| Capítulo 2 |

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Su caballo Holly fue a dar a un paradero solitario, cuando YoonGi creía que aun seguían en la aldea del reino.

Había pasado media hora y podría escuchar desde lejos a los pueblerinos expandir la duda a gritos. "¿Él príncipe pasó por acá? Se supone que debe ir a su coronación, que iluso", lo echarían en cara con sus padres, él y la gente no parecían tener buenas rachas cuando se trataba de los comentarios meramente negativos. 

Tenía parte de la culpa, puesto que siempre salía cubriéndose el rostro, puede, o es posible, que los comentarios llegaran más rápido a sus padres que a sus escuderos, a los cuales tenía la pena de dejarle todos sus caprichos en sus manos.

—Holly, espera.

Jaló de las cuerdas haciéndolo refunfuñar, y, a consecuencia, un abrupto movimiento provocó que YoonGi cayera de golpe al suelo, soltando un jadeo de dolor y sobando sus glúteos.

—Tsk... Hijo de-

YoonGi se tragó su propia palabrota al ver que Holly corrió lejos del príncipe, y este de inmediato fue directo a detener a su corcel, el cual sabía que las veces en que se asustaba, solía reaccionar en golpes y pataleos, pero esta era la primera vez que huía al miedo. 

Se irguió y le siguió la pista, viendo a la sombra de su caballo hacerse cada vez irreconocible, teniendo que apurar su paso, y, así mismo, rezar para no perderlo o nunca volver a verlo. 

El paso se hacía pesado, y agobiado sigue su camino. Donde las huellas violentas de un animal le marcaron el límite YoonGi se detiene, admirando que delante suyo  el aura solía ser vana a lo que estaba acostumbrado. Su pecho duele al sentir inconformidad, entendió pues, cómo muchos le habían dicho, que salir del reino estaba mal cuando ya cruzas donde las historias se hacen realidad, al ver que unas grandes ramas surcaban entre los cielos impidiéndole el paso hacia donde su caballo había pasado.  

 ¿Esperaría a que volviese? Intentó llamarlo tres, cuatro, hasta cinco veces, y no recibió respuesta. Arriesgándose a pasar, YoonGi torció las ramas que formaban venas sin unión aparente, y miró sobre estas hacia los diminutos huecos. Al no notar que Holly estaba cerca, creía que el potro de pelaje café se intercaló dentro de ahí, no dándole otra opción que avanzar.

Siguió la parte abierta. "Bingo", desde ahí ingresó su caballo, y volvió a hacer lo mismo de seguir a las marcas de sus pezuñas fijándose en el suelo más que en lo que hay delante suyo. Utilizando solo sus manos al arrancar las hojas secas que se cruzaban en su camino.

—¡Holly! ¡Sino vuelves te dejaré aquí solo! ¿¡No te gusta estar solo verdad?! ¡Entonces ve-!

Se calló al escuchar pasos ajenos, creyó en su momento tratarse de su caballo y que por fin reaccionaba a sus gritos. Sin embargo el corazón de YoonGi empezó a latir mucho más rápido.

Trató de identificar si se trataba de su mismísimo Holly, pero al estar en una zona prohibida cayó en cuenta sobre lo que alguna vez le habían dicho y... Agh, era tan tonto, ¿donde se había metido?

Trató de tomar sus precauciones, no se sabe si algún intruso-cómo él-se encontraba  en ese mismo lugar. La mayoría de veces Holly relinchaba y Yoongi podría saber donde se encontraba, mas no había otro sonido que pasos, uno tras otro, y él sintió tanto miedo que se escondió entre los arbustos, picándose con uno de estos soltando un gemido de dolor.

Forzando su aguante el chico de cabellos oscuros maldijo por lo bajo, su dedo había empezado a sangrar. 

En medio de todo el bioma YoonGi se fijó en algo particular, no estaba solo, había alguien, alguien el cual su figura parecía amorfa entre el campo de visión de YoonGi y su control de no dejarse a la vista de cualquier persona, o extraño ahora mismo que lo pudiera reconocer.

Unos orbes avellana brillaron y eran igual que dos bellos diamantes, su rostro, en las sombras, parecía cubrir parte de él y causarle intriga a YoonGi de avanzar. Al dar un paso el sonido crujiente dejó al extraño en alarma, siendo descubierto, y por tanto, que sea ahora quien se ocultara con facilidad.

—¿Qué mierda...? —susurró YoonGi y salió de su escondite valiente, sus ojos parecieron volver a encontrarlo, y este se movió cual pequeño animal entre las sombras—. ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

YoonGi se aproximó hasta donde creía haber visto algo, y tragando saliva, permitió que la curiosidad matase al gato, es decir, a él mismo.

—Aléjate.

Alguien habló y acató lo dicho, retrocediendo un paso de instinto, cuando la voz solía ser dulce y melodiosa al principio y que aún así YoonGi sintió peligro de quién puede tratarse.

—No voy a lastimarte...—dijo YoonGi en el mismo lugar—. Solo estoy perdido, vengo por mi caballo y listo.

—¿Y cómo puedo creerte?—inquirió el extraño tímido en un hilo de voz.

—Quizá si me dejas verte, puede que me reconozcas.

Un incómodo silencio se hizo notar. Y fue entonces que Min, esperando que se tratara de algún prudente chico que pertenezca al pueblo le reconociera, que pudiese tomar su confianza e irse de ahí, no sin antes encontrar su caballo.

El chico, y en verdad, sabía que lo era por su voz, dejó ver un poco más de cerca sus rasgos: bajito, de cuerpo delgado y de caderas pequeñas,  su vestimenta era peculiar, irradiaba la misma alma mater vistiendo hojas a su alrededor cual árbol de manzanos. Sus pómulos rosaditos se dejan admirar, destellando un aura dorada, en la cual sus pupilas mostraron su atención al hacerse ovaladas, mostrando una marea de colores atractivos en el iris de este.

Estaba completamente asombrado.

Su cabello rubio es desordenado, y lo mejor de todo, es que tenía esa pizca que atraía a YoonGi a aproximarse al joven, mas aunque esa necesidad le ganó, un aspecto extraño de él le hizo sentir miedo. Eran sus orejas, sus puntiagudas y características orejas.

—Te desconozco...—habló el chico, alzando su mano en dirección a YoonGi, unas hojitas se extendieron hasta llegar a él, tomándolo de la muñeca—. Debes irte de aquí antes de que TaeHyung te vea.

—¿Quién es TaeHyung? —preguntó YoonGi tratando de soltarse, su mente parecía nublarse—. Ah...


La herida que se había hecho en el meñique llenó de sangre los brotes ajenos, Min se alarmó en el momento que su cabeza empezó a dar vueltas, se sentía cansado, devastado, y parecía perder el brillo de su mirar cuando su cuerpo cayó sobre el suelo.

Sus ojos empezaron a cerrarse, y la persona delante suyo parece volverse borrosa junto a su voz, un eco retumba con fuerza sobre sus oídos, y él, agotado, siente que todo se vuelve oscuro a su alrededor, para poco a poco caer sin consciencia en el piso.


Anhelos Perdidos | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora