando para la herida.

-Jo... Jo...

-No trates de nombrar a tu pequeña hija, cazador -Se sacó la espada que le atravesaba el pecho y cayó de rodillas-. Dentro de unos minutos también morirá. Todos morirán. La Tierra llega a su fin y está vez no serás el héroe que salvará el mundo. Por primera vez, el mal gana... -La mujer terminó de caer al suelo junto al hombre. Ambos sin pulso, mientras que todo el mundo era destruido por enormes grietas, tirando ciudades y enterrando a toda su población.

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