8. La Caja De Cartón

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Un anciano conocido como Mr. Wilson vivía solo en una vieja mansión. Su única compañía era una enfermera de mediana edad que lo cuidada desde hacía algún tiempo. Todos los días llegaba muy temprano y se quedaba hasta noche, terminando su trabajo cuando dejaba al anciano en su cama. Mr. Wilson había sido víctima de un accidente cerebrovascular y como resultado de esto perdió parte de la movilidad en sus miembros, quedando confinado a una silla de ruedas. No podía caminar, hablar y tampoco era capaz de cuidar de sí mismo. Incluso para ir al baño requería de asistencia.

Cierta tarde la enfermera llevaba a Mr. Wilson de la sala a su habitación cuando empezó a decir.

– Usted me disculpará Mr. Wilson, pero hoy tendré que de dejarlo antes de tiempo, pues mi hija va a dar a luz y necesito estar con ella.

Mr. Wilson no tuvo reacción alguna, y en realidad apenas se dio cuenta de lo que la mujer le decía.

– Pero no se preocupe, logré encontrar a otra persona para que cuide de usted mientras estoy ausente. Su nombre es Federico y parece un buen muchacho.

En ese mismo instante sonó el timbre.

-Debe ser él.- Dijo la enfermera mientras se dirigía a la puerta. Volvió en seguida con un hombre joven. Pese a su apariencia jovial, el hombre tenía un aire aterrador. Poseía una nariz puntiaguda, los ojos muy abiertos y estaba un poco jorobado. Bajo su brazo sostenía una gran caja de cartón.

Un trueno pudo escucharse a la distancia y la enfermera se apresuró.

–Parece que vamos a tener tormenta. Me tengo que ir. Este es Federico Mr. Wilson, creo que cuidará muy bien de usted. Hasta mañana por la mañana.

La enfermera salió con premura y los dos hombres escucharon la puerta cerrarse tras ella.

Federico sonrió con un visible nerviosismo y dijo:

–Es un gusto conocerlo, Mr. Wilson.

El anciano asintió afirmativamente y esbozó una sonrisa.

–¿Hay algún lugar donde pueda poner esto?– Preguntó Federico mientras mostraba la caja de cartón.

El anciano apuntó hacía un armario en el pasillo. Federico se acercó y puso la caja de cartón con cuidado sobre el estante superior, quedando fuera del alcance de alguien que utilizaba una silla de ruedas.

–Tiene un hermoso lugar aquí señor.– Dijo Federico.– Un gran terreno y sin vecinos que puedan incomodarlo. Debe estar muy tranquilo allá afuera durante el día.

El cielo estaba oscuro y la lluvia se desató entre rayos y truenos.

Mr. Wilson tomó una pluma, garabateó un mensaje en su bloc de notas y le entregó el papel a Federico.

El joven dio lectura en voz alta:
"Por favor, enciende las luces".

–Claro Mr. Wilson.– Dijo Federico mientras activaba el interruptor. –Voy a ir a la habitación de los empleados y cuando regrese, el señor podrá decirme que desea para merendar.

El joven abandonó la sala, Mr. Wilson movió su silla de ruedas y se acercó a una radio para encenderla. El locutor narraba las noticias de última hora.

"La policía alerta a todos los residentes de la ciudad sobre un peligroso asesino que se encuentra suelto…"

Afuera llovía mucho y el viento soplaba fuerte. Mr. Wilson aumentó el volumen.

"Se trata del peor caso de asesinatos en serie en la historia del estado. El maniático asesino ya se ha cobrado la vida de 14 víctimas y hasta ahora cada una de ellas ha sido decapitada. Ninguna cabeza ha sido encontrada…"

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