Actuar con Prudencia

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Considerables esfuerzos hacían los esposos Arriaga Walle, para mandar a sus hijos a estudiar. Ante la insatisfacción del desempeño de los maestros de su comunidad, los enviaban a la cabecera municipal, distante unos 35 kilómetros, lo cual implicó conseguir una vivienda para habitarla entre semana.

El trayecto lo hacían a lomo de burro o caballo. Viajaban todos los fines de semana hacia _La Unión_ su comunidad de origen, ubicada en la región centro en el Estado de Tamaulipas. En vacaciones contribuían en las actividades familiares para la manutención como la jarciería campirana, además del cultivo de temporal y atender las pocas vacas, cabras y gallinas con los que lograban subsistir.

Con no menos privaciones lograron adquirir una bicicleta, lo cual facilitó el traslado. Desafiando el peligro, viajaban de dos y hasta tres, uno en el asiento, la hermana en la parrilla y otro sobre los incómodos tubos del cuadro.

Con motivo de la celebración del aniversario del ejido, la escuela secundaria recibió la invitación para participar en los festejos. Jugaron básquetbol, volibol y al fragor de la competencia se organizó una carrera de bicicletas. El Profesor de Educación Física decidió que Felipe participaría en ese concurso. Alguna virtud le había advertido y consideró que esa era una buena oportunidad para reconocer sus habilidades.

El muchacho, de carácter introvertido, serio y poco sociable, confesó carecer de experiencia en esos eventos, sorprendido pero disciplinado aceptó el desafío. El docente le dijo que pedaleara cada vez con mayor fuerza y dosificara el esfuerzo de los siete kilómetros en la vuelta redonda hacia _Matías García_.

Hubo una gran cantidad de participantes, los espectadores armaron gran alboroto porque sabían de la intervención de otros competidores locales experimentados. El campeón del año anterior presuntuoso daba arrancones y frenaba rayando llanta, levantando una nube de polvo hacia los asistentes.

El novato fue sintiendo en su interior un gran temor que crecía en su pecho, conforme avanzaban los minutos. Veía al veterano con respeto e intentaba eludir las miradas de los demás creyendo que su cara expresaba nerviosismo. Tenía miedo de hacer el ridículo, decepcionar a su maestro, llevar la noticia a su familia... Inconscientemente apretaba las gomas de las empuñaduras hasta marcarlos en la palma de su mano. Su gesto inseguro, con el ojo izquierdo un poco más cerrado que el otro y frunciendo la mejilla en acto reflejo con una mueca de media sonrisa, denotaba estar en el anonimato.

Empezó la carrera y la algarabía, los gritos, las porras, las palabras de su profe, el viento y su fortaleza le hicieron olvidar todo temor. Sin saber cómo se concentró en la encomienda. Actualmente recuerda aquella significativa experiencia porque ese triunfo fue el inicio de la adquisición de seguridad, confianza y aplomo en la formación de un carácter que le ayudó a afrontar en lo sucesivo grandes retos en el ejercicio de la profesión.

Guadalupe, Zac., junio 11 de 2019.

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