Capitulo VIII

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Aclaracion: Miguel no tiene pechos de mujer, solo puse "pechos",porque me han dicho que los hombres tambien les dicen asi,ademas no queria poner pectorales



















Veinte minutos después, llegaron al piso junto al muelle de Hiro. Era la segunda vez que Miguel había estado allí. Como el había prometido quedarse a dormir, habían ido a dejar allí su maleta antes de ir a la fiesta.

-Me voy a servir un whisky. ¿Tú qué quieres?

Hiro lo miró. Miguel estaba muy hermoso, pero tenía un marcado aspecto de fragilidad. No era de extrañar. Él mismo se sentía conmocionado tras el encuentro de Luisa. Algunas mujeres habían nacido para ser mártires. Luisa Ramírez era una de ellas. Lo increíble era que, antes de la tragedia, Luisa habia sido siempre amable con el y su madre. Era obvio que su personalidad habia cambiado después de la terrible experiencia de perder a su hija.

-Tomaré coñac-pidió Miguel-Un buen coñac francés, si tienes.

-Claro que sí.

Atravesaron la entrada, con su impresionante suelo de mármol blanco y dorado. Había un hermoso paisaje marítimo colgado sobre una cómoda antigua de caoba. El salón combinaba con la entrada con sus muebles al estilo europeo.

-Siéntate mientras voy a ver qué tengo-invitó Hiro y se dirigió al muble bar-Tienes suerte. Tengo el mejor Hennessy y un Rémy Martín. Los dos son muy buenos. Me costaron un riñón.

-El Rémy Martín-pidió Miguel. Era el mismo coñac que tomaba su difunto abuelo.

Miguel se sentía desolado. ¡Su madre había tratado a Hiro de forma horrible! Era imperdonable. Según Luisa, Hiro debía haber fracasado en la vida, pero Hiro había hecho todo lo contrario.

-¿Lo crees? -repuso Hiro-A mí me ha parecido hasta peligrosa.

-¡Oh, no digas eso!-exclamó Miguel con un escalofrío involuntario-Por suerte, papá se ha liberado de ella.

-Sí que ha sido una suerte para tu padre-respondió Hiro y continuó sirviendo las bebidas, conteniendo sus deseos de tomar a Miguel en sus brazos y llevarlo al dormitorio.

¿Cuántas veces lo habría tomado Leo San Juan en sus brazos?¿Cientos? Hiro no podía soportar ni pensarlo.

-Tú también tiene suerte-dijo Hiro- Y no hace falta que te diga la suerte que tiene nuestro hijo. Es una maravilla que su abuela no quiera verlo. Después de lo de esta noche, no quiero que tu madre se acerque al niño.

Miguel suspiró y posó la mirada en las puertas de cristal de la terraza. El piso de Hiro tenía una vista impresionante de el muelle y parte de la cuidad. Era preciosa de día y capaz de dejar sin aliento a cualquiera de noche.

Sin duda, aquel piso era totalmente masculino, pensó Miguel, tocando el respaldo de un sillón de cuero negro. A su lado, había un sofá tapizado con una rica tela dorada y negra. Hiro Hamada parecía haber nacido para vivir rodeado de lujo.

-Mi madre es una de las lacras de mi vida-admitió Miguel y se dejó caer en el sofa- Me deja destrozado. Yo siempre la he querido a pesar de todo, pero ya no puedo más. Ella sigue odiándote. ¿Puedes creerlo?.

-Miguel, a veces, las viejas enemistades nunca mueren. Olvidémonos de tu madre. Sólo lo siento por el pobre Carlos. Nunca lo hará feliz.

-Quizás, a Carlos no le queda mas remedio que beber para olvidar cuando mamá se pone de mal humor.

Hiro río, aunque le afectaba mucho ver a Miguel tan triste. Su piel canela y ese vestido negro, que le rogo(ordenó) se pusiera para la fiesta de esta noche, lo hacian parecer un dios del erotismo sentado en aquel sofá negro. Miguel se quitó los pendientes de rubi y los dejó sobre la mesita. Luego se paso una mano por el cuello.

El secreto de Miguel (Hiroguel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora