LA MÁSCARA

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Domingo y ya oscurecía. El momento de la semana menos confiable para los sentimientos. Tenía una sopa caliente en la mano y junto a ella, esa ansiosa vulnerabilidad que me golpeaba de a poquito. A la noche entraba en escena y mi inseguridad lo sabía. Subía zigzagueando entre las vértebras al mismo tiempo que mis dedos no llegaban a desentrañar los algoritmos de miles de vidas que transcurrían tan banalmente ante mis ojos. No sabía qué máscara ponerme. La elegante, la del maduro, la del héroe, la del amante, la del tipo libre.

Lo consultaba conmigo mismo repetidas veces. ¿Que quiero ser hoy? El teatro moderno me da la libertad de ser como yo quiera, que locura. Capaz por eso dudo tanto. En esta obra hoy puedo estar en Los Angeles siendo un modelo de trajes de baño y el otro domingo ser un pescador de Villa Traful. Mientras lo decido observo desde mi balcón las ventanitas de los edificios y pienso. Pienso en el edificio espejado, radiante y moderno que tiene algunos ventanales encendidos y otros apagados. Pienso que cada uno de esos vidrios que reflejan un haz de luz tiene una historia detrás. Tal vez de abrazos que no tienen significado, tal vez de sonrisas que acalambran los cachetes y hacen doler la panza. Pienso que cuando entro en mi teléfono un par de veces al día miro en mis redes lo mismo. Tanta inmensidad dentro de una ventanita, que a su vez está hundida entre muchas otras en la noche porteña.

Pero sigo con lo mío, sigo maquinando ¿Qué me conviene mostrar hoy? ¿La máscara del trabajador, la del sensible, me conviene ser el desvariado? El tiempo me limita. A eso de las 21 el telón se abre y no sé que quiero poner en venta. Los domingos silenciosos me apuran con el tic tac del reloj de la cocina. Tic, Tac. En el ajetreo del momento decidí ser algo que no era, para variar... Me levanto del sillón con los pies enredados en el apuro, resbalando por las baldosas del living. No me caí porque ya tenía en claro desde hace rato cuales eran mis pies para cuando utilice esa máscara. Me deslizo patinando por el pasillo y entro golpeándome contra el marco de la puerta a mi habitación.

El teatro estaba oscuro. Con un botón logro encender la luz del escenario. Respiraba la atención del público mezclada con su descanso en la butaca. Se desliza el telón hacia arriba y ahí estaban: conocidos, algunos que llamo amigos sin que ellos lo sepan, familiares, amores, otros desamores y gente que simplemente le gusta el espectáculo que brindo. Todos esperando. Mi máscara estaba lista para ser compartida, un solo paso más y comenzaba el juego. La gente, aguardaba el momento justo para brindarme su aprobación y yo, expectante.

Nunca me fue tan bien. Supere todas las expectativas de cualquier domingo. 679 me gusta. Tanto corazón que puse al proyecto, vuelve. Y desde entonces, la máscara no se toca. 

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⏰ Last updated: Jun 15, 2019 ⏰

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LA MÁSCARAWhere stories live. Discover now