Parecía una escena de una película triste, el chico acostado en el suelo, abrazando sus rodillas, en un pobre intento de proteger la poca calma, aferrandose a una realidad que sólo en su mente podía existir.
Exhausto, dejó que las gotas de la regadera cayera sobre su piel ya helada, sus labios morados, temblorosos, sus ojos fijos en la pared. Sólo un débil sonido provenía de su cuerpo, como si tuviera los huesos rotos, no era capaz de moverse.
Amar, ¿desde cuando amar dolía tanto? Quería gritarle al mundo que el amor era la abominación más grande que pudo haber creado Dios, a base de palabras que en ningún momento le representó en su vida.
Estaba enojado consigo mismo y con cada ser que fuera capaz de amar, porque sentía que todos se burlaban de su forma de amar, de su condena.
Escuchó el rechinar de la puerta al abrirse, pero no se quedó a averiguar de quién se trataba, volvió la mirada a la pared y en ocasiones las gotas se colgaban de sus pestañas, estorbando en su vista.Sintió un toque por encima de su hombro, una mano presionando su piel al mismo tiempo que las gotas paraban de caer. "Es algún policía buscandome" pensó, por haber desaparecido días de cualquier lugar donde alguna vez lo habían visto.
—Soy yo.—Una voz se manifestó, tan delicada que cosquilleó el oído del chico, y no se sorprendió cuando pronto el dolor de su pecho empezó a desaparecer.
Amar, ¿desde cuando el hecho amar había sido subestimado? Tanta gente sufriendo diciendo que es amor cuando el amor es la creación más brillante que algún Dios ha creado.
Pronto la calma llegó a su alma, como las olas al ver la Luna, su luz siendo reflejada en el agua, el retrato vibrante de un cuerpo celeste majestuoso.
Sentía que las yemas de sus dedos sobre su cabello, eran la sensación más placentera que alguna vez haya experimentado. Las nubes eran el principio del viaje que habia emprendido con el cepillar de sus hebras. Sus labios secos y morados se entre abrieron, al momento que un pulgar rozó la piel de estos, un suspiró brotó, tranquilo, lento... acogedor.
La sorpresa dió de lleno en su sistema al percibir que había entrado un objeto a su boca. Quiso enderezar su cuerpo pero la misma mano que cepillaba su cabello lo mantuvo en su lugar con más fuerza, la confusión llegó.
Sus ojos parpadearon, acostumbrandose a la luz cuando la silueta sobre él empezó a tener más claridad. El objeto sabía amargo, sabía mal, cayó en cuenta de que le habían agregado una píldora.
Y su rostro... cubierto por un tapabocas y un gorro blanco, se acercó un poco, dejando ver a detalle el pálido de su mirada.
—Vas a estar bien, te vamos a curar—Le dijo, sin el mismo tono dulce, aún con amabilidad ahí. Era una enfermera, iban a llevárselo.
El chico volvió a cerrar los ojos, su pecho amenazaba con romperse en mil pedazos. No era ella.
Amar, ¿desde cuando amar dolía tanto? Nadie avisó que el amor sería una constante espera, abrazando el vacío que deja quién alguna vez te habló de amor.