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Ella lo adoraba porque no había nada más que hacer al respecto. Lo tenía tallado en el alma escrito de cien formas distintas en los miles de lenguajes que existían. 

Entonces, ¿qué probabilidad había en que Bella y Kim se conocieran? Y más aún, ¿cómo es que dos personas así podían llegar enamorarse?

Dentro de las coincidencias y los misterios, este encuentro tenía un poco de los dos. La primera por lo abrupto que había sido el choque de ambos mundos y la segunda por la forma en la que una vez cruzaron sus primeras palabras; adiós a la discrepancia de los vestidos de colores o los grandes suéteres marrones; bienvenido el amor que si bien no sería para siempre, sería pactado con un "te amaré hasta que olvide mi propio nombre e incluso primero recordaré el tuyo".

***

París, Francia. Abril 1939.

Era abril de aquel fatídico año en el que estallaría uno de los peores conflictos bélicos del mundo, por no decir que el peor hasta la actualidad. 

Bella era hija de una costurera y un carpintero en el pueblo de Lavardin conocido por su belleza natural y apacible ambiente donde los habitantes podían ejercer sus oficios sin mayor problema y vivir de ello. Claro que, como cualquier pueblo de la época a veces se veía azotado por la hambruna debido a que los cargamentos de comida en muchas ocaciones no eran entregados o el cambio de estaciones hacía destrozos con las cosechas. Sin embargo, no era mucho mejor en otros sitios de Francia.

Bella no podía quejarse de la vida que tenía y aunque lo hiciera no es como que su destino fuese a cambiar sólo por desearlo. Debía trabajar duro y esforzarse dentro de sus posibilidades. Por eso, a sus 18 años empezaba a seguir los pasos de su madre y trabajaba para la casa de una gran familia hacia las afueras del pueblo. Ella soñaba con algún día poder ir a otra ciudad más grande y concurrida para tener mejores oportunidades y quien quita, vender la ropa que tanto le gustaba confeccionar en casa a importantes señoras de la época. 

Hoy, un lunes a las 5:00 de la mañana cuando el sol todavía no se asomaba y hacía tanto frío que las mejillas de la chica de lindo cabello castaño, pómulos prominentes y ojos perspicaces, estaban teñidas de un rosado amargo como si se trataran de dos bofetadas plantadas en su delicado rostro, se encontraba camino a la casa para la que trabajaba subiendo la empinada colina que daba paso a una mansión de tres pisos y amplio jardín. La señora de la casa le había pedido el favor de trabar arduamente desde muy temprano esa semana debido a que el próximo mes se estaría festejando un banquete en el salón de fiestas de la mansión.

Para cuando Bella tocó el timbre de la puerta principal ya eran las 5:30 minutos y su cuerpo ya estaba cansado por el trayecto tortuoso que tenía que transitar cada mañana para llegar hasta allá. Por suerte, su señora siempre era amable y le ofrecí té y galletas antes de comenzar la jornada laboral pues sabía que la chica no lo tenía nada fácil. 

— ¿Estás lista para empezar, cariño? —preguntó la jefa de las camareras cuando la vio terminar su té. Le ofreció más galletas y finalmente la llevó hasta el cuarto de invitados decorado elegantemente que la señora siempre destinaba a la chica para que trabajara cómodamente encima de una larga mesa de madera de roble con lindos acabados en oro.

Sin embargo, lo que más gustaba a Bella de la habitación era el gran ventanal que le hacía sentir que estaba en la cima del mundo y sus castaños ojos podían admirar más allá de las montañas, el alargado campo verde y las pequeñas casas que se observaban a lo lejos. El aire que entraba muchas veces le movía los coloridos vestidos que usaba y sacudía sus cabellos en todas las dirección. Era como si de momentos Bella se convirtiera en el hada del viento y sus pulmones se impregnaran de los aromas del campo y las flores que rodeaban la mansión.

amour à kim → kim taehyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora