❝Los Chicos No Lloran❞

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Girl.

Subir por el camino rocoso, atravesar el lodo que aún estaba fresco, y la maleza que nadie había cortado en días, no fue fácil. Me estaba arrepintiendo de haberle dicho a las chicas. Pero la curiosidad también me consumía.

Visualicé la casa al lado del camino, tenía un portón negro, alto, bien pintado, y un roble grande, que era la razón por la cual aquel lugar era conocido. La casa del roble. Bastante obvio, lo sé.

La puerta era de un color verde musgo, con tres escalones que terminaban en el porche, rodeando toda la casa, paredes blancas, dos pisos y ventanas grandes, la chimenea sacaba humo de vez en cuando, se escuchaba la radio encendida, y un montón de cajas estaban fuera, de la mudanza, supuse.

La casa antes pertenecía a un matrimonio, el señor y la señora Wallace trabajaban para la joven pareja, hasta que se divorciaron, la mujer se volvió a casar
con algún tipo de París o algo así.
Había bastantes recuerdos para aquel pobre hombre, y decidió ponerla en venta. Habían pasado exactamente dos años sin ser habitada y aún así lucia muy bien.

Cuando llegué al muro de piedra blanca que estaba enfrente, bajé de la bicicleta y me asomé con cuidado de no ser vista, aunque no podía apreciar mucho, sólo dos autos en la cochera tras el árbol, personas hablaban animadamente en alguno de los cuartos, se escuchaban sus risas, y una canción de Elvis Presley, que no reconocí.

No, no había ningún chico.

Estaba a punto de subir al siento se la bicicleta para poder mirar un poco más, cuando una mujer se asomó, llevaba un vestido blanco de flores rojas muy llamativas, y zapatillas con la punta cuadrada y un broche dorado. Quise agacharme, huir, esconderme. Pero sólo me quedé allí, petrificada.

"¿Buscabas algo querida?" gritó desde el porche, su voz era suave, se acercaba de a poco, y mi pulso se iba acelerando. Miles de escusas rodeaban mi cabeza.

Una segunda mujer también salió, con unas campanas de viento en sus manos, tenía el pelo grisáceo y anteojos, su ropa al contrario de la floreada mujer, era más, cómoda. Sólo pantalones holgados, camiseta y y una camisa de botones abierta.

"¿Buscabas a alguien?" volvió a repetir, con el mismo tono dulce

"yo... Apreciaba sus... Bugambilias" miré las flores moradas cerca del portón, en realidad eran muy comunes por aquí, pero me les quedé viendo como si fueran la octava maravilla.

"Si son bonitas" dijo animada

"¿Zoe, eres tú?" capté mi atención en la mujer mayor, sus ojos parecían brillar bajo los lentes

"Buenas tardes señora Wallace" agité mi mano al aire, también se estaba acercando

"Tú eres la chica de la florería" me sonrió

"Si" dije tratando de que mi voz no saliera bajita

"Tiene tiempo que no te veo, ¿Qué haces por aquí? Es peligroso el camino"

"Tengo cuidado" aseguré, apretando la bicicleta entre mis manos, sin saber muy bien hacia dónde debía mover cada parte de mí, bajé la mirada

"Oí que tu padre fue al condado sur, nacieron cuatro lechones gracias a él"

Cuando los animales de granja eran rescatados de una u otra forma, en parto o por heridas, se le veía como un acto heroico. Siempre lo recordaban todos.

"Sí, la madre estaba alterada por la tormenta" me encogí de hombros "Perdonen, debo irme"

"Hasta luego" sonrió la mujer de vestido

Just Like Heaven | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora