36 "Editado"

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Emma

Rabia. Siento mucha rabia hacia mí misma. Tanta que me encantaría poder darme un par de bofetadas en toda la cara por haber sido tan inconsciente, por haber sido tan egoísta, por haberme dejado llevar por mis sentimientos hacia Alberto en vez de haber pensado más en mi familia.

Vacía. Mi cuerpo está completamente vacío. Como si mi corazón no tuviera latido, como si mi estomago estuviera del revés y no pudiera comer ninguna cosa. Un vacío enorme en el centro de mi pecho que no me deja respirar, que me asfixia más cada vez que quiero coger aire. Un puño imaginario que me está estrujando todos los órganos de mi cuerpo, que me aplasta a la vez las costillas creando casi un dolor físico.

Roto. Todo roto y yo más rota aún.

Me siento perdida, sin saber que hacer, sin tener ahora mismo claras mis metas en la vida. Es como si, después de tantos años en los que tenía una rutina, se hubiera desvanecido el tiempo y los días pasaran porque tienen que pasar. No hay un final en la academia que me motive, no hay unas navidades que se acercan, no hay un fin de semana en el que poder descansar, solo hay días en los que los minutos pasan sin poder agarrarlos y pararlos, porque me siento como si me llevara la corriente, como si nada tuviera sentido, como si la vida ahora no tuviera ningún color. Y es verdad, mi abuela se llevó la vida de mi cuerpo con ella.

Es como si mi cuerpo pesara el doble, como si me costara mantener ese peso sobre mis piernas y esa culpabilidad sobre mis hombros. Me siento cansada, derrotada, destrozada y vacía. Sin fuerzas para retomar mi vida, para bailar, para hablar. Ya no me queda nada dentro de mí. Soy una muñeca que está programada para las cosas que tiene que hacer, no para las que desea hacer. La que se deja llevar para hacer las cosas que los demás creen que tienes que hacer, para no dar a entender que su cuerpo está partido y roto en tantos trozos que nunca conseguirá volver a pegarlos y a dejarlo como estaba desde un primer momento.

Mi alma desapareció de mi cuerpo en cuanto introdujeron el ataúd de mi abuela en el nicho del cementerio y lo taparon para siempre. Se quedó ahí dentro abrazando la madera como si no quisiera soltarlo nunca. Y empezó esa tortura de saber que nunca la podré volver a ver.

Pero claro, todo eso pasa en mi interior, en ese cuerpo gris y vació de emociones que ahora llevo conmigo como si fuera un prenda de ropa vieja y descuidada, porque por fuera soy fría, distante y callada. Hablo solo cuando es realmente necesario, porque cuando abro la boca lo siento como un puñal que se clava en el centro de mi pecho y una vocecilla aparece para recordarme que si no hubiera sido tan egoísta podría haberme despedido.

Y lo peor que llevo es eso. No haberme podido despedir de ella, no haberla abrazo más, no haberle dicho todo lo que pensaba de ella, no haber estado más tiempo disfrutando de su compañía por haber preferido estar con Alberto en vez de con mi abuela. Y aunque no le echo la culpa a él, cada vez que lo veo, la culpabilidad crece en mi interior para ahogarme, para asfixiarme y para robarme el poco oxígeno que he cogido durante todo el día.

Yo ya no vivo. Solo sobrevivo. Porque para mí, ya nada tiene sentido.

La primera semana en la que mi abuela ya no estaba fue muy dura. Me faltaba algo. Algo muy grande y me mataba saber que nunca podría volver a tenerlo. Todo estaba tan oscuro dentro de mí que en el único momento en el que mi cabeza descansaba era cuando bailaba, y me concentré todo lo que pude en ser una de las mejores de la clase.

Los días pasaban y no me sentía mejor. Todo lo contrario. Me ahogaba con mi propio aire, tenía pesadillas todas las noches en las que la temática del sueño era el mismo pero en diferentes situaciones: mi abuela se iba y yo no podía agarrar su mano, y sentía que estaba dejando mi vida de lado por toda la culpabilidad que me consumía, pero no podía hacer nada por evitarlo. Estaba a la deriva, dejando que las olas me llevaran hasta la orilla o hasta el centro del mar para después hundirme. Me daba igual. Estaba en un momento en el que todo me daba igual.

Ven Conmigo (2º Trilogía Conmigo) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora